‘Excavar hasta llegar a las estrellas’, la exposición en Casa Republicana que retrata el desequilibrio del mundo

En la Casa Republicana se exhibe “Excavar hasta llegar a las estrellas”, una exposición de la Colección de Arte del Banco de la República en la que se relacionan obras de artistas emergentes con algunos creadores de mayor trayectoria para contar el desequilibrio del mundo.
 
‘Excavar hasta llegar a las estrellas’, la exposición en Casa Republicana que retrata el desequilibrio del mundo
Foto: Cortesía Colección Banco de la República
POR: 
Simón Granja Matias

En un principio suenan las chicharras, y al final, ¿las estrellas? La exposición que actualmente se exhibe en la Casa Republicana de la Biblioteca Luis Ángel Arango es como una génesis, donde todo comienza con la tierra en equilibrio. Luego transita hacia un mundo urbano, dominado por la tecnología, autodestructivo y desequilibrado, que avanza hacia un apocalipsis similar al que anuncian las tres profecías de la etnia indígena hopi.

Curada por Luis Fernando Ramírez Celis, la exposición presenta una selección de 78 obras de 49 artistas, tanto emergentes como consolidados. En conjunto, estos trabajos construyen una narrativa que refleja el desequilibrio del mundo.

Para la selección de los artistas, Ramírez se enfocó en encontrar piezas que exploran tanto la naturaleza como su explotación por parte del ser humano; se tocan temas como la robotización, la guerra, la conquista del espacio y, al mismo tiempo, el absurdo de querer conquistar las estrellas sin resolver los problemas terrenales.

“Los temas tratados en esta exposición reflejan las investigaciones y reflexiones de los artistas sobre los problemas del mundo contemporáneo y sus repercusiones en los ámbitos local y regional”, señala el curador en la introducción del catálogo de la muestra, bautizado Almanaque pintoresco. Este catálogo, por cierto, es un elemento artístico en sí mismo, ya que se aleja del formato convencional y se presenta como un almanaque.

Para construir esta narrativa a partir de las obras seleccionadas, Ramírez se inspiró en la película Koyaanisqatsi (1982), dirigida por Godfrey Reggio. Este ensayo visual y sonoro de carácter documental contrasta un mundo en equilibrio, dominado por la naturaleza, con otro en desequilibrio, dominado por la urbanización e industrialización. De hecho, el título de la película es una palabra hopi que significa ‘vida en desequilibrio’.

Primer capítulo: Vida en equilibrio, indicios

Para entender el caos, se necesita la presencia de su opuesto: el orden, lo que podríamos llamar un “estado de equilibrio”. Así, en esta primera parte se exhiben obras de artistas que encuentran en la naturaleza, en lo ancestral, en los territorios, una esperanza para la humanidad, una visión de armonía, un contrapeso a la velocidad de la urbanización.

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El estrépito se fusiona con el incesante sonido de las chicharras de tierra caliente, representado en la obra Entre tierras. Entre chicharras, de la artista Julia Bejarano López, una instalación sonora compuesta por atarraya, totumos, parlantes y material electrónico. Al frente, hay deidades taínas en forma de esculturas rupestres, una evocación de Ana Mendieta que remite al origen, al hogar. Estas piezas se conectan con imágenes de paisajes aparentemente vírgenes, donde la huella humana es casi imperceptible.

Así mismo, en este primer capítulo de la exposición, un grupo de artistas colombianos hace referencia directa a culturas ancestrales de Colombia, utilizando elementos como animales, plantas sagradas, el campo y los mitos antiguos.

Segundo y último capítulo: Vida en desequilibrio

En el Almanaque pintoresco se explica que “la armonía, como contradicción que caracteriza al universo, no es estática sino dinámica, tensa, dialéctica, y produce el cosmos a partir de la mezcla de opuestos. El equilibrio antecede al desequilibrio y viceversa. El movimiento provoca desorden y caos”.

Así, esta sección de la exposición se divide en cinco apartados: en el primer piso se encuentra “Excavar, explotar”, donde se invita a reflexionar sobre la explotación de las minas y los ríos, las semillas transgénicas y su imposición sobre la agricultura, así como la saturación de los campos. En ese mismo piso está “Guerra: fría, tibia, caliente”, apartado en el que la angustia generada por la guerra se transmite al visitante a través de obras de artistas que, con un toque de ficción y humor, abordan el poder y la guerra.

Apuntar a las estrellas

Ya lo dijo José Saramago en su discurso al recibir el Premio Nobel de Literatura: “La misma esquizofrénica humanidad capaz de enviar instrumentos a un planeta para estudiar la composición de sus rocas asiste indiferente a la muerte de millones de personas a causa del hambre. Se llega más fácilmente a Marte que a nuestro propio semejante”.

Como una secuela de esas palabras, el segundo piso de la exposición expresa precisamente la ironía de esa absurda obsesión humana por llegar más allá de la bóveda celeste, mientras en su propio planeta, el único que tiene, la destrucción es el orden del día. Lo advirtió la segunda profecía hopi: “Un contenedor de cenizas podría ser arrojado un día desde el cielo, quemar la tierra y hervir los océanos”.

En esta sección, los artistas observan el cielo y cuestionan la noción de progreso desde su representación. Por ejemplo…

Suena un estrépito. La primera crónica que habla de los días del ruido la escribió el jesuita Pedro de Mercado, en 1691. Relata que un domingo, 9 de marzo, a las diez de la noche, un extraño y ensordecedor ruido se escuchó en Santafé de Bogotá durante diez minutos, causando pánico. La consternación fue tal, que cada 9 de marzo se celebraba un acto público en muchas iglesias del centro de Bogotá, hasta las diez de la noche. Inspirado en esto, el artista Mauricio Bejarano, con Estrépitos, hace que, literalmente, cada cierto tiempo se escuche un estrépito en la exposición.

Caos ordenado

En “Nuevas, viejas ansiedades”, encontramos obras como la serie de fotografías de Gertjan Bartelsman, titulada Pogo en ocho actos, imágenes captadas por este artista de los Países Bajos durante su estancia en Colombia. En ellas, Bartelsman documenta la escena punk de Medellín a comienzos de los años noventa, narrando el pogo como una expresión de desesperanza y ausencia de futuro.

En el Almanaque pintoresco se dice que el sentido de la crisis implica reconocerla como un instante en el que el futuro incierto representa una oportunidad. Los artistas plantean su postura como observadores y participantes en un entorno convulso, vertiginoso y angustiante, explorando la sensibilidad del cuerpo y la deriva de las emociones.

Y, por último, está “Caos ordenado”. Suena Philip Glass. Esta sección evoca a Koyaanisqatsi, pues el aparente orden de las vistas de Bogotá contrasta con el desorden percibido al vivir la ciudad a nivel del suelo. Se escucha un murmullo. Es el sonido de Bogotá. Mauricio Bejarano ha dispuesto en la sala L tres nodos de una instalación sonora: Murmur(i)os. Primero, el agua, la lluvia y el viento; luego, el lenguaje, las voces, los campanarios y los susurros de la ciudad, y finalmente, los medios de comunicación, creando así una pintura sonora de la capital. 

         

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noviembre
5 / 2024