XVIII Cartagena Festival de Música la “Sinfonía de la naturaleza”

Laura Galindo M.
La teoría de la evolución, de Charles Darwin, es quizás una de las ideas más revolucionarias de la historia de la humanidad. Asegurarle a una cultura occidental y teocéntrica que no viene de un dios todopoderoso sino de un mono, salvaje y primitivo, significó desestabilizar por completo su escala de valores. Pero hubo siempre algo difícil de contradecir: las especies no son órdenes fijas e inmutables, y van cambiando y adaptándose a sus entornos. Darwin, entonces, tenía razón.
Hilando un poco más fino, la historia de la música también se debe a la selección natural. No solo por la idea de un cerebro humano pensante, que se desarrolla y es capaz de crear, sino porque los sonidos mismos tampoco son órdenes fijas y, por lo tanto, van cambiando según el entorno. En el romanticismo, cuando el hombre sintió la necesidad de liberar sus emociones e impulsos sensibles, la música se llenó de armonías suspendidas, la orquesta se hizo más grande para sonar con más densidad y los tempi se flexibilizaron para que los intérpretes pudieran expresarse.
Más tarde, en el expresionismo, cuando los pensadores encontraron valores de Verdad —con mayúscula— en la experiencia, la música puso las melodías en un segundo plano y se concentró en la consecución de atmósferas sonoras. Y con el simbolismo, el conceptismo y las vanguardias, la música se llenó de abstracciones y propósitos no literales. La evolución natural y la música pueden narrarse en formas similares porque la relación entre música y naturaleza es un canal estrecho y cohabitado.

“Sinfonía de la naturaleza” es el tema que reúne a intérpretes, compositores, gestores y público en el XVIII Cartagena Festival de Música, que se llevará a cabo entre el 5 y el 13 de enero del 2024. “Casi todos los compositores han tratado esta relación, desde el barroco, con muchas arias de Georg Friedrich Händel y composiciones de Antonio Vivaldi, hasta autores como Joseph Haydn y Ludwig van Beethoven”, dice Antonio Miscená, director general del festival.
A pesar de que esta característica está presente en la música de todo el mundo —hinduista, oriental, africana—, el Cartagena Festival de Música, fiel a su naturaleza, se concentra en los procesos vividos en Europa del Norte entre 1830 y 1930, una época testigo del nacionalismo europeo, el auge y el declive del romanticismo, y el nacimiento del modernismo.
Suecia, Noruega, Islandia, Dinamarca y Finlandia serán protagonistas por medio de su música, con obras de Edvard Grieg, Franz Berwald, Carl Nielsen, Sveinbörn Sveinbjörnson y Jean Sibelius, inspiradas en las tradiciones de los pueblos, los paisajes geográficos y los valores nacionales. Además, la programación incluirá música de compositores canónicos, como Vivaldi, Mendelssohn, Beethoven y Schumann.
Las cuatro estaciones
En 1725, el veneciano Antonio Vivaldi compuso su obra más popular: Las cuatro estaciones. Son cuatro conciertos para orquesta reunidos en Il cimiento dell’armonia e dell’inventione, op. 8, en el que mezcla elementos poéticos con elementos de la forma de concierto italiano. La inspiración es, desde luego, el paisaje en sus diferentes estaciones, y el elemento extra musical del que parte la música está consignado en cuatro poemas, escritos por el mismo Vivaldi.
Aggiacciato tremar trà nevi algenti
Al Severo Spirar d’ orrido Vento,
Correr battendo i piedi ogni momento;
E pel Soverchio gel batter i denti.
Son los versos del Concierto n.º 4 en fa menor, correspondiente al invierno. En ellos, Vivaldi evoca las sensaciones físicas que produce el frío en el cuerpo: temblores, vientos que golpean los pies y dientes que castañean, sensaciones que luego traduce acertadamente en sonidos, logrando que las palabras estén de más.
Cada uno de los tres movimientos que conforman el concierto —Allegro non molto, Largo y Allegro— evoca, con su carácter y su textura, diferentes experiencias con el invierno: desde los padecimientos del frío, hasta el placer de estar en casa, sentado frente a la chimenea, una tarde lluviosa.
Lo mismo ocurre con los conciertos referentes a la primavera, el verano y el otoño: en cada uno, Vivaldi plasma los colores, las sensaciones y los sonidos de la naturaleza durante la estación.
La Pastoral
Antonio Vivaldi no fue el único que quiso ilustrar las estaciones en su obra. En 1802, Joseph Haydn estrenó su oratorio Las estaciones, en el que retrata los sonidos de la tormenta, los pájaros y las danzas campesinas. Tanto Haydn como Vivaldi se ocuparon de narrar, en la forma más descriptiva y gráfica posible, la naturaleza: imitando los sonidos del agua, los animales y el viento. Beethoven, por su parte, optó por una idea más metafórica: evocar, mas no imitar. Dicho en palabras del propio compositor: “Mi música se trata más de expresión de sentimientos que de pintura de sonidos”.
El 2 de diciembre de 1808, en el Theater an der Wien, Beethoven estrenó su Sinfonía n.º 6, apodada Pastoral por los editores y subtitulada por el compositor como Recuerdos de la vida campestre. El estreno pasó sin pena ni gloria. La sexta fue parte de un concierto de más de cinco horas, en el que también se estrenó la archiconocida Sinfonía n.º 5 en do menor, op. 67, cuyo carácter impetuoso y enérgico opacó el sentir bucólico y tranquilo de la Pastoral.

La obra está conformada por cinco movimientos —Allegro, Andante, Allegro, Allegro y Allegretto—, cada uno con programas y significados extramusicales diferentes, de los cuales el público obtiene pistas por medio de sus subtítulos: la llegada de alguien al campo, el correr de un arroyo, una reunión de campesinos, una tormenta y el canto de unos pastores mientras trabajan.
La Sinfonía nº 6, o Pastoral, representa la adaptabilidad y supervivencia del más fuerte en la música, volviendo al símil propuesto antes con la evolución darwinista. Beethoven no solo fue el puente entre el clasicismo y el romanticismo, sino también el abandono de las proporciones, la mesura y la literalidad, así como la bienvenida a lo metafórico, flexible y pasional.
Otto y Antonio María Valencia
A propósito del compositor colombiano Antonio María Valencia, el poeta y crítico musical Otto de Greiff escribió alguna vez:
“En 1929, conversando en París con varios compatriotas que entonces estudiaban allá artes plásticas, manifesté mi deseo de conocer a ese estudiante de piano que después de una niñez de sorprendente precocidad artística había llegado a ser alumno escogido de la Schola Cantorum. Y me respondieron que tal cosa era prácticamente imposible, pues Antonio María Valencia vivía tan consagrado a sus estudios que no quería distraerse ni un instante”.
Ese, desde luego, no fue el punto final de la historia: por intermedio de ambos se cuenta buena parte de la historia de la música colombiana.
Valencia, efectivamente, se formó como músico en Europa. Estudió composición con Vincent D’Indy, piano con Paul Braud, dirección con Louis Saint-Requier y orquestación con Manuel de Falla. Al regresar a Colombia, fundó el Conservatorio de Cali, dirigió el Conservatorio Nacional y dejó una obra musical, de influencias europeas, que da cuenta del nacionalismo colombiano.

Entre sus composiciones para voz y piano, se cuenta un ciclo de canciones basadas en poemas de Otto de Greiff, compuestos entre 1931 y 1932: Tres días hace que Nina dormida en su lecho está, Iremos a los astros, La luna sobre el agua de los lagos y Tarde maravillosa. Todos dan cuenta de un espacio y una cultura específica: la colombiana.
Antonio María Valencia no fue el único colombiano formado en la academia europea que ha quedado inscrito en la historia de nuestra música. Algo similar, guardadas las diferencias, ocurrió con Guillermo Uribe Holguín y Adolfo Mejía. Los tres están incluidos en la programación de los últimos dos días del Cartagena Festival de Música, espacios que, desde hace unos años, la organización del festival dedica a la música de compositores e intérpretes nacionales.
Serán cinco conciertos, en los que participarán la soprano Julieth Lozano, el Bogotá Piano Trío, el chelista Santiago Cañón, la violinista Laura Hoyos, el quinteto de cuerdas de Guillermo Uribe Holguín y la Orquesta Sinfónica de Cartagena, proyecto de la Fundación Salvi, gestora del festival, reconocido recientemente como patrimonio cultural de la nación por el Congreso de la República.

Por espacio de nueve días, Cartagena celebrará la relación entre música y naturaleza con un recorrido por la academia europea que da cuenta de un momento, un lugar y un paisaje. Una forma de relacionarse con el entorno por medio de sonidos, de contemplarlo y de palparlo entre armonías. Un viaje evocativo, como decía Beethoven, en el que las melodías suenan a lluvia, huelen a otoño y silban como golondrinas.
Cinco conciertos recomendados en Cartagena
La música de Grieg, entre el romanticismo tardío y modernidad
6 de enero | Sábado | 7:00 p.m.
Teatro Adolfo Mejía
Artistas: Marianne Beate Kielland, mezzosoprano; Eldbjørg Hemsing, violín; Ingar Bergby, director. Ensamble Allegria
Canciones populares: tradición y modernidad
Serie de oro Davivienda
7 de enero | Domingo | 11:00 a.m.
Capilla del Hotel Sofitel Santa Clara
Artista: Olli Mustonen, pianista
Lo simple es sublime
Serie de oro Davivienda
8 de enero | Lunes | 11:00 a.m.
Capilla del Hotel Sofitel Santa Clara
Artista: Georgy Tchaidze, pianista
Holberg: una suite casi neoclásica
7 de enero | Domingo | 7:00 p.m.
Teatro Adolfo Mejía
Artistas: Santiago Cañón-Valencia, chelo; Ensamble Allegria; Eldbjørg Hemsing, violín
Miniaturas poéticas del Cauca y del Caribe: cien años del nacimiento de Luis Carlos Figueroa
12 de enero | Viernes | 11:00 a.m.
Palacio de la Proclamación
Artistas: Julieth Lozano, soprano; Alejandro Roca, pianista-director