Blink: la historia de los padres que llevaron a sus hijos a ver el mundo antes de que perdieran la vista

Revista Diners
Si cierra los ojos por un momento, ¿qué siente? Tal vez el frío de una mañana bogotana o el sol filtrándose por la ventana mientras suena una buena canción. Puede ser el vapor de un plato recién servido, el suave pelaje de su gato mientras ronronea, o la frescura de una hoja recién regada… Pero, ¿y si cierra los ojos y nunca más puede volver a ver?
Blink es un documental que se encuentra en Disney+ basado en la historia real de una familia francocanadiense conformada por Edith Lemay (madre), Sébastien Pelletier (padre) y sus cuatro hijos: Mia, Léo, Colin y Laurent. A tres de ellos les diagnosticaron retinosis pigmentaria, una enfermedad rara e incurable que causa una pérdida progresiva de la visión.

En una carrera contra el tiempo, mientras la vista de sus hijos se deteriora, Edith y Sébastien deciden emprender un viaje alrededor del mundo para que ellos puedan contemplar las maravillas del planeta y llenar su memoria visual. Durante 15 meses recorren 24 países, y su última parada antes de regresar a Canadá fue Colombia.
La Revista Diners conversó con los padres sobre esta travesía.
El último destino de este viaje fue Colombia. ¿Qué los motivó a venir?
Edith Lemay: Sí, pero solo visitamos la parte norte.
Sébastien Pelletier: Estuvimos en Cartagena, Santa Marta y Punta Gallinas. Fue una experiencia corta, pero maravillosa. Como estábamos al final del viaje, solo pudimos quedarnos dos semanas. Nos quedó mucho por ver, así que sentimos que debemos volver. En principio, queríamos recorrer Sudamérica, pero solo teníamos seis semanas: dos las pasamos en Ecuador y las otras dos en Colombia. Tuvimos que tomar decisiones, y nuestro vuelo de regreso salía desde Cartagena.
¿Qué impresión se llevaron sus hijos de Colombia y de Latinoamérica en general?
Edith Lemay: Les encantó, se divirtieron muchísimo. Cartagena, con su música y sus colores, fue un gran cierre para el viaje. Fue una excelente decisión elegir este destino para ellos.
Sébastien Pelletier: También les resultó interesante poder hablar un poco de español. En otros países teníamos que adivinar en qué idioma comunicarnos.

Colombia fue parte de su travesía para crear recuerdos visuales en la mente de sus hijos. ¿Fue difícil elegir cada destino?
Edith Lemay: Sí, fue muy difícil. Sin embargo, creo que en cualquier lugar del mundo hay algo increíble por descubrir. Cada país que visitamos tenía una riqueza única, pero, sobre todo, es la gente la que hace especial cada lugar. En Colombia conocimos personas maravillosas, y eso es algo que no se puede prever. Uno puede ver fotos de un sitio, pero nunca sabe cómo será la interacción con su gente hasta que está allí.
Sébastien Pelletier: Más allá de los lugares, lo que realmente hace la diferencia es la gente que conoces en el camino.
Después de una experiencia tan emotiva, ¿cómo fue el regreso a casa?
Edith Lemay: Fue una mezcla de emociones. Por un lado, nos entristecía que el viaje terminara, sentíamos que había pasado muy rápido, aunque fueron 15 meses. Pero, al mismo tiempo, sabíamos que habíamos vivido muchísimas aventuras y acumulado recuerdos inolvidables. También extrañábamos algunas cosas de casa. Los niños querían ver a sus amigos del colegio. Fue un regreso feliz, pero con el deseo de seguir viajando.

¿Hubo algún momento en el que sintieron que habían cumplido con el propósito del viaje?
Edith Lemay: Sí, muy pronto. En las primeras semanas, en Namibia, nos encontramos frente a un paisaje increíble y dijimos: “Solo han pasado tres semanas y ya sentimos que ha valido la pena”.
Sébastien Pelletier: En cada país descubrimos algo diferente. Viajar siempre es un proceso de aprendizaje, y en todos los lugares en los que estuvimos encontramos algo maravilloso: paisajes, personas, gastronomía, idiomas… Siempre hubo algo nuevo por explorar y compartir con los niños. Es un regalo que sigue dando.
¿Qué esperan que la gente aprenda de su historia?
Edith Lemay: No se trata de que nosotros hayamos viajado por el mundo, eso no es lo importante. Lo esencial es valorar la familia, el vínculo que nos une y el amor que compartimos. Al final del día, eso es lo único que importa. Nuestra actitud frente a la vida hace una gran diferencia. Si uno reconoce las cosas buenas que tiene, los retos se enfrentan de una manera más llevadera.
Sébastien Pelletier: Aceptamos contar nuestra historia porque queremos demostrar que, incluso en situaciones difíciles, uno puede seguir adelante. No se trata solo de la enfermedad, sino de cómo afrontar los desafíos. Si nuestra experiencia puede inspirar o ayudar a alguien, ya es más que suficiente.
Frente a una situación tan difícil, ¿cómo logran mantenerse unidos como pareja y como equipo? ¿Tienen algún consejo para otras parejas que enfrentan desafíos similares?
Edith Lemay: La clave es la comunicación. Puede sonar simple, pero lo más importante es preocuparse por las necesidades del otro. En lugar de esperar que la otra persona esté ahí para ti, debes preguntarte cómo puedes apoyarla. También es fundamental ser honesto y compartir lo que sientes.
Sébastien Pelletier: Afrontar algo así es mucho más fácil si lo hacemos juntos. Nos ayudamos mutuamente, nos damos espacio cuando uno de los dos se siente abrumado.
Edith Lemay: Además, es importante dividir las tareas. Si todo lo hacen juntos, ambos terminan agotados. Hay que confiar en la pareja y permitir que cada uno se encargue de ciertas responsabilidades.

¿Cómo son sus mañanas con sus hijos?
Edith Lemay: (Risas) Nuestros hijos ya son un poco más grandes, así que nosotros vamos a despertarlos. Los abrazo y los beso, aunque ellos siempre protestan.
Sébastien Pelletier: Durante este viaje nos dimos cuenta de que, cuanto más tiempo pasábamos con ellos, más queríamos seguir compartiéndolo. En la rutina diaria todo pasa muy rápido, así que intentamos aprovechar cada momento con ellos. A veces, claro, también nos alegramos cuando duermen un poco más (risas).
Edith Lemay: Aprendimos que los momentos más valiosos no son necesariamente los grandes acontecimientos, sino también las pequeñas cosas. Por ejemplo, en Navidad tomábamos un chocolate caliente en la mañana. Es un detalle sencillo, pero los niños lo disfrutaban muchísimo.
Siempre se les pregunta a los padres qué enseñan a sus hijos, pero ¿qué aprendieron ustedes de ellos durante este viaje?
Edith Lemay: Al principio, queríamos mostrarles cosas impresionantes: grandes paisajes, monumentos, lugares icónicos… Pero ellos se fijaban en detalles que nosotros pasábamos por alto, como un insecto en la arena o un gato extraño. Al principio nos frustraba, pero luego entendimos que esas pequeñas cosas también eran hermosas. Nos enseñaron a ver la vida desde otra perspectiva.
Sébastien Pelletier: Como adultos, solemos enfocarnos en lo grandioso, en lo extraordinario, pero la vida está llena de belleza en cada pequeño detalle. Hay que detenerse y apreciarlo. Los niños nos ayudan a conectar con lo esencial y nos recuerdan que cada día está lleno de momentos valiosos.
Edith Lemay: Al final, nos dimos cuenta de que no era necesario viajar por el mundo para vivir experiencias maravillosas. Fue increíble hacerlo, pero se pueden encontrar cosas asombrosas en cualquier lugar, incluso cerca de casa. Todo es cuestión de actitud y de saber mirar.
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