Louis Armstrong: la leyenda inolvidable del jazz

En el Día Mundial del Jazz recordamos el legado de uno de los maestros del género y un músico fuera de serie.
 
Louis Armstrong: la leyenda inolvidable del jazz
Foto: Wikimedia Commons
POR: 
Germán Arango

Publicado originalmente en Revista Diners No. 255, de junio de 1991.

Veinte años después de su muerte, ocurrida el 6 de julio de 1971, Louis Armstrong continúa siendo el rey del jazz, por encima de la evolución misma de la música y del surgimiento de figuras contemporáneas en el ámbito de la llamada música clásica del siglo XX.

Nacido el 4 de julio de 1001 en el suburbio de New Orleans llamado Back O´town, el popular Satchmo-Boca de jarro- continúa maravillando a expertos en la materia y a una nueva generación de aficionados al jazz que, a pesar de las nuevas tendencias, se resisten a dejar de escuchar sus solos de trompeta y su maravillosa producción musical de más de 50 años.

Louis Daniel Armstrong se inició formalmente en el mundo del jazz hacia 1918, cuando recibió la “alternativa” en el grupo del popular Kid Ory, sustituyendo en la trompeta a otra leyenda, Joe Oliver, apodado “El rey”. Pero su contacto con la música había sucedido muchos años atrás, cuando en el orfanato en el que había sido encerrado por disparar al aire in revólver durante las fiestas de año nuevo, un maestro de apellido Davis lo incitó a dedicarse a la trompeta. Cuando abandonó la institución, a los 14 años, intentó formar pequeños grupos con otros amigos, aunque alternando la actividad musical con la del carbonero, mensajero y mesero en bares de mala muerte localizados en los suburbios de Storyville, uno de los barrios más populares de New Orleans, y cuna de muchos genios del jazz.

“Después de aquella primera prueba con la orquesta de Kid Ory, quedé incluido en ella. Empecé a ser muy popular, tanto entre los bailarines como entre los compañeros. Todos los músicos acudían a escucharnos y me alquilaban para que tocara en sus orquestas las noches que no estaba comprometido con Kid”, relataba Armstrong en su libro Mi vida en New Orleans.

El final de la Primera Guerra Mundial significó también el punto de partida para la carrera de Louis Armstrong. En 1922 decidió dejar New Orleans-donde la prohibición de la venta de licor había provocado la emigración de las grandes bandas de jazz y la extinción de la vida nocturna-para buscar suerte en Chicago.

El 31 de marzo de 1923, Armstrong puso por primera vez los pies en un estudio de grabación como   segunda trompeta de la banda de Joe “King” Oliver, algún tiempo después de haberse separado de Kid Ory. Para aquella época, Louis Armstrong era ya una institución en el jazz. Reconocido por su particular habilidad para improvisar o ejecutar difíciles solos, se convirtió en el show central de los grandes clubes de Chicago, hasta cuando decidió separarse de Oliver para ir a New York a probar suerte con la banda de Fletcher Henderson, con la que actuó por primera vez el 29 de septiembre de 1924 junto a consagrados como Charlie Green, Don Redman y Coleman Hawkins. Con Henderson revivió también, con éxito, las épocas de cantante, aunque el “matrimonio musical” no duró mucho. Armstrong se dedicó entonces a tocar junto a los mejores jazzistas de la época y alternó presentaciones en Nueva York, Chicago, Louisiana y la vieja New Orleans, donde la vida alegre parecía revivir.

Hacia 1925 fundó su propio grupo con viejos camaradas de New Orleans, y Kid Ory, con quien se había iniciado. A partir de allí, vinieron 45 años de ininterrumpida actividad musical, alternando a veces con la actuación, en varias películas. Estados Unidos fue insuficiente para su talento y triunfó también en Europa, especialmente en Francia e Italia, donde actuó por primera vez en 1935. Armstrong arrastró consigo decenas de músicos que gozaron de su fama y talento, hasta cuando en 1947 decidió terminar con su gran orquesta y crear un selecto grupo de estrellas, que iluminaron aún más su creatividad. Fue así como llegó a tocar junto a los mejores en la historia del jazz, entre ellos los trombonístas Jack Teagarden y Trummy Young, los clarinetistas Barney Bigard, Edmund Hall y Peanuts Hucko; los pianistas Earl Hines y Bille Kyle; el contrabajo Arwell Shaw y los bateristas Sydney Catlett y Cozy Cole, con quienes creó la agrupación Louis Armstrong and the All Stars.

Junto a ellos, y otros músicos con los que compartió el estrellato, como el pianista Duke Ellington y la cantante Ella Fitzgerald, Satchmo se hizo inalcanzable como rey del jazz, trono que ocupó en la producción musical hasta escasos meses antes de su muerte, el 6 de julio de 1971, cuando contaba 71 años y dos días de vida.

¿Quién fue Satchmo?

Adorado por muchos, rechazado por pocos, Armstrong siempre fue reconocido como un músico fuera de serie, un jazzman capaz de arrancar de su trompeta cualquier tonalidad o improvisación.

Siempre se caracterizó por una recia personalidad, desde sus años de infancia cuando era apodado

Dipper y no temía cometer cualquier locura -por una de ellas fue encerrado en el orfanato-, hasta aquellos tiempos de gloria en los que se entregaba graciosa y totalmente a su público. Fuera del escenario, en cambio, era prácticamente impenetrable. Sin embargo, Armstrong nunca dejó de tener una profunda sensibilidad. Su último y gran amor, Lucille, recordaba que una noche de Navidad, de gira por París, decidió sorprender a Louis ordenando decorar un árbol en su propia habitación. Recordaba Lucille que Satchmo permaneció por espacio de tres horas sentado frente al árbol luminoso en completo silencio, el cual fue interrumpido cuando ella preguntó:

-¿No te gusta? ¿Quieres que lo mande a retirar?

-No, no, no –contestó intempestivamente-, déjalo allí. Es el primer árbol de Navidad que he tenido en mi vida.

Durante su permanencia en Francia, Satchmo jamás se separó del árbol. Incluso cuando hubo de regresar a New Orleans quería llevarlo consigo. A Lucille le costó mucho convencerlo de que lo dejara. Louis se marchó resignado a no volverlo a ver nunca.

Armstrong nunca fue un activista racial, aun cuando debió vivir años difíciles de segregación en su país. Siempre se burló de las diferencias establecidas entre blancos y negros, aunque sin discursos o posiciones de lucha. Buscó siempre alejar su música y su arte de toda confrontación, a diferencia de músicos activistas como Charlie Parker, Miles Davis y Dizzy Gillespie.

Los últimos tres años de su vida fueron dramáticos. Aunque no abandonó las presentaciones en público, pasaba fácilmente de la euforia a la depresión. Fue absolutamente feliz cuando Benny Carter impulsó la construcción de una estatua en su nombre en New Orleans. A las cinco y media de la mañana del 6 de julio respiró por última vez, quizá con la satisfacción de haber podido apagar las velas de su cumpleaños número 71.

         

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abril
30 / 2019