Publicado originalmente en Revista Diners de octubre de 2001. Edición número 379
El Corán de hoy, el que provoca muertes y se confunde con la infamia no fue el que escribió y después dijo Mahoma en sus predicaciones. S nos ocurre impensable que su sentido guerrero corresponda a las amenazas y destrucciones masivas que ahora provoca a manera de terrible catástrofe. La mitología es la locura de los dioses, según Goethe. Pero según él, son los hombres los que han creado las mitologías. Cuando un gran escrito se expande entre las multitudes y el tiempo, y más su carácter es religioso, deja de ser lo que realmente constituye para formar la realidad que hacen de él sus lectores. Desde el punto de vista de quien lee, existen infinitas clases de libros, y más si habla de los clásicos. Además, las obras que primero fueron tradición oral, de alguna manera estuvieron sometidas a las variaciones de quienes las repitieron de generación en generación.
Sin embargo, insistimos en que hay muchas lecturas posibles para un texto como el Corán, por ejemplo la del libro de la guerra que fue expresión común de la época primitiva. Esta se enuncia en versículos como los siguientes: iQue no crean los infieles que van a escapar! !No podrán! ¡Preparad contra ellos toda la fuerza, toda la caballería que podáis para amedrentar al enemigo de Alá y vuestro y otros fuera de ellos, que no conocéis pero que Alá conoce! Y no penséis que quienes han caído por Alá hayan muerto. ¡Al contrario” Están vivos y sustentados en el señor. Sus versículos se convierten en aforismos de un discurso repetitivo que se da en aspectos como la referencia a la muerte. Tales reiteraciones ratifican su sentido oral y la forma como se ha modificado en el tiempo.
Según Borges, en su lectura interpretativa, para los teólogos musulmanes el Corán es anterior a la creación del mundo, y los árabes lo consideran previo al lenguaje. Por eso sus palabras no son obra de Dios sino atributo de Dios como la justicia, la misericordia y su infinita sabiduría. Así Mahoma, como autor del Corán, representa la vida de la verdad, el Profeta que todos deben seguir. Escrito después de la Biblia, tiene más arraigado el sentido mesiánico y por lo tanto cierra el ciclo de la profecía y la revelación. Quiere decir que nadie más lo podría rehacer en adelante, debía ser único como ocurre con los referentes de Dios. Recogió todas las tradiciones de su tiempo para ponerlas al servicio de Alá, sin reparar su origen hebreo, cristiano y gnóstico. Por eso su mensaje reúne información del Talmud, el libro de los hebreos, y la Biblia, el de los cristianos. Sus primeros versículos fueron revelados en el año 610, y los últimos en el año 632. Quiere decir que fue entregado por partes, de tiempo en tiempo. Una vez completado vino a ser el manifiesto y la constitución del islam. Y quisiéramos pensar que así se ha mantenido desde entones. Pero no es posible porque une la religión y la política con la carga emotiva de estos dos conceptos.
De hecho, los árabes son pueblos que siempre han vivido en plan de conquistas y dominios. Sin duda heredaron la expectativa del gran rey que no vieron llegar los hebreos como un Señor que debe imponer su ley en lo personal y lo colectivo. El Corán se encuentra escrito al revés de acuerdo con la escritura árabe de derecha a izquierda. Es decir, es necesario comenzarlo por lo que para nosotros es el final. Julio Cortés, editor de la publicación en español, que representa al lector creyente, dice que es el libro de las bendiciones. Que el enviado sea testigo de vosotros y que vosotros seáis testigos de los hombres. Así este versículo impone a sus fieles transmitir el mensaje del islam.
Corán, Korán, viene de Kora, leer, enseñar. Se trata de la verdad que debe ser leída o enseñada. El Corán es la palabra divina, el gran poder, la fuerza de un Dios que mueve el mundo. Y con Las mil y una noches hace parte de las grandes creaciones del fabuloso y legendario genio árabe, verdaderos retratos de su vida y su pensamiento. Existe una gran relación entre el Corán y Las mil y una noches, ambos provienen de la misma fuente, de la palpitación del mismo aliento. Incluso muchos autores consideran a esta última como desarrollo del Corán.
No obstante, los árabes se quedaron en el pasado, atados a lo que consideraban sus verdades. Y no dejaron que surgieran otras opciones. Por ello su incapacidad para entender el mundo moderno, sus nuevos lenguajes y normas de convivencia. Islam significa sumisión a Dios. Símbolo de ello son sus mujeres con el rostro cubierto como si negaran su propia existencia. Esto explica el juicio a Salman Rushdie por imaginar un capítulo de lo que podría ser una nueva versión de Las mil y una noches.
Como los mensajes de todos los credos, el Corán se propone formar buenos musulmanes, corroborar en su fe a los creyentes y alejar a los idólatras. Así la religión se convierte en acto de locura y fanatismo, apoyado por un pensamiento dogmático. Se supone que es la divinidad la que habla en todo momento. Esto último se repite en no pocas ocasiones. La ley de Moisés había sido la regla por un tiempo de la conducta humana. Después, con Jesús, llegó el Evangelio. Pero según los árabes, este debía ceder su lugar al Corán, más completo y explícito, y que intentaba corregir los errores de los adeptos, la consumación de la ley a través de ordenamientos concretos no tan frecuentes en los textos de las demás religiones. Después de él ya no habría más revelaciones divinas. Mahoma era el último, el más grande de los profetas enviados para dar a conocer la voluntad de Dios.
Nos llama la atención otra lectura, la de La vida de Mahoma, de Washington Irving, nacido en Nueva York en 1783 y muerto en la misma ciudad en 1859. Por la época romántica a la que corresponde, toma el texto en su sentido ideal. Hace énfasis en aspectos como la justicia: Haz con el otro lo que quisiera que él hiciera contigo. No obres injustamente con los otros y no serás tratado con injusticia. Sabemos que a gran parte de la humanidad de este comienzo de siglo, le gustaría que esta fuera la lectura de los actuales musulmanes. Concepción diferente, la relacionada con Las mil y una noches, y cercana a Borges que lo hizo inolvidable, Cansinos Assens en su gran estudio introductorio. En este caso, es necesario ver el Corán como parte de la historia y la cultura árabe representada por una o varias épocas.
El mencionado libro constituye el deber. Los reyes orientales siempre llenos de preocupaciones políticas y domésticas, padecen de insomnios. Por eso el cuento les da reposo y les piden a los recitadores de historias estar a su lado. Las mil y una noches son escape para el guerrero, según el mencionado crítico. En fin, con estas palabras, como miembros del planeta, nos hemos sentido llamados a defender la supervivencia humana. El ser humano no puede resignarse al apocalipsis.