¿Por qué comer tamarindo una vez a la semana puede cambiar su salud para bien?

Revista Diners
El tamarindo es la famosa fruta tropical de origen africano que ha conquistado paladares. En Colombia se consigue con facilidad, tanto en mercados populares como en presentaciones procesadas y resulta una aliada natural para depurar la retención de líquidos, una de las consecuencias más visibles del hígado graso, que a su vez provoca la hinchazón de pies, tobillos y piernas.
Comer tamarindo al menos una vez a la semana, en dulce, jugo o directamente de la vaina, puede ayudar al cuerpo a eliminar líquidos retenidos, según ha señalado la Clínica Mayo. Aunque los beneficios se sienten en zonas específicas del cuerpo como las extremidades inferiores, su efecto es sistémico. La fruta actúa como un suave depurativo, arrastrando lo que no sirve y desinflamando.
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Este árbol, de ramas amplias y copas generosas, es originario del África tropical y del sur de Asia, donde ha sido cultivado por siglos. Su fruto se caracteriza por una cáscara seca y quebradiza que resguarda una pulpa ácida y altamente nutritiva. En la cultura asiática es común en caldos, salsas, infusiones y hasta caramelos. El tamarindo contiene compuestos que podrían tener efectos laxantes naturales y propiedades antimicrobianas, capaces de combatir ciertos hongos y bacterias.
Tan completa es esta fruta que en su composición se ha identificado una sustancia similar a la mucina, la misma que protege y lubrica la superficie de la córnea en el ojo humano. Esta sustancia actúa como una barrera natural y puede ser útil para el tratamiento de la sequedad ocular, sobre todo en ambientes de baja humedad o exposición constante a pantallas.
Otros beneficios del tamarindo
Además de aliviar síntomas asociados al hígado graso, el tamarindo se ha utilizado en la medicina tradicional para tratar diversas afecciones como el estreñimiento, infecciones parasitarias e incluso la eyaculación precoz. Aunque muchos de estos usos se apoyan más en la tradición que en la ciencia, su popularidad no ha disminuido. Eso sí, como señalan las autoridades médicas, aún no hay suficiente evidencia científica sólida que respalde cada uno de estos efectos.
Por ejemplo, el tamarindo es capaz de fortalecer el corazón. Según la nutricionista Kerri Ann Jennings, colaboradora de Healthline, el tamarindo “contiene polifenoles como los flavonoides, algunos que ayudan a regular los niveles de colesterol”.
La pulpa del tamarindo está cargada de antioxidantes como flavonoides y polifenoles, lo que le otorga una poderosa acción protectora sobre las células del organismo. Estos compuestos no solo reducen el estrés oxidativo, también contribuyen a la disminución de procesos inflamatorios. Gracias a su alto contenido en fibra, mejora la digestión y reduce episodios de indigestión, convirtiéndolo en un super alimento.
Entre todos esos beneficios, el hígado se ve grandemente beneficiado por la alta concentración de potasio que contiene el tamarindo, lo que permite reducir de manera directa la hinchazón abdominal o en las extremidades, ayudando al sistema linfático y urinario a hacer su trabajo sin sobrecargas.
Sin embargo, no se trata de un remedio milagroso. La Clínica Mayo advierte que el consumo excesivo de tamarindo puede provocar efectos adversos como diarrea o náuseas. Por ello, es importante recordar que, aunque natural, cualquier alimento que impacte la salud debe ser consumido con moderación y preferiblemente bajo acompañamiento médico, sobre todo si ya existe un diagnóstico hepático.
¿Por qué da hígado graso?
Si no está dispuesto a incluir tamarindo en su dieta semanal, lo mejor es comenzar por entender la raíz del problema. El hígado graso es una consecuencia directa de la obesidad. Es la forma más común de enfermedad hepática en el mundo y su severidad puede ir desde una simple acumulación de grasa, hasta una inflamación grave conocida como esteatohepatitis no alcohólica, que puede tener consecuencias más serias.
La progresión de esta enfermedad puede ser silenciosa si no se controla. Por ejemplo, puede causar cicatrices permanentes en el hígado, una condición conocida como cirrosis, y en casos extremos, puede evolucionar hacia un cáncer hepático. Este tipo de daño es muy similar al que genera el consumo excesivo de alcohol, aunque en este caso el paciente no haya bebido una sola copa.
Basta un análisis de sangre en un chequeo médico de rutina puede revelar niveles elevados de enzimas hepáticas. Este hallazgo suele ser la primera señal de alarma que lleva a más pruebas y a un diagnóstico formal de hígado graso no alcohólico.
Si el médico considera necesario confirmar el estado del hígado con precisión, puede solicitar una biopsia. Este procedimiento consiste en extraer una pequeña muestra del tejido hepático, atravesando la pared abdominal con una aguja. La muestra se examina en laboratorio para detectar inflamación, fibrosis o señales de daño crónico.
Tratamiento clínico para el hígado graso
El primer tratamiento es bajar de peso. Según los expertos, perder entre el 3% y el 5% del peso corporal ya puede marcar una diferencia importante. Sin embargo, si se alcanza una pérdida del 10% o más, los beneficios se multiplican. Esto se logra con una combinación de alimentación saludable, reducción de porciones y actividad física constante.
Cuando estas medidas no son suficientes, hay otras opciones. En algunos casos, la cirugía bariátrica o los medicamentos para bajar de peso pueden ser alternativas viables, siempre bajo supervisión médica. Recientemente se ha aprobado un nuevo medicamento para tratar a personas con esteatohepatitis no alcohólica y cicatrices hepáticas de moderadas a graves.
Aunque su nombre no suena muy familiar, el resmetirom puede ayudar a reducir la cantidad de grasa acumulada en el hígado. Eso sí, no está recomendado para quienes ya padecen cirrosis. En estos casos, la única salida posible suele ser el trasplante de hígado. Una intervención mayor que confirma la importancia de la prevención y el tratamiento temprano.