Millenials y generación Z, entre la desesperanza y el compromiso por el cambio

La sociedad está ante una generación de jóvenes más sensibles, empáticos y comprometidos con causas de justicia social, pero a su vez más propensos a sufrir ansiedad y depresión.
 
Millenials y generación Z, entre la desesperanza y el compromiso por el cambio
Foto: Ilustración Julia Tovar @juliatovarillustration /
POR: 
Simón Granja Matias

Cuando la clase terminó, una de las estudiantes se acercó y me contó que la noche anterior una amiga suya del conjunto residencial donde vive había saltado desde su habitación. Sus ojos se aguaron y dijo que cada vez que entraba al edificio tenía miedo de mirar hacia arriba, “así que solo miro mis zapatos mientras camino”.

Otro día escuché a un grupo de profesores conversar sobre una estudiante que se autolesiona y que ha estado interna en varias ocasiones en un centro de atención psiquiátrica por depresión. En otra clase, un estudiante entró con los ojos llorosos y me dijo: “Profe, tranquilo, antes de cada clase entro al baño a llorar”. Y así, decenas de historias se están viviendo en los colegios, las universidades y los trabajos a lo largo del mundo. 

Pero, ¿qué está sucediendo? Algunos señalan que estas son generaciones deprimidas, más frágiles, que no tienen esperanza, que son de cristal; sin embargo, la percepción sobre los jóvenes debería ir más allá.

En esa misma universidad en la que dicto clases veo a unos estudiantes inquietos por hablar sobre cómo cambiar el mundo, qué hacer para enfrentar el cambio climático, cómo aceptar las diversidades y las individualidades desde el colectivo, cómo vivir mejor.

Veo que la generación Z (los nacidos entre el año 1995 y el 2010), en comparación con mi generación (millennial, nacidos entre 1982 y 1995) no tienen una diferencia tan marcada, pero la que hay se enfoca en ese deseo de cambiar el mundo porque no ven otra salida y sienten que la responsabilidad recae sobre sus hombros, pues creen que los demás no están haciendo nada. 

Ya lo dijo en uno de sus discursos más famosos una de las grandes representantes de estas nuevas generaciones, la activista sueca Greta Thunberg: “Nuestra casa está en llamas. No quiero su esperanza, no quiero que tengan esperanza. Quiero que entren en pánico, quiero que sientan el miedo que siento todos los días. Quiero que actúen, que actúen como si su casa estuviera en llamas, porque lo está”. 

Es tal la desilusión o la pérdida de esperanza de los millennials y los centennials frente al futuro, que se nos ha llamado la generación deprimida. Y en cierta medida es cierto que esta sobrecarga de responsabilidad, pero a su vez de desesperanza, ha permeado la salud mental, entre otros factores, especialmente de los jóvenes. 

Ojo con la salud mental

Begoña Albalat, psicóloga general sanitaria en Valencia, España, escribió un artículo para la BBC titulado “Millennials y generación Z: por qué se los conoce como la ‘generación deprimida’”. Decidí contactarla para comprender un poco más el tema, y le pregunté primero si se puede afirmar que una generación entera está deprimida. “No se puede. Se trata más de señalar una tendencia social y no tanto de indicar una patología real y ‘diagnosticable’. Es una manera de hacer referencia a que es una generación que manifiesta su desilusión o desmotivación”, explica.

Esto no significa, explica Albalat, que sea mentira la afectación a la salud mental de los jóvenes de hoy. Las mismas cifras lo demuestran: por ejemplo, la Organización Mundial de la Salud (OMS) reporta que la depresión es el trastorno más frecuente, con el 4,4 %. Colombia se ubica por encima del promedio mundial con un 4,7 %; el 19,3 % de estos casos se encuentra en los mayores de 18 años; en autolesiones corporales el porcentaje es de 22,4 %.

Sin duda, es algo a lo que hay que prestarle atención. Lucía Viña Cabrera, psicóloga clínica del Servicio Médico de la Universidad de los Andes, describe a los jóvenes como sensibles emocionalmente, susceptibles de presentar dificultad para el manejo de la frustración y el sufrimiento, que expresan de manera abierta sus pensamientos, se cuestionan de forma constante, son altamente creativos, autodidactas y tienen gran aceptación respecto a la ayuda desde la salud mental, en especial de la psicología. 

Viña Cabrera también explica que una de las principales razones por las que la salud mental de los jóvenes está tan golpeada es por el tabú que persiste en referencia a la atención desde salud mental como medida preventiva cuando se observan cambios emocionales o mentales, como angustia permanente, dificultad para manejar experiencias de la infancia o de la etapa actual, para regular el estrés, pérdida de interés en actividades que antes disfrutaba, falta de concentración, sentimientos de soledad, entre otros. 

El segundo factor importante es la aparición de cambios físicos, como alteración en el sueño o la alimentación. “Le siguen factores que contribuyen, como la predisposición genética o propiedades biológicas, el contexto socioambiental, pautas de crianza, comunicación con los padres o principales cuidadores, redes de apoyo, estrategias de afrontamiento, expresión y gestión de sus emociones, entre otros”, asegura. 

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Julia Tovar @juliatovarillustration

Además, señala que “es importante precisar que lo antes mencionado se ha exacerbado con la pandemia, pues la ansiedad y depresión aumentaron en un25 % por las condiciones de aislamiento, muertes en distintas edades, convivencia familiar permanente, la virtualidad y disminución de la interacción social; todo ello ha implicado procesos de adaptación que en sí mismos contienen indicadores de angustia y tristeza, y si hay de base vulnerabilidad respecto a trastornos de la salud mental o la existencia de alguno de ellos, se refuerza el desarrollo de la sintomatología”.

Aunque antes de la pandemia ya existía la alerta por el incremento de trastornos mentales, especialmente en los más jóvenes, después de esta se ha llegado a señalar, incluso, que podría convertirse en una epidemia. 

Y es que en este momento los jóvenes no lidian solo con un futuro incierto, también intentan procesar el pasado y recuperar el tiempo que perdieron en el encierro. Una investigación de la organización benéfica británica The Mix muestra un aumento del 50 % de consumo de drogas entre los jóvenes desde 2021: uno de cada tres de 16 a 25 años en el último año en Reino Unido. El estudio encontró que, de cada cinco, uno usa principalmente sustancias para “escapar de los problemas en su vida”, lo que representa un aumento del 75 % en el número de jóvenes que consumen drogas para el escapismo, en comparación con 2021.

Esa misma investigación advierte que casi una cuarta parte de los jóvenes en el Reino Unido están de acuerdo en que nunca se recuperarán del impacto emocional de la pandemia. Casi la mitad de ellos dice que se sienten “quemados”. “El informe también revela que la felicidad y la confianza de los jóvenes de 16 a 25 años ha alcanzado su punto más bajo en 13 años. Y a esto se le añade la crisis del costo de vida”.

Así perdieron la esperanza las nuevas generaciones

Cuando la empresa de consultoría y auditoría Deloitte realizó en 46 países la “Encuesta Millenial y Gen Z 2022: buscando equilibrio e impulsando el cambio social”, el mundo estaba en medio del segundo año de la pandemia, justo cuando las vacunas comenzaban a implementarse. En ese momento, pese a que eran tiempos difíciles e inciertos, los investigadores se encontraron con dos generaciones jóvenes esperanzadas. La millennial y la Z estaban decididas a crear un mundo mejor después de la pandemia.

Sin embargo, avanzó rápido el año 2022 y las condiciones económicas y la calidad de vida se deterioraron sustancialmente en muchas partes del mundo. Y ahora, la nueva normalidad consiste en enfrentarse a alarmantes conflictos geopolíticos, eventos climáticos extremos, mayor desigualdad y un fuerte aumento de la inflación. Fue solo necesario entrar en la tan esperada “nueva normalidad” para que la esperanza en los jóvenes se desvaneciera. 

Por lo tanto, tal vez no sorprenda que la encuesta de Deloitte haya encontrado que después de la pandemia, el estrés y la ansiedad permanecen en niveles elevados para ambas generaciones, sobre todo en los encuestados más jóvenes. Y, como se destacó en un pequeño grupo de entrevistas cualitativas virtuales realizadas con 15.000 centennials y millennials en cinco países, es probable que los impactos geopolíticos y económicos adicionales de estos últimos dos años solo hayan servido para empeorar una situación ya preocupante. 

Otro de los resultados que arrojó es que casi la mitad de la generación Z y poco menos de cuatro de cada diez millennials entrevistados dijeron que se sienten estresados ​​o ansiosos toda o la mayor parte del tiempo. Esta ansiedad frente al futuro empieza a sentirse cada vez más a edades tempranas.

Un estudio realizado en 2021, con 10.000 adolescentes y adultos jóvenes de 16 a 25 años en diez países, reveló que un 60 % reconoce sentirse “muy o extremadamente” preocupado por el cambio climático, mientras que el 75 % ve el futuro “con miedo”. A tal punto llega la inquietud, que el 56 % ve la humanidad como “condenada” y piensa que ya no hay marcha atrás para la extinción; el 39 % de ellos también mostró dudas ante la posibilidad de tener hijos debido a las previsiones tan negativas.

Isabela Cortés tiene 15 años y asegura que a la hora de pensar en el futuro es inevitable analizar cómo estará el aspecto ambiental: “Si nuestra generación no toma cartas en el asunto con diferentes proyectos, el futuro no mejorará para nada”, advierte la joven y concluye que “la sociedad no tiene un panorama fácil, pero nuestra generación es la encargada de lograr un verdadero cambio”.

La conclusión de Cortés va de acuerdo con otro hallazgo de la encuesta de Deloitte y es que ambas generaciones están luchando con la ansiedad financiera, mientras intentan invertir en opciones ambientalmente sostenibles.

¿Generación de cristal?

Mientras tanto, las generaciones “más maduras” señalan a los jóvenes de ser débiles, frágiles e, incluso, la han llamado la generación de cristal. La filósofa española Monserrat Nebrera acuñó el término, pues según ella, los jóvenes de hoy “pueden llegar a ser más frágiles, inestables o inseguros, tener poca tolerancia a la crítica, al rechazo y la frustración, en consecuencia de que son criados por personas que vivieron épocas de carencia y han trabajado por darles todo para que no les falte nada como a ellos en su momento”. 

Yo en las clases he visto cómo los jóvenes empiezan a marcar ese distanciamiento con las generaciones mayores, pues se sienten juzgadas. A la vez, noto que la actitud que toman es la de devolver ese juicio, no por nada las nuevas generaciones son las más abanderadas de la corrección política y empiezan a construir un discurso moral porque ahora tienen el mayor poder de divulgación: encontraron en las redes sociales un espacio en el que pueden ser juez y parte. 

La psicóloga Begoña Albalat es enfática en afirmar que no cree que sean la generación de cristal o que haya más fragilidad. “Son generaciones que se unen para luchar contra lo que les oprime, que se muestran cada vez más abiertas, con pensamiento más crítico desde más jóvenes y comprometidas con muchas causas”, asegura la experta. 

En esto también coincide con la psicóloga Lucía Viña, convencida de que las nuevas generaciones cuentan con ideas novedosas, mentes frescas, brillantes, que tienen un excelente equipo de profesores, apoyo desde distintas áreas y respaldo institucional para impactar otras generaciones, no solo en Colombia sino en otros países. Incluso, la inspiran: “Me inspira la facilidad que tienen ellos para establecer un compromiso con su salud mental y ver los cambios favorables, su flexibilidad psicológica, aprendizaje y uso de la tecnología, interés por aprender; suelen hacer doble carrera, cursan con otros módulos, inician sus posgrados, son jóvenes que no temen enfrentarse a grandes desafíos, incluso ellos los proponen”.

Los mismos representantes de estas generaciones han intentado darle un giro a la expresión peyorativa. María Camila Botero (25 años) asegura que “es falso que mi generación sea de cristal. Creo que, a diferencia de otras, no nos da miedo decir que estamos inconformes con algo y de mostrarnos vulnerables si es necesario y para mí eso no es un símbolo de debilidad sino de fortaleza. Somos, sin duda, la generación del cambio en muchos aspectos”, señala.

Lea también: Glosario para entender a la generación Z

         

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junio
8 / 2023