Tres poemas de Juan Manuel Roca para tiempos convulsos

Juan Manuel Roca
El maestro de la poesía Juan Manuel Roca ha pasado los días de cuarentena escribiendo poemas y reclamando a la musa de la inspiración ese toque divino para tocar las estrellas de la imaginación. Hoy en Diners, recordamos tres poemas que nos dejó tiempo atrás, pero que son perfectos para recordar en tiempos convulsos.
Pasaporte del apátrida
En la aduana me preguntan
De qué país soy ciudadano.
Cuando la Catrina toca su pífano de hueso
Y remienda sueños olvidados, soy mexicano.
Si al abrir y cerrar un bandoneón se despliega en la calle
Y un gato recorre las cornisas del barrio,
Mi ángel de la guarda habla en lunfardo.
Si la tristeza se riega en mi cuarto,
Envalleja mi pan y mi artesa, mi plato y mi cuchara,
Soy el huayno que acompaña al hombre solitario,
Un hombre llegado de la Puna.
Veo el fantasma de Teillier y soy agua de Chile,
Compatriota de cielos y naufragios.
Si el silencio se desliza en un bote de totora,
Si las nubes mascan coca para subir a su altura, soy bolivano.
Cuando suena una orquesta y la percusión del pecho
Lleva un sonido de trenes al túnel de la noche,
Soy de Santiago o La Habana, un lajero que regresa
A golpear con su bastón los tinglados del alba.
Si un potro recorre la llanura (si el viejo Simón Díaz
Trae un sombrero de oro, un color de araguaney),
Mi agua bautismal es Venezuela.
¿Sabe usted, impaciente aduanero, Dónde queda Uruguay?
Queda en otro monte,
En otro mundo fabulado por un Conde sin reino.
Soy uruguayo al visitar el eco de sus cantos.
El viento trae semillas de lejanía,
Teje y desteje trenzas y nubes
Y un concilio de sombras oficia las distancias:
Soy correo de Chasquis,
Un incierto corresponsal de Gangotena.
Siempre que camino las florestas del lenguaje
Vuelvo a Darío y soy de un país
Que compone sonatinas tocadas por el mar.
Cuando intento reconciliarme con la muerte,
Soy compatriota de Barret, con él me hago oriundo de Paraguay.
Entro a un mapa oculto en las manos de Cardoza,
En sus líneas soy vendedor de espigas y maíz
En la Antigua Guatemala.
Soy brasileño de Pernambuco, me apellido Bandeira
Y prefiero “el lirismo de los locos”,
Los ojos de una muchacha que envejecen sin remedio.
A veces soy colombiano, cuando en Ciénaga de Oro
Suenan los bombardinos
O un poeta pinta el verde de todos los colores.
¿Me entenderán en la aduana
Si les digo que soy del lugar donde te encuentres?
De Juan Manuel Roca.
Parábola del fratricida
Se anuda una corbata de seda
Para irse al burdel.
Busca en los bajos fondos
La droga del ángel que reparte paisajes en fuga
Y una que otra ración de eternidad.
A menudo acude a los cafetines
De la Plaza de Bolívar,
Se mezcla con tratantes de ganado
Y comerciantes de esmeraldas,
Con grandes señores de la guerra
Y guardianes de tierras usurpadas.
En la Calle de los Anticuarios
Mira estampas del arcángel del silencio
Y postales iluminadas del Paraíso.
Se fugó de la Biblia,
Se ha hecho ciudadano de un país
Donde matar hermanos es asunto corriente.
Se llama Caín
Y brilla en las noches azules de la corte.
De Juan Manuel Roca.
Parábola del Rey Salomón en Cartagena de Indias
Cuando le pregunté quién era,
Me dijo que el Rey Salomón.
Quise saber quién deslizó su canto pagano
En las hojas sagradas de la Biblia.
El Rey prefirió, mientras miraba
Tu paso de canoa, decir estos versos
De los que soy amanuense:
“He atravesado las dunas de los sueños
Para llegar a tu jardín,
Al trozo de noche que alberga tu cuerpo.
Tus pezones son negras aceitunas,
Botones de rosa a punto de aflorar”.
Nazaria, muchacha de Chambacú,
Esto dijo, al verte,
El Cantor de los Cantores.
De Juan Manuel Roca.
De Pasaporte del apátrida (Colección La Cruz del Sur / Editorial Pre-textos, Madrid, Buenos Aires, Valencia, 2011)