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octubre 1, 2025
Cine y TV Cultura

Perdidos en el Amazonas: por primera vez, la historia es contada por los niños que sobrevivieron 40 días en medio de la selva

La revista Diners conversó con el codirector del documental Perdidos en el Amazonas, Juan Camilo Cruz, quien pudo hablar con los cuatro hermanos indígenas que sobrevivieron 40 días en la selva. El documental está en Disney +.
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Revista Diners

Ya han pasado dos años y aun parece increíble la historia de los cuatro niños que sobrevivieron 40 días en la selva más tupida, misteriosa e inexplorada del mundo, la selva amazónica. El documental Perdidos en el Amazonas , disponible en Disney+, por primera vez cuenta la historia desde la voz de los niños, y es que los protagonistas de esta historia no pueden ser otros más que los cuatro hermanos: la intrépida Lesly Jacobombaire Mucutuy de 13 años que recurrió a sus conocimientos ancestrales como miembro de la etnia uitoto para guiar a sus tres hermanos –Soleiny, de 9 años; Tien, de 5; y la pequeña Cristin hasta que fueron encontrados. Esta es una historia sin acabar que podrá ser contada de muchas formas, pero una que siempre fue necesaria desde un inicio fue que sea contada desde la voz desde los mismos protagonistas, los niños, esas voces que muchas veces dejamos abajo pero que en realidad son las que nos muestran el horizonte.

De ahí que este documental, realizado por National Geographic Documentary Films y los realizadores E. Chai Vasarhelyi y Jimmy Chin, ganadores en los Premios Oscar, junto con el director Juan Camilo Cruz, ganador en los Premios Emmy, es el primero que logra recoger de primera mano las voces de Lesly y sus hermanos. (Le puede interesar: Araracuara, un paraíso ancestral en el corazón del Amazonas ) Animación de Tien, Lesly, Cristin y Soleiny en la selva. Foto: National Geographic) En la revista Diners tuvimos la oportunidad de conversar con Juan Camilo Cruz, quien tuvo el acercamiento a los niños. Esto nos contó. ¿Cómo están los niños? Están felices de estar de vuelta con su familia materna. Finalmente, después de dos años bajo custodia del ICBF, se resolvió el caso de Manuel, que es el padrastro, y era importante tener eso resuelto. Les pasó esa tragedia: vivir la caída del avión, la muerte de su mamá, 40 días en la selva y luego estar dos años bajo la custodia del ICBF. Volver a estar en los brazos de su familia materna creo que es algo bueno. ¿Cómo fue el acercamiento a los niños? ¿Cómo lo lograste? Fue un proceso largo y arduo de trabajo con el ICBF, de establecer una propuesta muy clara de lo que queríamos hacer, cómo lo queríamos hacer y quién era el equipo detrás de esto. Somos un equipo que ha trabajado antes con niños; yo he hecho películas en Afganistán y Venezuela con niños, y mis codirectores también tienen experiencia con ellos. Además, con Disney y NatGeo, productoras con mucha experiencia en estos temas, presentamos un proyecto donde nos acercamos involucrando psicólogos, psiquiatras y todo un proceso de acercamiento. Toda una estrategia que nos permitió poco a poco ganar la posibilidad de hablar con los niños.

¿Cómo fue el primer acercamiento? A través del juego y el apoyo psicológico, yo siempre estuve acompañado por psicólogos y psiquiatras, tratando de ganarme la confianza de los niños de manera sincera. Siempre hago documentales acercándome a la gente porque es lo que me gusta; no hago documentales a domicilio. Me gusta involucrarme sinceramente, conocer a los niños, entenderlos y tener el privilegio de decir que los conozco y que me aprecian. Todo el equipo que se acercó tuvo entrenamiento de psiquiatras y del ICBF para poder estar en contacto con ellos. Fue un rodaje de mínimo impacto, en su mayoría realizado por mujeres. Lo hicimos con mucho cuidado, pensando siempre en que los niños pudieran estar cómodos para contar su historia y que esta se diera desde la lógica que ellos manejaban en su proceso psicológico. Fue un proceso muy natural, bonito y riguroso, del que me siento muy orgulloso. Ver esta publicación en Instagram Una publicación compartida de Comisión Fílmica Colombia (@comisionfilmicacolombia) A los niños se les suele quitar del panorama siempre, por el adultocentrismo en el que vivimos… Yo creo que nosotros tenemos más que aprender de los niños que ellos de nosotros. Los niños tienen la misma percepción que un animal: quién es bueno y quién es malo, quién se acerca con buenas o malas intenciones. Yo tuve la fortuna de acercarme a ellos con esa transparencia y con amor.

Lo hice con amor, tratando realmente que su perspectiva fuera lo más importante y darles la voz. Oímos las voces duras de los congresistas, pero no de los niños, ni de los indígenas, ni de la gente… Esta es la historia de la voz de ellos. ¿Qué le sorprendió, qué le maravilló de hacer este documental ‘Perdidos en el amazonas’? Los niños, sin duda. Lo más maravilloso de esta experiencia, como sabes, fue enorme; implicó al ejército, a los indígenas, a la familia, pero cuando tuve por fin la oportunidad de hablar con los niños y conocer su perspectiva —que es lo que se ve en la película además de muchas otras cosas— fue lo que más me impresionó. Aunque los niños tuvieran la capacidad de sobrevivir en la selva, eso es algo absolutamente impresionante, y está conectado con lo que dices: ellos vienen de un lugar como Araracuara y de la cosmología indígena. Toda esta vivencia que han tenido, de vivir ahí, de conocer la selva y sus dinámicas, fue lo que les permitió finalmente tener las herramientas emocionales, logísticas y estratégicas para sobrevivir. Es impresionante. Al mismo tiempo, ver que son frágiles y fuertes, que tienen un conocimiento muy distinto al mío y al tuyo, y la potencia de haber tenido el privilegio de conocerlos fue lo más potente de toda la historia.

El grupo de búsqueda indígena y el ejército colombiano participaron juntos de la búsqueda de los niños. Foto: cortesía National Geographic. Foto del equipo de rescate indígena.

Un privilegio poder hablar con estos niños que pasaron por cosas tan difíciles… Uno piensa en un lugar donde estaban los niños, y ha visto los helicópteros, los indígenas, pero estos eran cuatro niños sin zapatos, uno bebé, cuya mamá se acababa de morir. Acababan de sobrevivir a la caída de un avión y venían de una situación difícil, porque mucha gente no se ha preguntado: ¿por qué estaban en el avión? Esta película va a responder eso. Venían de una tragedia muy fuerte. Para mí que hayan pasado por todo esto y hayan podido sobrevivir es lo más especial, y el privilegio más grande que tuve fue poder hablar con los cuatro y ver lo hermosos y potentes que son. ¿Cree que realmente hay algo místico detrás de lo que sucedió? Sí, siento que hay algo que va más allá de nuestro entendimiento, que sucede en la selva y que los indígenas conocen y entienden. Porque al fin y al cabo, ¿quiénes somos nosotros para definir qué es y qué no es? Cuando estás en la selva, en el Amazonas, sientes que no eres parte de ese lugar; uno se siente como un mosco en leche, pero para ellos es su hábitat. Ellos forman parte de toda esa articulación natural que ocurre en ese espacio, y tienen una interpretación muy distinta. Antes de entrar a la selva pedimos permiso con rezos, y el primer momento en que encendimos la cámara apareció una mariposa azul enorme y espectacular frente al lente. Pasaron cosas de ese estilo. Por ejemplo, cuando queríamos grabar escenas de lluvia para las recreaciones, usamos unos aparatos y empezó a llover.

Hay cosas de la selva que no entendemos y no vamos a entender. Los indígenas, los militares y los niños, más allá de estar en la selva, sintieron un entendimiento más profundo, algo que sí existe, que está más allá. ¿Qué aprendió usted de esta experiencia? Sin duda, aprendí el respeto a la selva. En un país como Colombia, donde casi una tercera parte es selva, donde habita mucha gente con gran conocimiento y poderes especiales que desconocemos, acercarme no solo a los niños sino a toda esa gente que habita ese territorio me hizo valorar el Amazonas y su conocimiento. Esto puede ser algo importante y poderoso para nuestro país y el mundo entero. El Amazonas ahora está en Juan Camilo de una manera especial. ¿Por qué importante? En un país tan dividido y difícil como este, donde la polarización es parte del día a día, esta historia es una metáfora de lo que puede estar bien: cómo dos mundos opuestos, como el ejército y los indígenas, y el conocimiento indígena en particular, en pro del futuro que son los niños, pueden convivir y estar mejor. Fue bonito recuperar la confianza en que sí se puede. Creo que debemos darnos la oportunidad de creer que las diferencias no tienen que ser muros, sino que podemos complementarnos y, en pro de la niñez y un país mejor, empezar a dejar atrás un pasado traumático y valorar lo que tenemos: una selva espectacular, niños maravillosos. Aquí confluyeron muchas cosas especiales. Eso es la esperanza que me volvió, y creo que eso es importante en un país tan difícil como el nuestro.

La magia existe, está ahí; el realismo mágico existe. Es difícil mantener la esperanza en un mundo como este, pero historias como esta dan una luz… Es una locura, pero por eso siento que esta película nos ayude a recuperar la esperanza un poco; la esperanza en el otro, en la diferencia y sobre todo en los niños, porque ellos no merecen vivir en estos lugares difíciles. Ojalá podamos construir un mundo mejor para ellos, donde estén tranquilos, sanos y felices, y aprovechen la riqueza de esta tierra donde estamos. Tener una porción del Amazonas es una riqueza absoluta. Yo he vivido fuera del país, en Afganistán, he viajado por el mundo y estado en lugares donde no hay nada. La selva que tenemos es algo absurdo, y no solo la selva, sino las montañas, los mares y la riqueza de la diversidad de gente que tenemos. Este es un país exageradamente rico, pero lo olvidamos porque prima el odio. Ojalá esta película nos permita darnos cuenta de eso. (Siga leyendo: Hija del Volcán: la niña colombiana que terminó adoptada por una familia española )

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