¿Cómo salvar la lectura en tiempos de redes sociales?
Revista Diners
Acabó la 32 edición de la Feria del Libro de Bogotá 2019 y fueron más de 600 mil visitantes, un récord que importa porque se diría que en Bogotá se lee, sobre todo después de saber que las ventas aumentaron 10 % con respecto al año pasado. La barahúnda que se formaba los fines de semana y la compulsión de las compras que se veía a través de las bolsas con libros, dieron la impresión de que, la feria, fue el evento del año.
Pero ¿cuántos quedarán en una espera infinita? ¿cuántos irán a terminar en un camión de basura? ¿cuánto tiempo les tomará un encuentro con sus dueños?
El año pasado, La Encuesta Nacional de Lectura (Enlec) señaló que los colombianos de 5 años o más leen hoy 2,9 libros por año, en 2016 eran 2 y en 2014 eran 1,9 libros. Es decir, aparentemente, ahora, leemos más.
Cierto o no, la opinión general comulga con la idea de que la sociedad contemporánea ha dejado de leer. Ya no se lee libros como antes, se dice. Y que las redes sociales han tenido mucho que ver en eso.
El año pasado, Pablo Maurette, académico y escritor argentino, experto en el renacimiento, se lanzó, sin muchas expectativas, a publicar un tuit que invitaba a seguir una actividad de la que esperaba pocos adeptos: leer La Divina Comedia, una canto por día, durante 100 días.
El Tuit decía así: “¿Están hartos de Tinder, de Happn, de Badoo? ¿Quieren conocer gente como ustedes para iniciar vínculos duraderos, profundos, bellos? Vengan a #Dante2018. Hablaremos de demonología, torturas infernales, medioevo, angeleología, numerología, epicureismo, etcétera.”
Pocas veces se viralizan ideas como esa, pero la de Pablo, sin saber cómo y por qué, fue tendencia. El hashtag cruzó mares y fronteras. Mattute, quien por entonces vivía en Chicago, vio cómo en Colombia, Argentina, España todo quisieron leer Dante.
“Lo más sorpresivo fue cuando empecé a ver que se viralizó en otros países. Cuando vi que trending topic, me divirtió, me gustó, me hizo sentir ameno. No me estresó. Le dediqué mucho tiempo, fueron cien días de Dante y no me arrepiento, porque yo también estaba leyendo La Divina Comedia con profundidad y no era tiempo perdido en las redes sociales” dijo Mattute en entrevista con la Revista Diners.
#Dante2018 puso a leer a lectores asiduos, flojos, y lectores con mucha intención pero sin el empuje para hacerlo. Dentro de ese grupo, los colombianos, Margarita Rosa de Francisco, destacó como una entusiasta y Humberto Ballesteros, doctor en literatura italiana y escritor colombiano, creó un una página en tumblr en el que analizaba cada canto.
Esta lectura “tuitera” prometía una cosa que la lectura individual no lograba, una compañía mientras se atravesaba el inframundo, un empujón para avanzar por cada círculo y continuar.
Maurette fue quien lo propuso, pero no fue quien dirigió el camino de la lectura. Contrario a una cátedra universitaria, en Twitter, las jerarquías de los nombres se perdían entre el fluido de los posts, las ocurrencias y la creatividad de los participantes.
Pero ¿por qué Dante? ¿por qué los clásicos que tanto odiaron muchos en el colegio?
“Empecé por Dante por la lisa y llana razón de que yo quería volver a leer La Divina Comedia. No vi un plan mayor de promover entre la gente La Divina Comedia, no lo pensé así, después se habló mucho de la importancia de leer estos textos en nuestros tiempos”.
Luego de Dante vino #Homero2018 y todavía sigue. Maurette, también está presente entre los lectores, y de nuevo se asoma la pregunta ¿por qué otro clásico? La respuesta es que son textos que nos unen a todos, rompen las barreras de las fronteras y del tiempo.
Lo curioso es que un artefacto como Twitter sea el imán de lectores que alguna vez rechazaron o huyeron de los clásicos obligados del colegio.
Le pregunté a Maurette que por qué cree que esto ocurrió, por qué este temor a las páginas de Dante, Cervantes, o Homero.
“Por un lado, que sean obligatorios en la escuela los vuelve odiosos, y muchas veces los maestros no están a la altura de estos textos y seguramente a ellos también les resultan odiosos y tedioso enseñarlos, entonces, es imposible generar el amor en los alumnos hacia una obra en particular cuando uno la odia.
“Por otro lado, probablemente la gente lee menos libros, y los clásicos demandan atención: están escritos en otra época, se cree que son difíciles, y entonces mucha gente los abandona por eso.Tampoco hay una noción de que sea importante para la formación personal, eso se ha ido perdiendo ¿Cómo lograr que más gente esté dispuesta? no lo sé, yo creo que las lecturas colectivas ayudaron a que mucha gente leyera textos que de otra manera no hubiera leído”.
El experimento de Maurette fue tendencia el año pasado, pero no murió como otros tantos experimentos. Sigue, con menos bulla y sin el brillo que le pusieron los medios una vez empezó.
Twitter renovó un modo de lectura que fue común en la Grecia Antigua y en las ciudades europeas del renacimiento, la lectura en grupo. Quizá, la reunión de Twitter contenga unos toques de banalidad que por defecto tienen todos los “yos” digitales, sin embargo, el experimento trae una evidencia que también dejaron los resultados de la FilLBo 2019: no hemos dejado de leer.
También hubo experiencias similares creadas por Booktubers, la mexicana Fátima Orozco, por ejemplo, triunfa entre los jóvenes con sus recomendaciones en video de libros y literatura. En Perú, tres jóvenes, Arnold Camus, Joel Bustos y Mario Cano, crearon un grupo de lectura online con el cual buscan convocar a lectores del país para leer un libro al mes y compartir sus experiencias a través de redes sociales.