En tiempos en los que la productividad parece religión y el multitasking un mandato, Severance irrumpió en Apple TV+ para dinamitar con sutileza la ilusión de separar trabajo y vida personal. Aquí, la oficina funciona como quirófano, la luz blanca sustituye a la anestesia y la promesa de equilibrio se deforma en un laberinto corporativo sin salida. Lo que comenzó como una sátira minimalista se terminó consolidando como uno de los fenómenos televisivos más potentes de la década: un maratón irresistible, una conversación cultural y, por supuesto, un imán de premios.



La serie ha recibido 27 nominaciones a los premios Emmy (la ceremonia de premiación fue justo después del cierre editorial), cifra que resume el vértigo de la fama alcanzada y todo un récord para una producción de streaming. En una conversación con Diners, Adam Scott el centro emocional de la historia explicó con humildad cómo vive este éxito: No lo sé. Lo que sé es que pusimos todo de nosotros en esto. Reuní todo lo que aprendí en 30 años y lo vertí en la serie; después, solo puedes dar un paso atrás y esperar lo mejor. Algunas veces no funciona o la gente lo aprecia cinco años después. Se siente bien que a la gente le guste ahora; es algo nuevo para mí, afirmó el actor de 52 años, oriundo de Santa Cruz (California).



Ahí está la clave del fenómeno: Severance no se concibió como tendencia pasajera de redes sociales, sino como una obra meticulosamente ensamblada para resistir el tiempo. En pantalla, el procedimiento que separa recuerdos laborales de los personales es un recurso de ciencia ficción; fuera de ella, se convierte en espejo de nuestras pequeñas fracturas cotidianas: el yo que responde correos a medianoche, el yo que esquiva conversaciones difíciles, el yo que se refugia en el piloto automático. La propuesta de Dan Erickson, un guionista hasta entonces desconocido, parecía arriesgada: una serie que mezcla sátira laboral, drama psicológico y ciencia ficción en clave minimalista. Ben Stiller, [TRUNCADO]