Falleció la artista Sophia Vari, esposa de Fernando Botero

A los 83 años, la escultora griega, esposa desde hace más de 30 años del artista colombiano, murió por complicaciones asociadas al cáncer. En Diners recuperamos el siguiente reportaje de Pilar Calderón.
 
Falleció la artista Sophia Vari, esposa de Fernando Botero
Foto: En los últimos 30 años, la escultora griega ha sido la esposa del maestro Botero. / Foto. @banrepcultural,
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Pilar Calderón

Este viernes 5 de mayo, la artista griega Sophia Vari, esposa del maestro Fernando Botero durante los últimos 30 años, falleció a los 83 años debido a complicaciones asociadas con el cáncer.

A continuación recuperamos un reportaje que hizo Pilar Calderón tras una exposición de 15 esculturas monumentales en Cartagena y la donación de una de ellas a la ciudad.

Sophia Vari: Una mujer monumental

Aunque Sophia Vari lleva más de 35 años al lado de Fernando Botero –lo cual naturalmente la hace un personaje apetecible para los medios y la socialité tanto criolla como internacional – esta vez (como muchas otras) no se trata de Botero. Se trata de ella, de su obra. De esas imponentes esculturas con las que está recorriendo el mundo y del inmenso significado que tiene para ella y para su país adoptivo, Colombia, que hayan llegado a Cartagena y se hayan convertido en este fin de año en uno de los íconos de la ciudad.

Hace unas semanas está instalada en una pequeña casa de Rionegro, donde ella y Botero tienen desde hace algún tiempo, un pied-a-tèrre en Antioquia, la tierra del Maestro. Es una casa sencilla, que Botero le compró a ojo cerrado a una prima que tenía apuro de venderla. Cuando llegaron a verla, se encontraron con una hermosa casa tradicional antioqueña, llena de luz, de color y de ese inequívoco olor a la tierra de uno. La de Botero pero también la de Sophia, que no solo lleva más de tres décadas viniendo a Colombia y tiene pasaporte colombiano, sino que habla y siente el país como si fuera de ella. “Me siento colombiana y paisa”, dice. “He aprendido a querer este país a través de Fernando y de estar con la gente y conocerla”. Y ese sentido de pertenencia fue el que precisamente la llevó a dar un sí rotundo cuando su galerista en New York desde hace 25 años ¬ -la colombiana Nohra Haime que tiene ahora una galería en Cartagena- le propuso traer sus esculturas monumentales a la Heróica.

No era una tarea fácil. Traer más de una docena de esculturas cuya altura supera los 4 metros desde Europa, es una tarea compleja. Y lo es aún más ubicarlas en una ciudad como Cartagena, con plazas pequeñas llenas de restaurantes y comercios, y lograr que se sientan como parte de la ciudad. “Las esculturas se deben integrar a la vida de la gente, que la sientan parte de su cotidianeidad”, explica Sophia. “Y en Cartagena lo logramos”. Como prueba de ello menciona la actitud de uno de los vecinos del restaurante La Vitrola, que decidió pintar su fachada en los mismos colores de la escultura que quedó ubicada frente a su casa. Una de ellas se quedará para siempre en Cartagena. “Es un regalo a mi segunda patria, como el que le hice a Grecia”.

A sus 71 años, que no revela y tampoco niega, Sophia Vari es una mujer altísima y muy delgada, con una belleza que trasciende el paso del tiempo, pero sobre todo con una serenidad y una sabiduría interiores que hacen honor a su nombre. Cuando habla es fácil percibir en ella la inmensa pasión que siente por lo que hace y sobre todo, la infinita satisfacción por la vida que ha elegido, como artista y como mujer. Aunque viene de una familia de políticos –su abuelo fue Presidente de Grecia- desde muy joven supo que su camino era el arte. “Sentía que no podía respirar sin expresarme de alguna manera”. Pero encontrar el camino no fue fácil. “Quería hacer escultura, pero por lo que traía de la tradición de la escultura griega, me parecía dificilísimo. Por eso empecé con la pintura. Me parecía que era más fácil poner una tela y pintar sobre ella. Pero siempre fui un escultor que pintaba. Yo necesito tocar. Las mujeres somos más físicas que intelectuales”. A los 35 años y cuando aún estaba en la búsqueda de su camino como artista, conoció a Botero. “Llegó en el momento en que me podía realizar, alguien con quien podía hablar del trabajo, de mis dudas, mis luchas, una persona con la cual podía expresar las cosas más importantes de la vida. Me ha hecho dos regalos: su familia, y ganar mucho tiempo porque me ha ayudado a profundizar en mis técnicas. Ha sido el mejor maestro”.

Con Botero comparten no sólo su pasión por el arte sino también por la disciplina y la perfección. Todos los días del año, sin importar donde se encuentren ¬-Pietrasanta, Paris, Atenas, Montecarlo, Nueva York o Rionegro¬- trabajan entre 8 y 9 horas diarias. “Si no trabajo todos los días, pierdo el oxígeno. Es la única condición bajo la cual puedo existir. El ritmo y la rutina son muy importantes. La inspiración no le llega a uno sentado en la cama sino trabajando. Hay días con más inspiración y otros menos buenos, en los que hay que librar una batalla porque salga bien lo que se está haciendo”.

Botero tiene la misma rutina. En cada casa tienen un estudio. En el de Rionegro, no muy grande pero luminoso y con enormes claraboyas en el techo, Sophia está dedicada a terminar una serie de ocho pinturas en forma de circulo que harán parte de su próxima exposición en el Palacio de la Bolsa en Génova, Italia, a donde también llevará las esculturas que están en Cartagena. “Son ocho rotondas que se van a colgar del techo, realizadas con una técnica propia de acuarela sobre tela, similar a la del fresco, que requiere mucha precisión porque no se puede corregir nada”, anota. De los bastidores cuelgan dos de ellas, en tonos tierra, en las que Sophia trabaja simultáneamente. Para llegar a ese estadio, las obras pasaron antes por un proceso previo, estudiado y meticuloso de concepción, diseño y dibujo.

Luis Fernando Pradilla, galerista de Botero en Colombia, buen amigo de los dos artistas y quien llegó a Rionegro almorzar con ellos, se incorpora a la conversación. Es el interlocutor perfecto para hablar sobre la evolución artística de Sophia. “En mi época, en Grecia las mujeres no podían tener su personalidad, su trabajo. Por eso tome la decisión de expresarme en el arte. El arte me hizo libre. Empecé siendo figurativa, pero después de un tiempo, me sentí amarrada. Lo que más me interesaba era la armonía, el ritmo, la composición en el volumen y el espacio, y en la pintura figurativa no me sentía cómoda. Así que de un día para el otro pasé a ser abstracta, pero siempre soy geométrica”.

En su obra hay dos elementos fundamentales: el volumen y el color. “Tengo dos personalidades: me gustan los volúmenes, pero por el otro lado quiero simplificar. Con el color encontré la solución porque hago las esculturas con toda la monumentalidad y después con el color hago una segunda composición en la que busco la armonía”. Para Sophia, lo más importante es la armonía: “lo tengo en mi carácter, en mi manera de vivir, la llevo dentro de mi sangre”, dice. Y se nota en su forma de ser, de hablar y ante todo en su obra. Sophia tiene la virtud de inyectarle espirtu y vida a lo abstracto. En palabras del reconocido crítico de arte italiano Paolo Sgarbi: “Sophia le pone humanidad a la geometría”.

Pradilla, que la conoce bien, sabe que otra de las facetas de su arte es la joyería. “Para mí no son joyas sino pequeñas esculturas”, dice. Trabajadas a partir de modelos tan complejos como los de las esculturas monumentales, Sophia acostumbra modelarlas primero en materiales como plastilina. “La monumentalidad es cuestión de proporción y no de tamaños”, explica. Fundidas en oro, plata o ébano por los mismos fabricantes que trabajan para Cartier y Boucheron, las joyas de Sophia son piezas únicas que su hija Ileana Bouboulis (de su primer matrimonio) y la Galería Louisa Guinness se encargan de comercializar desde Londres. Este año, en abril, las expondrá en la Galería Contini de Venecia, una de las más reconocidas de la ciudad.

A pesar de su natural dulzura, a la hora de hablar de arte contemporáneo no puede evitar fruncir el ceño. “No quiero ser crítica, pero el arte de hoy es efímero. El arte debe ayudar a la gente a vivir, pero ahora cuando hablas de estética y armonía, te miran como un animal de otro planeta. Entre más chocante seas, mejor. Cada artista tiene sus convicciones, diferentes de las de los otros. Las mías están en contravía de lo que se hace hoy. A veces me siento sola y no aceptada porque no tengo un discurso contemporáneo”, dice con cierto tono de lamento.

La grandeza de Sophia viene de ella misma. De su fuerza interior, su calidez y su manera serena y armoniosa de vivir tanto el arte como la vida. De la monumentalidad, no solo la que le imprime a sus obras, sino con la que aborda cotidianamente cada cosa que hace. Pero ser la compañera inseparable de Botero marcó sin duda alguna un hito en su existencia. ¿Que habría sido la vida sin Fernando Botero? “No sé si existe un Dios o no, pero siempre me pregunto qué he hecho para ganarme este regalo y vivir todos estos años con alguien tan excepcional como persona y como artista. Uno nunca sabe cómo habría sido la vida, pero es un hecho que la conversación permanente con él me ha hecho la artista que soy hoy, me ha acelerado el proceso”.

Con Botero ha recorrido el mundo, museos, exposiciones, pero sobre todo un largo camino como artista y como mujer. “De él aprendí que no hay nada más importante que seguir por la dirección que toca desde el primer día, así te cueste la vida”, dice. “Le tengo admiración total y absoluta como persona y como artista, por su perseverancia y su voluntad”.

“Nunca me ha hecho sentir que soy menos importante que él, asegura. Pero es consciente que está al lado de uno de los más grandes y de lo que eso significa. “Yo soy muy oriental de espíritu. Para mí el hombre siempre es lo más importante. Es parte de mi feminidad, me siento feliz y segura de ir tres pasos más atrás”.

Sus certezas frente a la vida, no le dejan espacio para temerle a la muerte. Sólo a perder la capacidad de trabajar. Y por eso, cuando inevitablemente llegue el fin, quiere estar todavía trabajando. “Pero eso sí, con la pintura ya firmada”, concluye entre risas.

         

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mayo
5 / 2023