El color del sonido en el XVI Festival de Música de Cartagena

Del 4 al 10 de enero se llevará a cabo una edición presencial de este festival, que en 2022 estará enfocado en la música instrumental de cámara del siglo XIX.
 
El color del sonido en el XVI Festival de Música de Cartagena
Foto: Mónica Hernández Ahman / Shutterstock
POR: 
Laura Galindo

Cuando Robert Schumann vio por primera vez a Clara Wieck, ella tenía 11 años y un talento excepcional para el piano. Era hija de Friedrich Wieck, pianista y comerciante de instrumentos de Leipzig, Alemania, reconocido por lo segundo, a pesar de haber trabajado toda su vida por lo primero. Una frustración que, años más tarde, Schumann no solo entendería, sino que aprendería a lidiar con altura.

La historia fue construida a partir de hipótesis, pero a grandes rasgos cuenta que Robert Schumann fue un músico alemán, nacido en 1810, que tenía una prometedora carrera como pianista hasta que se lesionó el dedo anular. Las razones han sido coloreadas por los biógrafos: algunos aseguran que Schumann padecía distonía focal, una enfermedad que afecta a uno de cada 200 músicos, y otros que el mismo Schumann construyó un aparato que colgaba del techo para inmovilizar los dedos y mejorar su agilidad en el piano. Pero hasta la fecha, la más coherente y justificada desde la medicina es que todo fue consecuencia de un envenenamiento por plomo, remedio muy común en el siglo XVIII para curar la sífilis. 

De ahí que entre Schumann y Friedrich Wieck naciera cierta complicidad. Wieck se convirtió en su maestro y, como se usaba en ese entonces, llevó a su pupilo a vivir en su casa. Ahí ocurrió ese primer encuentro con Clara, quien tocaba y él la escuchaba entre absorto y celoso. El resto de la historia es fácil de suponer: se hicieron amigos, se enamoraron y Schumann le pidió a Wieck la mano de su hija. La respuesta fue un “no” rotundo. El pretendiente, un músico sin fortuna, era alcohólico, inestable y diez años más viejo que Clara, que seguía sin cumplir la mayoría de edad. 

“Música comercial”

Para demostrarle a su futuro suegro que estaba equivocado, Schumann comenzó a trabajar sin descanso en lo que para entonces se consideraba música comercial: cuartetos, quintetos, tríos y, en general, cualquier formato que pudiera hacerse por encargo y ejecutarse en los espacios domésticos y privados de la aristocracia. En resumen, música de cámara, que luego llegaría a los grandes teatros. 

En 1842 escribió tres cuartetos de cuerda, los del Op. 41; el Quinteto para piano y cuerdas en mi bemol, Op. 44, y el Cuarteto con piano, Op. 47. Las dos últimas, escritas para que Clara las interpretara, eran virtuosas, brillantes y con contrastes profundos en tonalidades menores. Sin embargo, el día del estreno, que debía ser durante una fiesta privada, Clara estaba enferma y Felix Mendelssohn tuvo que reemplazarla. Tras un par de sugerencias posteriores, el compositor revisó su obra y la presentó públicamente en la Gewandhaus de Leipzig, el 8 de enero de 1843, con Clara Wieck, ahora Schumann, al piano.

Festival de Música de Cartagena
El Cuarteto Goldmund está compuesto por Florian Schötz, Pinchas Adt, Christoph Vandory y Raphael Patore. / Foto: Cortesía Festival de Música de Cartagena

La revolución musical

El Quinteto para piano y cuerdas en mi bemol, Op. 44 de Schumann representó una revolución para la música de cámara y se convirtió en una de las conformaciones características del romanticismo. Hasta 1842, el cuarteto había sido el formato rey: dos violines, una viola y un chelo. Cuatro registros diferentes, cuatro funciones armónicas distintas y cuatro lugares en los que se fragmenta una misma melodía. Cuatro instrumentos que en realidad son uno solo. 

La evolución del piano como máquina y los avances tecnológicos en su construcción durante el siglo XVIII aumentaron su fuerza y su rango dinámico, es decir, la capacidad del instrumento para modificar la potencia del sonido como respuesta a las pulsaciones del intérprete sobre el teclado. A más fuerza, mayor potencia e intensidad emocional. A menos fuerza, menor potencia y más recogimiento. 

El piano, ahora, podía hacer las veces de la orquesta en formatos más pequeños y espacios más íntimos. Liderar cuando era necesario y servir de apoyo a otros cuando  debían tomar la vocería. De esta manera, la unión del piano al cuarteto de cuerdas fue un punto medio entre la música que se tocaba en esferas públicas y la música de las esferas privadas. Una pieza clave en la transición que tuvo la música de cámara a las grandes salas de conciertos durante el siglo XIX. 

Ahora bien, ¿cuál era, entonces, el propósito de hacer que cuatro instrumentos se unieran para funcionar como uno solo? ¿Por qué no seguirlos escribiendo y escuchando por separado? La respuesta está en la frase que da nombre al decimosexto Cartagena Festival de Música, que tendrá lugar del 4 al 10 de enero de 2022: el color del sonido. Cada instrumento tiene un color característico, que al combinarse con otros produce una paleta nueva. La combinación del cuarteto de cuerdas es única. 

Pianista Matan Porat
Matan Porat es un pianista israelí radicado en Berlín. / Foto: Cortesía Festival de Música de Cartagena

Los colores en la música

“Un sonido más oscuro” o “un color más pastoso” son expresiones que se utilizan con frecuencia en la música académica para referirse al timbre que identifica ciertos sonidos. Por poético o abstracto que pueda parecer, los colores en la música no son una discusión nueva. La sinfonía Prometeo, Poème du Feu, de Alexander Scriabin, les asigna un color puntual a ciertos acordes concretos y estos deben ser proyectados en un juego de luces durante su interpretación. El de do es rojo; sol, naranja; el de re, amarillo; la, es verde; el de mi, blanco, y el de fa sostenido, azul fuerte. 

La intención de Scriabin era que el público experimentara su música a través de otros sentidos además del oído. Era un hombre apasionado por la ciencia y dedicó buena parte de su vida a estudiar la relación entre ver y escuchar.

Desde luego, no ha sido el único. Una buena parte de la física y otra buena parte de la psicología se han encargado de investigar la misma relación. En términos generales, la fisiología establece que el color es una sensación mediada por los fenómenos ópticos que recibe la retina, y la física, que el sonido es un acontecimiento acústico definible en vibraciones por segundo que produce reacciones en el sistema nervioso. Es decir, tanto el color como el sonido son estímulos sensoriales que llegan al cerebro y se procesan en forma de emociones. De ahí que puedan relacionarse.

La psicología experimental ha hecho esfuerzos por teorizar al respecto, partiendo siempre de que cualquier manifestación emocional está permeada por la subjetividad. Emmanuel Kant en sus ensayos sobre el juicio estético dice: “Solo hay una verdad y es que esto es subjetivo, por lo tanto, la verdad misma también lo es”. Una de las muchas conclusiones supone que, de acuerdo con sus propiedades químicas, los sonidos evocan colores y los colores evocan emociones que se asocian a su temperatura. Por ejemplo, el color rojo evoca energía, violencia, calor, al igual que los sonidos disonantes. En la sinfonía Prometeo, de Scriabin, los acordes disonantes corresponden a proyecciones de luces rojas.

Festival de Música de Cartagena
El Cuarteto Oistrakh se formó en 2012 en Rusia. / Foto: Cortesía Festival de Música de Cartagena

La vida, como la música, es de colores

“La trompeta es el color de la guerra”, le dijo alguna vez un ciego al escritor francés Viollet-le-Duc. Ahí radica, sin muchas más metáforas ni asociaciones científicas, la relación entre el color y el sonido. El timbre particular de un instrumento lo hace inmediatamente identificable. Cuando en medio de una sinfonía aparece un solo de trompeta, el oído humano lo reconoce y conscientemente lo etiqueta como tal. Sabemos que es una trompeta porque suena a trompeta. La asunción salta como salta a la vista la percepción del color. Sabemos que es rojo porque se ve rojo. 

En palabras sencillas, el color de un instrumento está relacionado con las características tímbricas que lo hacen único, no depende del tipo de música ni del intérprete. Pero las emociones que produce ese color dependen de la subjetividad de quien lo escucha y de la forma como lo relaciona con experiencias, memorias o ideas preconcebidas. Una paleta orquestal es una mezcla de colores que todos “ven” con el oído, y que cada público interpreta según su propia percepción de la luz. 

Oportunidad única

Siguiendo con el símil, la música de cámara consiste en mezclar colores primarios, inherentes a cada instrumento, para dar colores secundarios, terciarios y complementarios. Este año, el Cartagena Festival de Música ofrece la oportunidad de conocer la evolución de la música escrita para estos formatos durante el siglo XIX. Desde el 4 hasta el 10 de enero pondrá sobre el escenario obras de compositores austriacos y alemanes: Mendelssohn, Schubert y Brahms; franceses: Fauré, Debussy y Franck; italianos: Rossini, Donizetti y Ponchielli; rusos: Glinka, Tchaikovsky y Borodin, y de países de Europa del Este, como Dvorak y Smetana. 

Además, igual que en sus últimas ediciones, tendrá un lugar especial para la música colombiana con obras de Guillermo Uribe Holguín, Adolfo Mejía, Francisco Zumaqué y Luis Carlos Figueroa, interpretadas por la Orquesta Filarmónica Juvenil de Cámara. 

Cuarteto Modigliani
El Cuarteto Modigliani, con sede en París, ha lanzado ocho discos aclamados por la crítica. / Foto: Cortesía Festival de Música de Cartagena

Conciertos recomendados:

Los colores de los quintetos

Serie de Oro Davivienda

El Cuarteto Modigliani y el Cuarteto Goldmund, acompañados de los pianistas Pablo Barragán y Matan Porat, interpretarán dos quintetos de Robert Schumann y Johannes Brahms, entre los que se encuentra el Quinteto para cuerdas y piano en mi bemol mayor, Op. 44.

Fecha: miércoles 5 de enero a las 7:00 p. m. en la capilla del Hotel Sofitel Santa Clara.

Rossini, Donizetti, Ponchielli, los colores de cámara de los operistas italianos

Serie de Oro de Davivienda

Aunque menos evidentes para el público, las voces líricas se subdividen por colores y en esos colores está, muchas veces, implícito el carácter del personaje que interpretan. Entre los artistas aparecen Silvia Careddu, Laura Ruiz Ferreres, Guido Corti, Ariana Haering y Stefano Malferrari. 

Fecha: viernes 7 de enero a las 11:00 a. m. en la capilla del Hotel Sofitel Santa Clara.

Entre el pasado y el presente, los colores de la música colombiana

Los colores de la música de cámara no son estáticos, no se dan por terminados, todo el tiempo los compositores exploran nuevas sonoridades y experimentan nuevas mezclas. En esta oportunidad se trata de un recorrido por ese tipo de alquimia en la música colombiana. El concierto estará a cargo de la Orquesta Filarmónica Juvenil de Cámara Federico Hoyos. 

Fecha: lunes 10 de enero a las 6:00 p. m. en el Auditorio Getsemaní, Centro de Convenciones.

Cuartetos del Este, los colores de Dvorak y Smetana

Antonin Dvorak y Bedrich Smetana, nacidos en el Imperio austriaco, son reconocidos por la utilización de significados extramusicales, narraciones literarias, pictóricas o poéticas transmitidas a través de la música. En esta ocasión su música contará con la interpretación del cuarteto Oistrakh. 

Fecha: lunes 10 de enero a las 11:00 a. m. en la capilla del Hotel Charleston Santa Teresa.

Pequeña misa solemne, una misa casi de cámara

Gioachino Rossini, famoso por sus óperas, se retiró de la música para dedicarse a la cocina. Sin embargo, ocasionalmente hacía incursiones en la composición, a las que llamaba “pecadillos de vejez”. Entre ellos está la Pequeña misa solemne.  Los artistas participantes son: Aurelio Zarelli, Ariane Haering, Stefano Malferrari, coro de la ópera de Colombia, Paola Leguizamón, Hans Ever Mogollón y Juan David González. 

Fecha: viernes 7 de enero a las 7:00 p. m. en el Teatro Adolfo Mejía.


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diciembre
29 / 2021