Equipo de rescate USAR: Guardianes de la esperanza

Daniel Zamora
“Necesitan un bombero”, le dijo Hermann Martínez a José Manuel Puentes, quien regresaba de recuperar el cuerpo sin vida de una mujer que quedó atrapada bajo los escombros de un edificio que no pudo soportar el movimiento de la tierra aquel 16 de abril de 2016 en Portoviejo, Ecuador. “Tengo a alguien en línea que dice que está atrapado”, se le oye decir a una mujer del servicio de emergencias local.
Martínez y Puentes eran parte de los setenta rescatistas que viajaron como el equipo Urban Search and Rescue Colombia, que se formó hace poco más de diez años. años y que desde marzo de este año se conoce como Usar Col 1, luego de que el Grupo Asesor Internacional de Operaciones de Búsqueda y Rescate de las Naciones Unidas (INSARAG), los certificara como un grupo en capacidad de operar y brindar ayuda luego de un terremoto en cualquier parte del mundo.
Hermann Martínez ha estado en terremotos como el de México, en 2017.
En el globo, 52 equipos cuentan con esta certificación. En la región solo Colombia y Chile están acreditados. Su misión: buscar, localizar, extraer y brindar primeros auxilios a víctimas de colapsos estructurales.
“¿Cómo se siente? ¿A qué distancia cree que está del acceso más cercano? ¿Cuánta batería le resta a su celular?”, fueron algunas de las preguntas que le hizo Puentes. “Apague el móvil y trate de calcular lapsos de una hora para cuidar la batería y no perder la comunicación”. Colgaron.
Martillos de impacto, motosierras, mandarrias, mototrozadoras y cinceles fueron parte del equipo de siete toneladas que llevaron hasta la zona del desastre en Ecuador. Mientras el equipo se movilizaba, Pablo Córdova, de 51 años y el hombre que obediente a la orden de Puentes apagó el celular al colgar, llevaba más de treinta horas atrapado bajo lo que quedó de los cinco pisos del hotel El Gato.
Sargento Joel Bustamante, miembro del equipo USAR.
“Mientras mis compañeros estaban operando, yo hablaba con Córdova, le preguntaba si sentía ruido, si podía calcular a qué distancia podría estar. Lo último que le alcancé a oír fue: ya veo la luz”. Se cortó la comunicación al mismo tiempo que el taladro atravesaba la última placa y abría un orificio por el cual se asomaba Córdova, con vida, después de 48 horas.
Así como en Ecuador, este grupo ha sido protagonista en numerosas operaciones de rescate internacionales (y locales, en eventos como el colapso del edificio Space, de Medellín y Blas de Lezo, en Cartagena) que hablan del coraje de cada uno de sus integrantes, que hicieron de salvar vidas su elección de vida.
Haití: a prueba de valientes
Desde el avión ya se dimensionaba la tragedia. “El aeropuerto de Haití era muy pequeño y para coordinar el aterrizaje tuvimos que sobrevolar durante una hora. Los edificios caídos, la gente tirada en la calle… En tierra ya se entendía todo: brazos, piernas, el olor de los cuerpos que se estaban apilando y cremando. Parecía una película de terror”, así recuerda el sargento Jaime Cadena los primeros momentos tras su llegada al lugar del terremoto el 13 de enero de 2010.
Horas antes se encontraba pendiente de la activación, o mejor, de la llamada que solicitaba el apoyo del equipo USAR. “¿No se me queda nada? ¿Me faltará algo? Se preguntaba mientras llegaba la notificación. Una de las condiciones es que siempre deben tener una maleta lista con ropa, pasaporte, carné de vacunas y otros documentos para viajar en cualquier momento. El equipo se dividió en dos para desplazarse. Sin embargo, el segundo vuelo se retrasó más de lo planeado, “uno de los aviones despegó con solo periodistas”, recuerda.
Llegaron a Jacmel, a tres horas de Puerto Príncipe. Casas, una iglesia, un hotel y un colegio fueron algunos de los sitios en los que buscaron sobrevivientes y víctimas mortales, pues una de sus misiones también es recuperar cuerpos sin vida.
En esas labores se encontraban cientos de grupos internacionales. El equipo francés de rescate halló con vida a Elizabeth, una bebé de veintidós días de nacida, pero no contaban con apoyo médico para los primeros auxilios, “con nosotros viajó Mauricio Milanés, médico de la Secretaría Distrital de Salud, él le prestó la ayuda. Elizabeth tenía la boquita llena de tierra. Mauricio la estabilizó y le buscamos el transporte para llevarla al hospital. Después de verla con la piel moradita, deshidratada y luego saber que se salvó, ahí uno dice: estoy en el lugar en el que debo estar, haciendo las cosas como se deben”, reflexiona el sargento.
En ese entonces, Pablo González tenía 37 años y llevaba diez en el cuerpo de bomberos. Un equipo de rescate peruano les pidió ayuda a él y a Roger Peña para salvar a una mujer atrapada bajo una lámina de placa y cemento. Llegaron a las seis de la tarde, los peruanos estaban exhaustos.
González y Peña llevaban tres horas trabajando cuando los cascos azules de la ONU les dijeron que se detuvieran, pues el espacio que perforaban para llegar donde la mujer se consideraba muy angosto y el riesgo de una réplica era latente, estaban poniendo en riesgo su vida y les pidieron que siguieran al día siguiente. “Seguramente ella no sobreviviría otro día”, dijo González. Continuaron. “Alcanzábamos a oír a la mujer, el traductor nos decía que nos estaba oyendo”, recuerda González, “pero luego ya no habló más”. Llevaba allí 72 horas.
Roger Peña llegó a ella, vivía, y en la parte superior la esperaba González para sacarla de allí. “Fue muy emocionante mientras la recibía”, recuerda con la voz quebrada y los ojos humedecidos. “Vinieron unos compañeros, también estaban los peruanos, franceses y egipcios que gritaron Colombia, Colombia, Colombia. No volvimos a saber de ella”.
El cerebro detrás de la fuerza
Para manejar estos recursos en el campo de acción se necesita una coordinación impecable, el diseño logístico salva vidas. De eso se encarga Hermann Martínez. “Mi función es limpiarles el terreno a los muchachos cuando vamos a cualquier evento. Eso significa preparar, junto con el jefe de logística, la operación en terreno y establecer los esquemas de coordinación operativa: camiones, helicópteros, madera, recursos, lo que necesitemos debo conseguirlo”, cuenta.
Martínez ha estado en los terremotos de Haití, Ecuador y México (2017). Sobre el primero cuenta que la principal dificultad pasó porque fue casi imposible poderse comunicar con los compañeros. “No teníamos espectro de comunicaciones porque lo ocupaban las transmisiones periodísticas, la prioridad fue la cobertura mediática y no la búsqueda y rescate, eso hizo que se saturara el espectro. Utilizamos la telefonía satelital cuando funcionaba, solo reportábamos en la mañana y en la noche”.
Pablo González rescató, junto a Roger Peña, a una mujer en el terremoto de Haití.
En Ecuador los problemas fueron otros. Al equipo USAR se le pidió la coordinación de los demás equipos de rescate: 60 nacionales y 10 internacionales, que se traducen en dos mil o tres mil personas. “El reto fueron los desplazamientos en la región, pensábamos que llegábamos a un epicentro normal (en Pedernales), cuando nos dimos cuenta de que fue toda una región, que significaban desplazamientos de cuatro horas o una en helicóptero”.
En el campo de acción hay roles definidos, no a todos les corresponde entrar, romper estructuras y manejar taladros y cuerpo pesado (aunque están capacitados para eso). Actualmente al mando está Luis Alirio Cáceres, seguido de Jaime Cadena, luego oficiales de seguridad, planificadores (como Hermann) y así sucesivamente.
El 70 % de los miembros del USAR Col 1 son del Cuerpo de Bomberos de Bogotá. Completan el grupo funcionarios de la Unidad Nacional de Gestión del Riesgo (la cabeza principal a nivel nacional), que garantizan el movimiento del equipo; la Armada y el Ejército, con soporte logístico operacional; Ponalsar, de la Policía Nacional, que aporta asesoría en tema de comunicaciones y tics; Idiger, en el campo de ingeniería estructural; la Cruz Roja, y un médico veterinario, para conducir al equipo de caninos.
Los sacrificios
A todos los espera alguien en casa, y muchas veces los largos entrenamientos y la disponibilidad total para atender emergencias los aleja de sus seres queridos. Por ejemplo, para recibir la certificación de la ONU, viajaron durante seis meses al Quindío, en donde realizaron las pruebas que Sean Moore, uno de los mejores rescatistas del mundo, les exigía dominar.
El sargento Jaime Cadena es el segundo al mando en el equipo USAR, ha estado tanto en Haití como en Ecuador.
México fue el último gran evento internacional para el que llamaron al equipo. El 19 de septiembre del año pasado, por pedido exclusivo del gobierno de ese país. Alistaron y cargaron 22 toneladas de equipos en un avión militar. El excesivo ruido del motor de la aeronave hacía inaudible cualquier conversación, por eso durante el trayecto nadie habló. Además, había que guardar energías para el momento de la llegada, cuando comenzaría el verdadero trabajo.
Fueron trece días en campo mexicano. Allí, Henry Cuevas, de 32 años, trabajó entre 8 y 10 horas diarias. El lugar de operación: el edificio Álvaro Obregón, en donde se estimaba había decenas de víctimas fatales. “En esos momentos trataba de dejar mi mente en blanco”, dice (el equipo USAR recibe entrenamiento psicológico para afrontar los momentos de imágenes crudas), “no todos los cuerpos los encontramos en las mismas condiciones, hay unos que impactan mucho, menos mal no he visto niños, hice seis extracciones, y todo el equipo 22”.
Mientras Cuevas se encontraba en la labor de búsqueda, su hijo cumplió dos años. “Pude hablarle ese día por videollamada, pero el regalo verdadero fue volver y poderlo abrazar”.
Las de José Manuel Puentes, Jaime Cadena, Pablo González, Hermann Martínez y Henry Cuevas son algunas de las historias que le dan rostro al trabajo de los 120 miembros de este grupo de rescate, que se entrenan continuamente y tienen una maleta lista para salir cuando suene el teléfono pidiendo su ayuda.