El sector hotelero colombiano cerró el primer semestre de 2025 con un respiro moderado, pero significativo. La ocupación nacional acumulada entre enero y junio alcanzó el 54,89 %, un leve crecimiento de 0,27 puntos porcentuales (p.p.) frente al mismo periodo del año anterior. Vale la pena destacar que Bogotá y Cundinamarca lideraron el crecimiento con un aumento de 1,28 p.p., mientras que regiones tradicionalmente turísticas, como San Andrés, Providencia y Santa Catalina, registraron una caída pronunciada de –12,96 p.p, según reporta la Asociación Hotelera y Turística de Colombia (Cotelco). La principal razón para no viajar durante 2024 fue la falta de tiempo, un factor que creció en un 22,1%, reflejo del ritmo económico y laboral que atraviesa el país, explica Cotelco. A esto se suma una crisis de confianza y poder adquisitivo. En paralelo, el turismo internacional gana terreno y empieza a compensar, parcialmente, la desaceleración del visitante local. Sin embargo, la industria enfrenta dos obstáculos que amenazan su competitividad. El primero es la reforma laboral, cuyas modificaciones —como la ampliación de la jornada nocturna y los recargos dominicales— podrían elevar los costos de nómina en un 6,2 %, es decir, más de 436.000 millones de pesos adicionales para el sector.
El segundo gran reto es la informalidad: una competencia desleal que drena ingresos, frena la generación de empleo formal y debilita la sostenibilidad de la hotelería organizada. ( Vea también: Así se reinventa la gastronomía en Colombia: los 10 restaurantes más prometedores del año ) Caroline Tchekhoff, quien abrió el hotel boutique Casa Carolina, en Cartagena, asegura que Colombia es privilegiada como destino turístico, porque ofrece una diversidad única: “En un mismo viaje, el turista puede recorrer playas del Caribe, selvas y montañas, ciudades coloniales como Cartagena y una gastronomía vibrante que mezcla lo ancestral con lo contemporáneo. Pero, sobre todo, se puede encontrar con comunidades vivas, profundamente enraizadas en su tradición y cultura, que siguen transmitiendo su esencia en pleno siglo XXI. Pocos países en el mundo concentran una riqueza tan variada en tan poco territorio”, asegura. No obstante, para Tchekhoff la mayor debilidad está en el déficit de imagen en el extranjero. “Aunque Colombia ha cambiado profundamente y avanza con determinación en su transformación, todavía persisten estigmas asociados a épocas pasadas que no reflejan la realidad actual.

Esta brecha entre percepción y realidad frena la llegada de ciertos perfiles de viajeros y constituye uno de los grandes retos para posicionar al país como un destino de alto nivel”, afirma. A esto se suma el crecimiento de la parahotelería informal, que escapa a la regulación y genera una competencia desigual. “El desafío del sector, por tanto, es doble: proyectar al mundo una imagen internacional a la altura de la experiencia real que el país ofrece y, al mismo tiempo, consolidar un ecosistema de hospitalidad sostenible, inclusivo y con impacto social, donde hoteles, restaurantes, comercios y operadores trabajen junto a las comunidades para ofrecer experiencias integrales que enamoren al viajero”, señala Tchekhoff. Este mes, Diners hizo una selección de diez lugares para descansar en diversas regiones del país, que apuestan por hacer un turismo diferente. A continuación, conozca las primeras dos de ellas. La manigua lodge Finca La Manigua, vereda El Billar, La Macarena. Meta La historia de La Manigua Lodge no empieza como el sueño de tener un hotel en uno de los lugares más espectaculares y únicos de Colombia ni tampoco con arquitectos, inversionistas o planes estratégicos.
Esta historia empieza con un joven biólogo que llegó a la serranía de La Macarena con una idea sencilla y obstinada: reforestar. Juan Pablo Bueno, su protagonista, decidió —después de recorrer todo el país— que un terreno de dos hectáreas en medio de la selva era su propósito de vida y su aporte para mitigar el impacto ambiental producido por el flagelo de la deforestación, que comenzaba a azotar la zona tras estar cerrada al público por años. Se dijo que podría lograr esto poniendo a disposición del visitante una opción de acomodación interesante para visitar el tan soñado Caño Cristales, así como el resto del parque, a la vez que financiaba su proyecto ecológico. Ver esta publicación en Instagram Una publicación compartida de La Manigua Lodge (@lamanigualodge) Lo que siguió solo superó sus expectativas. Una construcción paciente año tras año, de la mano de su familia y de la comunidad, inspirada en proyectos que había visitado en el Amazonas peruano, donde la sensación era estar durmiendo en medio mismo de la selva. No hubo talas ni limpiezas drásticas del terreno: cada árbol se midió y marcó, y el diseño se fue formando alrededor de ellos. El resultado: un hotel que parece escondido, que desde el aire es imposible de ver y se mimetiza en el bosque, como si siempre hubiera estado ahí.
A pesar de las dificultades del terreno, del clima y de la falta de experiencia inicial en hotelería, hoy La Manigua Lodge es un proyecto sólido y hermoso, con siete cabañas y una impresionante habitación elevada 22 metros, desde donde se puede ver el vuelo de las guacamayas y sentir todos los sonidos del entorno. El hotel se puede visitar durante todo el año, pero la experiencia y las actividades cambian según la temporada. Entre junio y noviembre, con las lluvias, Caño Cristales florece y es el principal protagonista de la región. En la época seca, sin embargo, no faltan los planes, como visitar el cañón de Angosturas, los petroglifos del río Guayabero, la Ciudad de Piedra, o dedicarse de lleno a la observación de la abundante fauna local. Casa Selvaggio Vereda Resguardo, Ráquira Luego de conducir durante aproximadamente veinte minutos por una carretera destapada desde el centro de Ráquira, en Boyacá, se llega a Casa Selvaggio, un hotel que abrió en agosto pasado. El lugar, en medio de las montañas, consta de ocho ecovillas con un diseño regenerativo que busca maximizar el uso de los recursos locales y ofrecer una arquitectura amigable con el medio ambiente.

En cada villa hay varios detalles que llaman la atención, como una ruana en pura lana, una chimenea para encender en la noche o jabones con cero químicos; también hay un balcón, ideal para contemplar las constelaciones en la noche, con un aire puro y fresco, así como un pequeño telescopio que se puede utilizar para mirar el firmamento con más detenimiento, si así lo desea. Algunas cuentan con un ofuro, un baño japonés de agua caliente fabricado en madera, ideal para relajarse. Ver esta publicación en Instagram Una publicación compartida de Casa Selvaggio | Sustainable Eco-villas (@casaselvaggio) Durante el día puede hacer varios planes, como caminar hasta el río, recibir una clase de yoga o preparar envueltos desde cero: moler el maíz, sazonarlos, armarlos y luego cocinarlos en una olla a baño maría. Además, en el restaurante del hotel, llamado Forestia, se puede degustar una propuesta de cocina de mercado y de autor, con ingredientes locales. Recomendado: probar en el desayuno la canasta de arepas de varias regiones del país y la versión de huevos benedictinos del chef. Casa Selvaggio, sin duda, es un espacio perfecto para parejas que quieran desconectarse y alejarse de la rutina citadina, aunque es importante tener en cuenta que, por ahora, solo abren de jueves a domingo. También le puede interesar: El chef colombiano Nicolás Solanilla triunfa en el exterior: recibió importante premio internacional