Octubre siempre llega con un aire de misterio que parece impregnarlo todo: las luces se apagan más temprano, las calles se llenan de sombras y las historias de miedo reclaman su espacio en las conversaciones. Es un mes que invita a mirar de frente lo que habitualmente se evita, y las películas de terror se convierten entonces en una especie de refugio donde la adrenalina y la ficción nos permiten jugar con el miedo sin perder el control. Ver una película en esta época es casi un ritual, una forma de compartir sustos con quienes disfrutan de la incomodidad, el sobresalto y esa fascinación humana por lo siniestro. Por eso MUBI , la plataforma que se ha convertido en un templo para los amantes del cine de autor, dedica octubre a explorar el terror desde todos sus ángulos. Entre sus colecciones especiales de esta temporada se encuentran Final Girls y Mira si te atreves: Horror de Halloween, que rescatan obras clásicas y modernas capaces de perturbar, seducir y sorprender con su inteligencia visual.
En Diners elegimos cinco títulos imprescindibles dentro de esta programación, películas que marcaron la historia del género y que aún hoy conservan intacta su capacidad de inquietar incluso al espectador más experimentado. Nosferatu (F.W. Murnau, 1922) Cuando F. W. Murnau estrenó Nosferatu en 1922, el cine todavía aprendía a narrar el horror sin palabras y, sin embargo, logró crear una imagen que definió el miedo para todo el siglo XX. Inspirada en la novela Drácula de Bram Stoker, esta adaptación no autorizada transformó al vampiro en una figura de pesadilla, con garras afiladas y un rostro que parecía tallado por la peste. Rodada en locaciones alemanas que acentúan el tono febril del expresionismo, la película usa la luz y la sombra como una coreografía de angustia, donde los movimientos de la criatura se sienten como una amenaza silenciosa. Su valor histórico es inmenso, pero su poder visual sigue siendo hipnótico, en parte porque Nosferatu no asustaba con los jump scare , sino con esa lenta sensación de que el mal ya está dentro de la casa. Hollywood 90028 (Christophe Coppens, 1973) Rodada en 1973 y dirigida por el artista experimental Christophe Coppens, Hollywood 90028 es una rareza que retrata el lado más decadente de Los Ángeles en la época posterior a la contracultura.
La historia sigue a un aspirante a cineasta que se sumerge en un espiral de paranoia y violencia, un descenso que refleja la descomposición del sueño americano. Con un presupuesto mínimo y una estética cercana al cine underground, Coppens logra un retrato perturbador del deseo y la obsesión, donde la ciudad misma se convierte en un escenario de locura. Más que una película de terror convencional, es una pesadilla existencial, un testimonio de los años en que el cine independiente se atrevía a ser incómodo, sucio y profundamente humano. The Texas Chain Saw Massacre (Tobe Hooper, 1974) Pocas películas han dejado una huella tan indeleble en la cultura popular como The Texas Chain Saw Massacre de 1974, dirigida por Tobe Hooper, un relato que parece filmado con el polvo y el calor de un verano interminable. La premisa es sencilla, con un grupo de jóvenes que viaja por una zona rural de Texas y se topa con una familia de caníbales encabezada por el mítico Leatherface. En esta cinta la cámara se mueve con una urgencia inquietante, el sonido del motor de la motosierra se vuelve un latido constante y la violencia nunca se muestra de forma gratuita sino como un eco de los traumas sociales de la época. Filmada con actores desconocidos y una energía casi documental, esta obra fundó el género slasher moderno y demostró que el horror más efectivo no siempre necesita monstruos sobrenaturales, basta con mostrar lo que el ser humano puede hacer en sus facetas más decadentes.
The Last House on the Left (Wes Craven, 1972) Antes de crear a Freddy Krueger, Wes Craven dirigió en 1972 The Last House on the Left , una película que aún hoy conserva su capacidad de perturbar incluso a los espectadores más curtidos. Inspirada libremente en La fuente de la doncella de Ingmar Bergman, la historia narra el secuestro y asesinato de dos jóvenes a manos de un grupo de criminales, y la posterior venganza de sus padres, en un argumento que Craven utiliza para exponer la delgada línea que separa la justicia del salvajismo. Rodada con muy pocos recursos, casi como un noticiero de la época, su tono sucio y su fotografía granulada la convierten en una experiencia incómoda y visceral, un espejo brutal de la violencia que Estados Unidos intentaba negar mientras la guerra de Vietnam seguía en curso.
Fue censurada en varios países, pero con el tiempo se transformó en un clásico indispensable que revela cómo el horror puede ser también una forma de denuncia. Misery (Rob Reiner, 1990) En 1990 Rob Reiner llevó al cine una de las novelas más claustrofóbicas de Stephen King y consiguió una obra que se sostiene por la tensión entre dos personajes encerrados en una casa mientras el miedo no hace sino crecer. Misery cuenta la historia de un escritor famoso que sufre un accidente en la nieve y despierta bajo el cuidado de su admiradora más devota, una mujer que pronto revela un fanatismo capaz de destruirlo todo. La interpretación de Kathy Bates, que le valió un Óscar, es una lección de locura ante la cámara, y cada escena parece calculada para exprimir la ansiedad del espectador. En últimas, se trata de una reflexión sobre la dependencia y el poder que puede ejercer quien controla el cuerpo del otro. Sin necesidad de efectos especiales ni mucha sangre, Misery también demuestra que el verdadero terror puede habitar en un cuarto iluminado por una sola lámpara, cuando lo único que se escucha es el sonido de una pierna rota y una voz que repite “soy tu fan número uno”. También le puede interesar: Las 5 lecturas más perturbadoras 2025 que no lo dejarán dormir este Halloween