Envejecer suele asociarse con la pérdida de memoria y la disminución de las habilidades cognitivas. Sin embargo, un grupo de investigadores de la Universidad Northwestern en Chicago ha demostrado que no siempre es así. Desde el año 2000, el Programa SuperAging ha estudiado a casi 300 personas mayores de 80 años que conservan una memoria comparable a la de alguien 20 o 30 años más joven. Estos casos, poco comunes pero reveladores, ofrecen nuevas pistas sobre cómo funciona el cerebro y qué podría protegerlo del deterioro asociado a la edad. El análisis más reciente, publicado en la revista Alzheimer’s & Dementia , examinó datos recogidos durante 25 años. Entre pruebas cognitivas, resonancias magnéticas y autopsias de cerebros donados, los investigadores encontraron diferencias significativas entre los llamados “superancianos” y el promedio de adultos mayores. Es por eso que en Diners le contamos cuáles fueron esos hallazgos y cómo podrían ser útiles para una vejez más sana. ¿Qué encontraron los investigadores? El hallazgo central es que los “superancianos” conservan la memoria episódica -es decir, la capacidad de recordar experiencias pasadas- al nivel de personas mucho más jóvenes. En resonancias magnéticas, su corteza entorrinal, la región que controla la memoria, aparece menos reducida por la edad y con neuronas más grandes y saludables.
De hecho, al comparar seis cerebros de “superancianos” con cerebros de adultos mayores promedio, pacientes con Alzheimer incipiente y personas jóvenes, los investigadores confirmaron que las neuronas de los primeros no solo eran de mayor tamaño, sino que estaban mejor preservadas. Otro descubrimiento clave tiene que ver con las proteínas vinculadas al Alzheimer. Mientras los cerebros de adultos mayores suelen mostrar abundantes ovillos de tau y placas amiloides, los superancianos tenían muchos menos ovillos de tau, aunque la cantidad de amiloide era similar. Esto sugiere que las terapias que hoy se enfocan solo en atacar las placas podrían estar dejando de lado un factor importante a tener en cuenta. Además, los superancianos presentaban un mayor número de neuronas von Economo, un tipo de célula nerviosa relacionada con la empatía y el comportamiento social, lo que apunta a que su resistencia al envejecimiento también está ligada a la manera en que se relacionan con otros.

En conjunto, estos resultados respaldan la hipótesis de que algunos cerebros cuentan con mecanismos estructurales de protección desde el nacimiento. Pero la investigación también busca identificar qué procesos celulares y moleculares mantienen esas neuronas fuertes con el paso de las décadas, con la esperanza de que ese conocimiento se traduzca en tratamientos contra la demencia. ¿Quiénes son los superancianos? El programa de Northwestern define como superanciano a toda persona de 80 años o más que, en pruebas estandarizadas de memoria diferida, obtiene resultados equivalentes a los de individuos de entre 50 y 60 años. Más allá de simplemente tener buena memoria, se trata de un desempeño muy superior al esperado para su edad, tanto en cantidad como en precisión de los recuerdos. Actualmente, 101 participantes activos -entre 81 y 111 años- forman parte del estudio. Aunque la prevalencia exacta no está clara, son casos poco frecuentes. En el reclutamiento inicial, solo el 10 % de los voluntarios cumplía los criterios. Algunos superancianos llevan estilos de vida saludables y activos, pero otros han tenido trayectorias difíciles, incluso con hábitos poco recomendables.

En todo caso, lo que los une es que su capacidad cognitiva no se deteriora al ritmo de la mayoría. Para los científicos, cada historia personal (deportistas, artistas, profesionales o personas comunes), ayuda a construir una imagen más completa de cómo se sostiene un cerebro excepcionalmente joven a edades avanzadas. Por otro lado, tenemos la genética. Se sabe que variantes como el gen APOE4 aumentan el riesgo de Alzheimer, y muchos superancianos no lo tienen. La gran incógnita es si, además de carecer de genes de riesgo, poseen genes protectores que fortalezcan las conexiones neuronales o los sistemas de defensa del cerebro. Entender esa parte es una de las prioridades del equipo de investigación aún hoy. ¿Podemos aprender algo de ellos? Aunque no existe una fórmula garantizada para convertirse en superanciano, los investigadores destacan patrones que parecen ayudar a conservar la memoria. Uno de ellos es la vida social activa. Ninguno de los participantes estudiados vive aislado: la mayoría mantiene vínculos fuertes con familiares, amigos o comunidades.

Las neuronas von Economo más abundantes en sus cerebros sugieren que la interacción social podría tener un papel directo en la resistencia cognitiva. Por otro lado, los hábitos de salud también cuentan. Ejercicio regular, alimentación equilibrada y sueño suficiente aparecen con frecuencia en los relatos de “superancianos” como Sel Yackley, una mujer de 85 años que canta en un coro, hace ejercicio varias veces por semana y dedica tiempo a proyectos creativos. No obstante, los científicos advierten que estos factores no explican todo y que incluso personas con estilos de vida menos saludables pueden entrar en la categoría. La clave parece ser una combinación de genética, ambiente y actitud frente a la vida. Para el resto de la población, la recomendación es mantenerse activo física y mentalmente, buscar actividades que generen propósito y mantener conexiones sociales sólidas. Estos pasos no garantizan la memoria de un superanciano, pero sí reducen el riesgo de deterioro cognitivo y ofrecen mayor calidad de vida en la vejez. También le puede interesar: ¿Sabe cuál es el desayuno apropiado según su edad? La respuesta seguro le sorprenderá