El poder de las mujeres paisas

Son ejemplo de coraje, tenacidad y empuje. Ellos llevaron a cabo la única guerra que en Colombia no ha derramado una sola gota de sangre. Las mujeres paisas construyeron la ruta de un liderazgo al que todavía hoy se le rinde tributo.
 
El poder de las mujeres paisas
Foto: Unsplash/ CC BY 0.0
POR: 
Constanza Morales Arias

Publicado originalmente en Revista Diners Ed. 386 de mayo de 2002

Ninguna mujer de Colombia es capaz de negarlo. Las paisas son las mejores madres, las profesiones más brillantes y las esposas más consagradas. La razón no está en una complicada fusión de teorías existenciales. Es un argumento simple y certero.

“La mujer antioqueña dejó de ser la figura servil venerada por los hijos y el marido, para seguir siendo reverenciada por su papel de mujer independiente que empuja a los suyos a salir adelante”, afirma Magdala Velásquez, autora de la obra Las mujeres en la historia de Colombia.

Gracias a este cambio trascendental en su entorno de vida, las paisas hicieron de Antioquia un semillero envidiable de talentos que han colocado a Colombia en un lugar muy alto dentro de las grandes ligas de la humanidad.

Nuestro país se destaca en la comunidad internacional por haber contado con la primera mujer en toda América Latina en ocupar el cargo de ministra de Relaciones Exteriores. La esquina norte de Sudamérica también cuenta con una atleta ganadora de una medalla olímpica, un pianista de raza negra aclamada en todo el mundo y una activista que se convirtió en el símbolo de los defensores de los derechos humanos en el tercer mundo, por medirse a conducir los destinos de un pueblo del Urabá donde la violencia era el único lenguaje. Nuestro país ganó admiración en la historia por graduar su primera profesional antes de la década de 1940.

También Colombia se enorgullece de que en su suelo nacieran mujeres como la que siendo primera dama de la nación se atrevió a abogar por el derecho al voto femenino, la pintora que aun en medio del radicalismo de los primeros años del siglo XX se atrevió a pintar los cuadros de mujeres desnudas y la única mujer que logro revolucionar el mercado de la exportación en Colombia desde el Ministerio de Comercio Exterior.

Fueron las colegialas colombianas de los años treinta las que primero se rebelaron contra la desigualdad educativa y también las que a principios de los años ochenta fueron abriendo camino a la belleza colombiana en las pasarelas internacionales. Todas estas mujeres que le han dado gloria y reconocimiento al país nacieron en Antioquia.

Una huella indeleble

Las paisas dejaron de ser esas curtidas matronas de casa de los comienzos de la historia colombiana, pero su liderazgo y firmeza siguen destacándolas como el centro del hogar y el principal apoyo de sus esposos en la tarea difícil de realizar familia Nada queda en ellas.

En el servicio de la madre, entre otras cosas, en el momento de la preparación de las actividades para su numerosa familia, repitiendo el rosario con sus hijas y esperando al marido para servirle mejor plato en la mesa y prepararle la cama para su merecido descanso. Pero si algo sigue distinguiendo a la mujer.


Esmeralda Arboleda de Uribe, acompañada de Alberto Lleras Camargo, cuando firma su nombramiento como ministra de comunicaciones. Foto: Archivo Diners.


La esposa antioqueña de hoy, aunque más independiente y exitosa fuera de su hogar, conoce y respeta la tradición de la identidad como el soporte del hombre, la respuesta de la familia y la poseedora de esa extraña pero poderosa La capacidad de alentar al marido en los momentos difíciles y saberlo frenar en las decisiones equivocadas.

Las paisas demuestran cada día más su potencial para organizar una casa, una oficina, un consulado o la misma Presidencia de la República. El talante emprendedor de la mujer criada bajo el abrigo del valle de Aburrá no distingue raza ni condición social.

Desde Rosario Tijeras, la joven marginal que protagoniza la historia escrita por Jorge Franco, hasta la bella modelo Natalia París, pasando por la admirable ex ministra de Comercio Exterior y actual embajadora en Francia, Martha Lucía Ramírez, el espíritu guerrero sigue siendo el mismo y su capacidad para ser el centro alrededor del cual gira su familia aún le pertenece.

Una cosa es segura, las paisas continúan siendo arrieras como esas primeras mujeres descalzas, hambrientas y sudorosas que a punta de coraje desafiaron junto a los hombres la soberbia de la Montaña y ofrecieron sus brazos para cargar recién nacidos y abrir caminos de herradura.

La región antioqueña fue la cuna de María de los Ángeles Cano Márquez, una de las paisas más célebres que ha dado Colombia, que sin pedir permiso a la sociedad pacata y moralista de los años veinte, irrumpió en espacios que eran vedados a la mujer. María Cano tomó las tribunas y se convirtió en una implacable líder sindical que denunciaba las injusticias y que soportó con admirable valor la represión y la cárcel.

Cuenta con una primera dama de la nación tan aguerrida e incisiva como doña Bertha Hernández de Ospina, esposa del presidente conservador Mariano Ospina Pérez, que ponía y quitaba candidatos con la beligerancia de su pluma en el diario La República.


Bertha Hernández con el astronauta Neil Amstrong. Su labor como primera dama incidió en el voto a la mujer. Foto: Archivo Diners.


Dio a luz el prodigioso talento de Débora Arango, perseguida por quebrantar los cánones de la pintura femenina, al dibujar mujeres desnudas. Y cuenta con la sangre musical de Teresita Gómez, insignia de las paisas de Urabá, que a punta de sacrificio y constancia le demostró a una sociedad que solo permitía a los blancos el privilegio de conocer el arte, que sus manos expertos, negras y humildes también eran capaces de hacer reír y llorar a las teclas de un piano con melodías sublimes.

En Antioquia igualmente se graduó la primera profesional del país, Mariana Arango Trujillo, que recibió el título de odontóloga de la Universidad de Antioquia en 1937 y surgió la antropóloga más valiosa que ha tenido la academia, doña Virginia Gutiérrez de Pineda, vigente todavía por sus investigaciones sociales sobre la familia y la mujer.

Como una ráfaga de valentía y coraje el paso triunfante de las mujeres paisas se extiende y se derrama sobre el crisol de nuestra realidad nacional. El papel que antioqueñas como la senadora Piedad Córdoba, activista de los derechos humanos; Ximena Restrepo, única corredora que ha ganado una medalla olímpica para Colombia; Noemí Sanín y María Emma Mejía, la primera como pionera en la Cancillería, y la segunda como prolongadora de ese liderazgo femenino en el poder, constituye no solo una honorable carta de presentación para las antioqueñas, sino que al mismo tiempo eleva su condición de líderes, cuando se da una mirada a la calidad de la lucha que han protagonizado en el marco de una sociedad patriarcal y radicalmente moralista, como lo fue la región antioqueña hasta mediados del siglo XX.


Débora Arango, controvertida e irreverente. Foto: Archivo Diners.


Somos pujantes

Han sido muchas las actividades que en el transcurso de la historia ha tenido que desempeñar esa mujer emprendedora y pujante para poder alcanzar un nivel de independencia cada vez mayor y así penetrar en diversos campos, que antaño eran patrimonio exclusivo de los hombres.

Ayer levantaron varones capaces de cultivar los sembrados y educaron a sus hijas para que fueran buenas esposas. No ayudaron a levantar las vigas ni las columnas de concreto que distinguen a la capital industrial de Colombia, pero supieron convertirse en el hierro fundido que sostenía a toda una raza emprendedora.

Hoy como ejecutivas, empresarias, dirigentes gremiales, ministras, activistas, artistas y modelos, pero siempre desde el hogar, siguen perpetuando esa saga de liderazgo y coraje que las distingue como antioqueñas.

“A las mujeres paisas no educaron para ser buenas en todo: en los oficios de la casa, en la cama, en el colegio, en la cocina y en la crianza de los hijos. Se trataba de aprender a no doblegarse jamás”, dice Gloria Cuartas, ex alcaldesa de Apartadó, destacada por su trayectoria profesional a favor de los derechos humanos y del respeto a las libertades femeninas en Colombia.

Según esta paisa nacida en Sabaneta, pueblo clavado en el espinazo del occidente antioqueño, con una educación marcada por las dificultades económicas, pero fundamentada en el amor filial de figuras femeninas como su abuela, sus tías y profesoras de escuela, “El liderazgo de las mujeres paisas también esconde el sufrimiento de muchas generaciones femeninas que no gozaron de una educación libre que les permitiera decidir sobre la maternidad o sus derechos sexuales”.

La ruta de las paisas se asimila en este sentido a la de los arrieros que fueron abriendo caminos y penetrando en terrenos hostiles como los que surcaban las dos vertientes de las cordilleras Central y Occidental, alrededor de Santa Fe de Antioquia y el valle de Aburrá.

“El espíritu de lucha de las paisas nace en las dificultades para levantar cabeza en un pueblo machista. La mujer antioqueña ha tenido que ganarse un espacio que todavía no se le ha reconocido, porque a pesar de que son excepcionales las mujeres destacadas en altos cargos, hoy existen miles de mujeres sencillas como empleadas, amas de casa, mujeres cabeza de familia, trabajando el doble para conseguir la mitad”, afirma Pilar Velilla, una de las antioqueñas con su labro al frente del Museo de Antioquia se ha convertido en ejemplo y orgullo de la capital paisa. Este periodista y cronista, que sabía encontrar el alma de sus personajes en cada reportaje, asumió hace cinco años la dirección del museo y desde allí ha trabajado para convertir a Medellín en una ciudad cultural que se educa desde el arte.

La lucha de estas paisas emprendedoras que renunciaron a su condición sumisa e imitaron a las primeras mujeres lanzándose a irrumpir en espacios prohibidos para ellas como la universidad y el trabajo antes que la maternidad, se convirtió en un camino de pruebas inclementes que no obstante, descubrieron ante los ojos de una región entera, la fuerza de una mujer nacida y educada para enfrentar las pruebas más inclementes.

La historia de la niña negra hija de los celadores del Instituto de Bellas Artes de Medellín que ha hecho vibrar los auditorios y las salas de conciertos de Europa y el mundo con su música, es el símbolo de ese espíritu temerario que le inculcaron a la mujer paisa desde muy niña.

A pesar de haber nacido en un hogar humilde en el que apenas alcanzaba el dinero para comer, Teresita Gómez Pasó por encima de la regla de la discriminación racial que imponían los círculos de poder antioqueños y a punta de talento y sacrificio consiguió una beca primero en el Instituto de Bellas Artes y después en la Universidad de Antioquia para aprender a tocar piano.

Hoy es una de las mujeres que más valor tiene para la tierra antioqueña. Con una asombrosa carrera musical que le mereció el summa cum laude en piano, Teresita Gómez al recordar el rosario de dificultades y rechazos que por el color de su piel tuvo que vivir en la Antioquia conservadora, deja escapar una sencilla reflexión que habla más del amor y el arraigo que tienen las paisas por su tierra que de las prohibiciones a las que fueron sometidas a mucho tiempo.

“La Montaña sabe rendirse e hincarse para rendir honores a una paisa emprendedora y capaz, no importa en qué parte haya nacido ni en el dinero que tengan sus padres en los bolsillos. Mi triunfo como pianista es una muestra más de esa fuerza de empuje que reside en la tierra, en las frutas, en el aire y en la gente que habita en el valle de Aburrá.

Hijas de una misma alma

Hoy las paisas de clase alta, media y baja, profesionales y campesinas, amas de casa y ejecutivas, ricas y pobres, controlan su mundo y siguen siendo las que distribuyen el dinero y conocen las prioridades de la familia, a pesar de que sea el hombre el que gane el sustento.

El acento de su liderazgo, su firmeza y su autoridad constituyen una huella indeleble que ni siquiera la pobreza puede borrar. Teresita Gómez asegurará que “el verdadero arrojo y la osadía que distingue a las paisas, lo ha podido apreciar en sus dimensiones reales cuando se ha desplazado hasta las comunas para tocar piano junto a las hijas de la miseria”.

La madre del capo más poderoso que ha nacido en Antioquia, Pablo Escobar, también reproduce el carácter de las antiguas arrieras.

Aunque de origen humilde, doña Hermilda Gaviria, madre de Pablo Escobar, siempre actuó como una verdadera matrona antioqueña. Según narra Alonso Salazar en su libro La Parábola de Pablo, “ella estaba siempre pendiente de los ingresos, de la distribución de las cosas, de los intereses económicos; sin que fuera narcotraficante era complaciente con lo que hacían sus hijos… y en algunos momentos azuzadora, alcanzó a dar gritos de desespero para se cobrara venganza…”.

Ni la sociedad antioqueña ni Colombia entera olvidaran la imagen de una mujer serena y templada, que apareció ante las cámaras de los noticieros horas después de haber conocido la noticia de que su hijo había caído abatido en un tejado de Medellín por las balas del Bloque de Búsqueda.

Doña Hermilda cerró el ciclo de vida de su hijo más amado diciendo que “una madre antioqueña debe encarrilar a sus hijos por el camino del bien y si Dios les da dinero a ellos y ellos lo saben compartir, Dios y su madre les perdonaran lo malo que hayan hecho”.

Las paisas de la mañana

El gran salto que consolidó a las paisas como mujeres exitosas fuera del hogar y al mismo tiempo las convirtió en el paradigma de madre moderna que no se descuida a sus hijos ni a su esposo, tiene su impulso en la llegada de ejército de muchachitas antioqueñas a la universidad, hacia finales de los años sesenta.

Al respecto, la historiadora Magdala Velásquez afirma que “La universidad permitió a las antioqueñas dejar de considerarse serviles y entregadas y les dio el boleto de entrada a una vida como la que tienen hoy: madres ejemplares, profesionales brillantes espléndidas esposas”.

Paula Andrea Betancourt, ex virreina universal dela belleza, es la prueba de ese éxito cotidiano. Después de alcanzar el prestigio más alto en el pasarelas nacionales e internacionales, la antioqueña coronada como la segunda mujer más hermosa del mundo en 1994 y elegida junto con su esposo e hijos como la imagen de la familia modelo antioqueña, sacó a relucir su faceta de empresaria y a punta de constancia y disciplina logró posicionar su nombre como diseñadora de vestidos de baño y accesorios de playa.

Madre de tres hijos, Mateo, Salomé y Simón, la ex señorita Colombia cree que “concebir su trabajo en el modelaje como una verdadera profesión y proyecto de vida, le dado el criterio y las herramientas para arriesgarse y triunfar con éxito”.

         

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23 / 2019