En la película ‘Ellas hablan’ los atacantes no son demonios, son hombres

Revista Diners
En medio de películas llenas de efectos especiales y sobreestimulación, la imagen de una mujer tendida en la cama llena de moretones y sangre entre las piernas le da el comienzo a Ellas hablan, el largometraje nominado a Mejor Guión Adaptado y Mejor Película en los Premios Oscar 2023.
Basada en el libro homónimo de Miriam Toews, esta película dirigida por Sarah Polley retrata la vida de las mujeres y niñas, desde los 4 hasta los 65 años o más, de una comunidad menonita que fueron drogadas y violadas durante varias noches.
Cuando ellas reportaron estos abusos con los ancianos de la comunidad, su respuesta fue que se trataba de “fantasmas” o que eran “atacadas por demonios”. Esto hasta que descubrieron a los hombres de la comunidad violándolas y abusando de ellas. Esos hombres eran sus padres, hermanos e incluso sus hijos. Aunque un pequeño grupo de estos violadores es llevado a la policía, los hombres de la comunidad buscan el dinero para dejarlos libres.
Mientras tanto, las mujeres quedan solas en la comunidad cuestionando lo ocurrido. Según sus creencias y su fé, ellas deben perdonarlos o serán excomulgadas, lo cual así mismo las dejará por fuera del “reino de los cielos”.
Su situación queda entonces limitada a tres opciones: perdonarlos, pelear y defenderse la próxima vez que sean atacadas -porque seguramente habrá una próxima- o abandonar la comunidad.
Es así como las actrices Rooney Mara, Claire Foy, Jessie Buckley, Judith Ivey, Frances McDormand, Sheila McCarthy, Michelle McLeod, Kate Hallett y Liv McNeil le dan vida a las mujeres que se reúnen para tomar las decisiones de la cuota femenina de la comunidad.
Lejos de ser únicamente una película
Por muy cruda que sea la historia, y por más que parezca imposible creer que abusos como aquel pueden ser posibles en la actualidad, lo cierto es que el libro está basado en la historia real de una comunidad menonita en Bolivia, en la cual ocurrieron violaciones bajo las mismas condiciones que en la película a eso del 2009.
Las mujeres despertaban sin saber qué pasó a causa de las drogas -que eran tranquilizantes para animales- pero con marcas violentas en sus cuerpos. “Manos que ya no estaban ahí”, es el término que usan en la película para describirlo. Usualmente esto resultaba también en embarazos. Así por varios años en los que, según reportes, más de 150 mujeres fueron violadas por hombres de su comunidad.
Es quizás por esto que Ellas hablan toca cada fibra del ser. No solo por la intensidad de las imágenes y la profundidad de los diálogos -que tienen incluso un toque teatral- sino por la simpatía que logra. Porque la violencia que vivieron esas mujeres en esa comunidad alejada del mundo es similar al día a día de muchas que caminan las calles de las capitales o los pequeños pueblos.
Las discusiones que se llevan a cabo en la película van desde las alternativas de responder violencia con violencia hasta la posibilidad del perdón, todas bajo el manto de una realidad difícil para cada una de las participantes.
Nunca han salido de su comunidad, no saben leer ni escribir, no conocen el mundo en el que se encuentran actualmente y puede que padezcan más peligro afuera que adentro. En palabras de una de ellas en la película: “En nuestra comunidad no hablábamos de nuestros cuerpos. No había lenguaje para ello. Y como no había lenguaje, eso creaba un silencio espeluznante. Y en ese silencio yace el verdadero dolor”.
Aunque para muchos el éxito de una película recaiga en los diferentes escenarios y tramas que esta ofrezca, en el caso de Ellas hablan se encuentra, tal como su nombre lo indica, recae en las transformaciones que causan las conversaciones sobre agresión, la naturaleza de la violencia, si un hombre puede desaprender y cómo pensar por uno mismo cuando nunca se ha tenido una voz.