El año de las escritoras

"Entendí que valía la pena resaltar ese rasgo pues fue probablemente durante 2016 cuando comprendí lo mucho que me gusta la literatura escrita por mujeres".
 
El año de las escritoras
Foto: Anna Speshilova (livejournal.com)
POR: 
David Roa

Iba a hacer una lista de “mis libros del año” pero cambié de idea: ahora quiero hacer algo más específico. Me di cuenta de la gran cantidad de escritoras que hacían parte de mi lista inicial (muchas más que escritores) y entendí que valía la pena resaltar ese rasgo pues fue probablemente durante 2016 cuando comprendí lo mucho que me gusta la literatura escrita por mujeres.

Durante este año me empezó a dar pereza cierto “lugar de enunciación” en la literatura. Un lugar que coincidía muy seguido con las obras escritas por hombres: el lugar del poseedor de la razón, o por lo menos del que lo cree, o que cree que lo descubre durante su obra. Lugar también en demasiadas ocasiones de la erudición pirotécnica pero al final trivial; el de la enumeración de referencias. No es que estas actitudes sean exclusivas de los hombres, pero me atrevería a decir que son masculinas.

En cambio, este año me sentí atraído por las obras escritas desde lugares de enunciación “incómodos”. En ese terreno las mujeres juegan de local. Ser mujer es el lugar incómodo por excelencia.

Sé que esta hipótesis amerita una explicación mucho más generosa pero es imposible para mi sustentarla con más profundidad en este momento, no lo he pensado tanto. Además no importa, el resultado al final es el mismo, una lista.

Aquí van mis recomendaciones:

“Pajarito” de Claudia Ulloa, de la editorial Libros del Laurel; porque la fuerza de la prosa de Claudia Ulloa radica en su capacidad de ver las vidas privadas desde adentro descubriéndole al lector no un espacio pequeño y asfixiante sino sorprendentemente amplio y exuberante.

“El último llamado” de Victoria Tokareva, de la editorial Poklonka; porque dibuja como nadie las claras atmósferas de las pequeñas tragedias domésticas con una perfecta cuota del humor más parcamente eslavo.

“Desubicados” de Maria Sonia Cristoff, de la editorial Libros del Laurel, porque es muy conmovedor (en el buen sentido, si me hago entender) como se mira a través de la prosa de esta escritora.

“Los peligros de fumar en la cama” de Mariana Enriquez, de la editorial Laguna Libros; porque es gigante. Su voz nos suena familiar desde el primer renglón, nos hace sentir que sus cuentos ya están dentro de todos nosotros.

“Chicas muertas” de Selva Almada, de la editorial Literatura Random House, porque consigue, gracias a la sencillez de su registro, que la historia que tanto le importa a la narradora nos importe también a los lectores.

“Manual para mujeres de la limpieza” de Lucía Berlín, de la editorial Alfaguara; porque es sin duda el libro del año en todas las listas y con justa razón. Lucía Berlín tiene la cualidad de iluminar los rincones de las vidas menos memorables con una luz que enciende de belleza lo que toca.

“El nervio óptico” de María Gainza, de la editorial Libros del Laurel; porque a diferencia de algunos escritores que medran su erudición como burócratas mezquinos, María Gainza en estos cuentos vive la suya de manera espontánea, emocionante y luminosa para deleite del lector.

“Imposible salir de la tierra” de Alejandra Costamagna, de la editorial Estruendomudo; por el desparpajo, el humor y la originalidad de sus cuentos.

“Leche” de Marina Perezagua, de la editorial Libros del Lince; porque su búsqueda literaria de la belleza en lo brutal alcanza su máxima expresión en estos cuentos.

“La corriente” Juliana Restrepo, de la editorial Angosta; porque esta escritora tiene una prosa que desborda la capacidad evocadora en el lector y, como algunos buenos escritores, hace que parezca fácil lo más complicado. Además es una maga presentando personajes.

Nota aclaratoria 1: Debería haber leído este año el libro de Yolanda Reyes (a quien admiro mucho) “Qué raro que me llame Federico”, también el libro de Martha Orrantia “Mañana no te presentes” del que me han hablado maravillas lectores a los que les tengo mucho respeto. También debería haber leído el libro de cuentos de Margarita García Robayo “Cosas peores” porque me encantaron sus otros dos libros “Hasta que pase un huracán” y “Lo que no aprendí”. Estas lecturas las tengo listas en la mesa de noche.

Tampoco leí este año a dos escritoras que sin duda tuvieron su momento estelar y que seguramente son excelentes: Svetlana Alexievich y Elena Ferrante. Pero a ellas no les faltan lectores.

Nota aclaratoria 2: Los lugares de enunciación de las novelas “Un mundo huérfano” de Giuseppe Caputo y Declive de Antonio García, así como de la novela “29 cartas” de Julio Paredes, no corresponden al “masculino” que me produce pereza. De hecho, las recomiendo mucho. Quisiera también nombrar los siguientes títulos que llenaron de felicidad mis ratos de lectura en 2016: “Tu y yo” de Juan Cárdenas, “Carpas para la Werhmatch” de Ota Pavel, “Cuándo Kafka hacía furor” de Anatole Broyard y “Los indómitos de la montaña” de Dino Buzzati, “Nuestra necesidad de consuelo es insaciable” de Stig Degerman.

         

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diciembre
23 / 2016