Foto: El balance simple de las cosas, 2012. Maria José Arjona. Performance de seis horas. Hexágono irregular. Arte colombiano en residencia/BAAD Gallery, Tel Aviv, Israel
febrero 1, 2018
Arte y Libros Cultura

Vida, tiempo y consignas

La colección de arte contemporáneo de Seguros Bolívar cumple un lustro de vida. Los artistas María Teresa Hincapié, María José Arjona y Jorge Julián Aristizábal son los protagonistas de esta nueva edición.
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Por primera vez en la historia de esta colección se decidió incluir a una artista colombiana fallecida. “Es tan esencial que, de no incluirla, la colección habría quedado con un vacío significativo”, afirma Miguel Cortés, el presidente de Seguros Bolívar, en el texto de presentación del libro. Se trata de María Teresa Hincapié (1954-2008), la pionera del performance en Colombia, una artista nacida en Armenia que se tomó muy en serio el compromiso entre el arte y su propia existencia.

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Vitrina, 1989. María Teresa Hincapié. Performance de larga duración en local comercial de edificio en la Avenida Jiménez con carrera 4a, Bogotá / Foto: José Alejandro Restrepo

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A través de este género, y con una formación teatral influenciada por el dramaturgo polaco Jerzy Grotowski, Hincapié se interesó en explorar la vida cotidiana y la transformación de las acciones rutinarias en actos simbólicos. Su performance más conocida es Una cosa es una cosa (1990), con la que obtuvo el primer premio en el XXXIII Salón Nacional de Artistas. En esta organizaba durante horas objetos modestos en forma de una espiral rectangular. Primero ropa, luego utensilios de cocina, abarrotes, zapatos, maquillaje… Después los reorganizaba en grupos, lo guardaba todo en cajas y volvía a empezar. “Una cosa es una cosa es la culminación de una serie de performances centradas en el habitus tradicional de las mujeres, en particular de las mujeres de medios modestos. (…) El genio de María Teresa radicaba en su capacidad de aislar y extender el comportamiento que nos hace ser lo que somos y de exponerlo a la luz”, asegura Coco Fusco, artista neoyorquina interdisciplinaria y autora del ensayo central de Hincapié.

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Una cosa es una cosa, 1990. María Teresa Hincapié. Primer premio del XXXIII Salón Nacional de Artistas, Corferias, Bogotá / Foto: Cortesía galería Casas Riegner

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La artista, que falleció en 2008 luego de padecer una larga enfermedad, vivió varios periodos en un terreno en la Sierra Nevada de Santa Marta, y enfocó luego su trabajo en la búsqueda de lo sagrado, “como una necesidad de darle respuesta a una época profana por excelencia”, según sus propias palabras. Así que con pequeñas acciones como respirar, caminar y sembrar, siempre despacio, lejana del tiempo y de las banalidades del mundo, continuó con su particular poética para vivir la vida. “Aunque falleció muy joven, María Teresa Hincapié logró una transformación vital, y realizó una crítica muy profunda sobre la devastación de nuestro sistema”, asegura Sylvia Suárez, artista y curadora independiente, que participó en la dirección editorial del libro.

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Divina proporción, 1995. María Teresa Hincapié, Premio XXXVI Salón Nacional de Artistas, 1996. / Foto: Cortesía galería Casas Riegner

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Suárez también destaca que tuvo que hacer un intenso trabajo de archivo para encontrar y recuperar registros que se pudieran utilizar en el libro. Así mismo, mantuvo diálogos con varias personas que vieron el trabajo de Hincapié, con el objetivo de plasmar el sentido de sus performances. “Todos coincidían en algo: lo más importante era su presencia ‘escénica’; era ella, absoluta, estaba ahí y lo demás se borraba y no importaba”.

La discípula

Aunque habitualmente no hay un lazo que conecte a los artistas de la colección, llama la atención que María José Arjona (Bogotá, 1973) fue discípula de María Teresa Hincapié.

Arjona se formó en danza contemporánea, pero abandonó esta práctica a finales de los años noventa y se dedicó a las artes plásticas. Sus performances impactan profundamente y de manera habitual involucran al espectador. Su misión, explica el curador brasileño André Lepecki en el ensayo central del libro, es “seguir experimentando sobre cómo construir una situación compleja –una situación a veces exigente, a menudo extraña, pero siempre acogedora– en la que la artista y su audiencia, los objetos y sus lugares puedan interactuar para descubrir que uno siempre es, de alguna manera, parte fundamental del otro”.

Pero soy el tigre, una performance de seis horas diarias durante dieciocho días, es quizás una de las acciones más llamativas de la artista. En esta, Arjona recoge los escombros de una casa del barrio Santa Fe recién demolida y los lleva a una bodega vacía. Allí comienza a contar piedra por piedra, que va apilando en otro espacio. Al final de cada día la artista se tatúa en su antebrazo derecho el número total de los fragmentos encontrados en esa jornada: 679, 2.556, 4.686… “Ella puede contar el tiempo como el tiempo es realmente: escombros locales de los que uno debe ocuparse; un cuerpo singular que uno debe acordarse de recordar”, afirma Lepecki.

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All the others in me, 2012. María José Arjona. Performance de sesenta minutos. Bienal de Marrakech

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En otros pone a prueba su resistencia física y la relación con el otro. Como en Sobre el poder del conocimiento y la liberación, que hace parte de Vires, una performance de cuatro horas en la cual la artista permanece acostada sobre una mesa, vestida con un traje de contención que tiene treinta correas de cuero, con punzones que ejercen presión sobre su cuerpo; cada correa, además, tiene un candado cerrado. Los asistentes pueden intentar abrir los candados luego de buscar entre treinta llaves. La obra termina cuando Arjona es liberada. “En mi opinión, quien asiste a una performance de esta artista participa en un experimento de cómo ejercemos el poder entre nosotros, que es algo tan difícil de apreciar, porque no somos conscientes de ello. Arjona devela cosas muy profundas de la manera en la que nos relacionamos”, explica Suárez.

La curadora también asegura que, a diferencia de Hincapié, esta artista tiene su trabajo registrado con gran detalle y calidad. “Al principio seleccionamos muchas imágenes que retrataban el punto culminante de la acción de la artista; pero al revisar nos dimos cuenta de que no se entendía el transcurso de la performance, ni el contexto, y era importante tener detalles de lo que pasaba, de los dispositivos que utilizaba. Así que volvimos a ordenar el ensayo gráfico”, explica.

El mordaz humor de Aristizábal

Jorge Julián Aristizábal (Medellín, 1962) es un prolífico artista, difícil de encasillar en alguna técnica y estilo, formado en Estados Unidos e Inglaterra, e influenciado por el trabajo de la artista colombiana Beatriz González. “El arte es para mí un instrumento para exorcizar todo lo que me molesta, todo lo que me cuestiono, todo lo que me cuesta trabajo resolver o digerir. La voz del artista nunca grita, porque no cuenta con esa plataforma, pero sí puede susurrar y eso es precisamente lo que intento hacer”, afirma Aristizábal.

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De la serie Penetración, 2014. Jorge Julián Aristizábal. Fibra de vidrio, pintura industrial, 25x43x42 cm./Foto: Carlos Tobón

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Una de sus series más relevantes es Escándalos, conformada por varias acuarelas que narran, desde su singular mirada, ciertos acontecimientos de la realidad nacional, como las chuzadas, el proceso 8.000, los falsos positivos o la toma del Palacio de Justicia. “El declarado propósito de Aristizábal es reaccionar contra el olvido. Mientras investigaba, le impresionaba saber que dentro de cada escándalo político pudieran surgir otros tantos, sobreponiéndose en una interminable madeja, sin llegar a ser digeridos del todo por la población (…) Desde el punto de vista formal y de la estructura narrativa tomó como referencia las cartulinas escolares para conseguir esa apariencia casi didáctica e ingenua en sus ilustraciones”, explica el cubano Eugenio Valdés, director y curador de la Cisneros Fontanals Art Foundation y autor del ensayo principal del libro.

“Es un artista muy versátil, suspicaz, tiene una obra muy diversa y extensa, codificada con muchas ‘trampas’; juega con el lenguaje y arroja críticas mordaces”, asegura Suárez.

El origen

Desde 2013, Seguros Bolívar comenzó a publicar una ambiciosa colección de arte contemporáneo, diseñada por Editorial Tangrama. Desde entonces, cada año lanza una caja que contiene tres monografías con artistas diversos, que incluyen un ensayo escrito por un experto y un ensayo gráfico, dividido en ejes temáticos, que devela detalles de sus obras más importantes, y se complementa con fragmentos de entrevistas y citas relevantes.

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Damas de hielo, 2014. Jorge Julián Aristizábal. Técnica mixta sobre papel, 50×70 cm. / Foto: Carlos Tobón

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La colección ya incluye a doce artistas: Johanna Calle, María Fernanda Cardoso, Antonio Caro, Danilo Dueñas, Clemencia Echeverri, Juan Fernando Herrán, Delcy Morelos, Óscar Muñoz, José Alejandro Restrepo, Miguel Ángel Rojas, Luis Roldán y Doris Salcedo.

La dirección editorial de los cuatro primeros libros estuvo a cargo de José Roca, director artístico de FLORA ars+ natura y Alejandro Martín, curador del Museo La Tertulia. Este año, en reemplazo de Martín, ingresó Sylvia Suárez, artista, doctora en Historia del Arte de la Universidad Nacional y curadora independiente, quien tuvo que enfrentarse junto con Roca a dos grandes desafíos: que una de las artistas no estuviera viva e intentar traducir las performances en un lenguaje editorial.

Pero al final, después de un esfuerzo colectivo valió la pena y el sentido de acercar a la gente al complejo lenguaje del arte contemporáneo está consagrado en las palabras que dice Suárez: “Todos los días vivimos con imágenes provenientes de la publicidad, la televisión, el internet, que nos están marcando las mismas coordenadas de la existencia. Lo que distingue al arte de los otros reinos de producción de imágenes es que no intenta reproducir esa lectura de la existencia, sino justamente darnos otra distinta”. Y una manera de apreciar esa mirada diversa es conociendo lo que hacen los artistas colombianos contemporáneos más sobresalientes.

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