Coaching: ¿Llegó la hora de replantear su vida?

Sandra Martínez
En esta época de internet, redes sociales y tanta desconexión interior, seguramente que usted habrá escuchado, en alguna conversación, la palabra coaching; tendrá amigos que lo han realizado en sus empresas, que se han convertido en coach de la noche a la mañana, o que han tomado decisiones radicales que cambiaron el rumbo de su destino gracias a varias sesiones. ¿Pero tiene claro qué significa y para qué sirve?
Para empezar a escribir este artículo hice un ejercicio sencillo: tecleé la palabra coaching en google. La respuesta: 316.000 millones de resultados en 0,63 segundos. Un mar de información donde se ven decenas de alternativas –desde el coaching ejecutivo hasta el ontológico–, talleres y páginas que demuestran que es una disciplina que está en auge, de la que se habla en exceso, pero no se tienen claras muchas cosas.
Vamos por partes. La autoridad global en el tema, la International Coach Federation (ICF), lo define con estas palabras: “Es la colaboración con los clientes en un proceso creativo y estimulante, que les sirva de inspiración para maximizar tanto su potencial profesional como personal”. Según el más reciente estudio de ICF, publicado en 2016 junto a Price Waterhouse Coopers, se estima que existen 53.300 coach en el mundo –4.000 están en América Latina y el Caribe–, los cuales generaron en 2015 ingresos por 2.356 millones de dólares, un 19 % más que en 2011. Su principal preocupación, según indica el estudio, son los individuos que no tienen formación acreditada y dicen llamarse coach.
Pero cuál es el punto de partida de este fenómeno. Históricamente, algunos sitúan su aparición oficial en los años setenta con el libro El juego interior del tenis, de Timothy Gallwey, capitán del equipo de tenis de la Universidad de Harvard, quien defendía que el gran jugador vencía primero el partido en su mente. Gallwey llevó este conocimiento al mundo corporativo y afirma que existe una fórmula: “el desempeño equivale al potencial menos la interferencia y la clave está en controlar la interferencia originada en las dudas sobre sí mismo para alcanzar los objetivos propuestos”.
Miguel Ángel Pérez, profesor asociado del departamento de Filosofía de la Universidad Javeriana, resalta un punto importante y explica que la sicología terapéutica, sobre todo en Europa y Estados Unidos, ha ido perdiendo espacio. Afirma que se volvió más experimental, especializada y científica, y se interesó más en desarrollar investigaciones, como identificar patrones de conducta. “La conexión personal y el acompañamiento se convirtieron en tierra de nadie. Y esto dio pie para que fueran emergiendo movimientos, como el coaching, que buscan darle sentido a la vida, encontrar un propósito y darle una mirada diferente al otro para ir construyendo espacios vitales”, asegura.
“La evolución del conocimiento del ser humano”
Gonzalo Gutiérrez es socio de Proa Consulting y uno de los coach más reconocidos actualmente en el mundo empresarial colombiano. Hace quince años renunció a su exitosa carrera de abogado y replanteó su vida. Terminó estudiando una maestría en Liderazgo y Coaching en la Universidad de Georgetown y, desde entonces, ha atendido a varios cientos de personas.
Gutiérrez explica que, desde su punto de vista, el coaching es un producto de la evolución del conocimiento del ser humano. “Cada persona tiene una manera única de ver la realidad, que es el resultado de un entorno, una historia y unas circunstancias por las que solo ella ha pasado. Esa forma única de ver la vida hace que esa persona esté donde esté, haya alcanzado lo que ha obtenido y sea la persona que es. Y, sin embargo, esa manera de ver la vida es lo que le impide a esa persona ser quien no es y estar donde no está‟.
El problema está, según Gutiérrez, en que los seres humanos añoramos cosas que no tenemos, pero somos ciegos a esta realidad. “Para una persona normal, la vida simplemente es como la ve‟. Dentro de ese contexto, la función del coach es acompañar a las personas o a las organizaciones que quieren alcanzar algo que no han podido, a entender la forma como ellas ven la realidad y a partir de esa observacion construir junto con ellas las prácticas y caminos para alcanzar esos propósitos. Para realizar este trabajo, explica Gutiérrez, el coaching ontológico se apoya en la observación del cuerpo, del mundo emocional y del lenguaje de las personas.
Para David de Castro, ingeniero industrial y coach de profesión, es importante destacar que en el coaching no se le dice qué tiene que hacer a la otra persona, porque eso sería mentoring; es fundamental la voluntad, que se elija estar en el proceso, y las preguntas son la clave para darse cuenta de cómo está actuando ante determinada situación y mirar qué otras posibilidades tiene a la vista.
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Según el estudio más reciente de ICF, publicado en 2016 junto a Price Waterhouse Coopers, se estima que existen unos 53.300 coach en el mundo -4000 en América Latina y el Caribe-, los cuales generaron en 2015 ingresos por 2356 millones de dólares, 19% más que en 2011
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“Ser más feliz”
Juan Carlos Morales, gerente general de Palmar de Altamira, una de las empresas del grupo Manuelita, ha vivido el proceso del coaching tanto a nivel corporativo como individual. Por un lado, con su equipo de gerencia trabajaron en seis sesiones, con la empresa Proa, tres puntos esenciales: mejorar las relaciones interpersonales entre los miembros de la gerencia; establecer qué era lo que más les importaba en la compañía para definir metas a corto y a mediano plazo; y, finalmente, elegir el lenguaje y la metodología para hacer pedidos y ofertas.
Aunque asegura que no puede revelar cifras de la operación, afirma que hay un mayor enfoque al resultado que hacia la acción; los compromisos son mucho más efectivos, y la capacidad de desempeño del equipo mejoró.
Luego, Morales se animó a comenzar en mayo de 2016 un proceso de coaching individual. “Para mí se trata, simplemente, de ser más feliz en lo laboral y lo personal. Me ha generado relaciones de mayor confianza; gestiono de mejor manera las crisis en el ámbito profesional y me he vuelto más observador sobre mi comportamiento y el de los demás. El resto es reserva del sumario”, asegura entre risas.
Para Catalina León*, una abogada caleña de 34 años de la Universidad de los Andes, y quien trabaja en proyectos de desarrollo, está claro que hubo un antes y un después de hacer coaching. “Es un proceso que te cambia la vida, es un diálogo con una persona que te hace reflexiones muy fuertes, que te zarandean y que te hacen cambiar la manera en la que te relacionas con los demás. Te da las herramientas y una luz distinta sobre las cosas. Si todas las personas tuvieran la oportunidad de hacerlo, este mundo estaría mucho mejor, con menos nudos gordianos en la vida, porque los aflojaríamos y fluiríamos con mayor facilidad”, explica.
Sofía Cantor*, directora de una unidad de negocio de 86 personas en una multinacional de 1.200 empleados, considera que cada vez en las organizaciones, y en la vida en general, son más importantes las habilidades de relacionamiento y de inteligencia emocional. “Y este proceso es para la vida e implica un conocimiento de las cosas que uno hace y el por qué las hace”.
¿Herramienta terapéutica?
El siquiatra Rodrigo Córdoba explica que le parece muy valioso el coaching desde el punto de vista de entrenamiento u orientación a alguien, para potenciar sus fortalezas. Sin embargo, no opina lo mismo cuando se convierte en una herramienta terapéutica, y personas, sin tener el conocimiento suficiente, exploran situaciones sicológicas profundas. “Quien se atreve a intervenir a alguien sin conocerlo es como un cirujano que abre el estómago de alguien y no sabe dónde están los demás órganos. Quien hace coaching debería tener claro dónde están sus límites (…) A mi juicio, deberían tener un control o al menos tener una firma de un consentimiento firmado, explicando los riesgos y beneficios de una terapia de estas características”, dice.
Por su parte, el siquiatra Carlos de los Ángeles es más fuerte con las críticas y asegura “que no tiene nada que pueda calificarse como científico, excepto algunos consabidos conocimientos de la sicología y que en su mayoría son interpretados a la ligera por el coach”.
El filósofo Miguel Angel Pérez considera que “la codicia abstracta, el interés en el dinero por el dinero, puede enfermar de muerte al coaching. Si perdemos de vista la prioridad de la persona, de la realización de sus proyectos y de su búsqueda de sentido vital, el coaching resulta siendo tan perjudicial como cualquier negocio fácil, anhelo de todo codicioso oportunista”, asegura.
Otros, como David de Castro, creen que puede existir un trabajo complementario entre varias disciplinas. Este coach, por ejemplo, trabaja desde hace un año con un ginecoobstetra que les ayuda a mujeres que quieren ser madres y no han podido, por diversas circunstancias, engendrar. “Los resultados han sido muy positivos. Y esta posibilidad de tener ese acompañamiento ha hecho que las mujeres acepten mejor los tratamientos, porque su cuerpo y emoción están en una coherencia distinta para aceptar el embarazo”.
Gonzalo Gutiérrez, por su parte, concluye que la pregunta que hay que hacerse es qué le sirve más a la persona. “Te sirve hablar con un sicólogo, pues ve y hazlo; te sirve hablar con un coach, pues ve. No existe una respuesta que sea la correcta, no existe una forma mejor que la otra, son maneras distintas y cada vez hay más herramientas para trabajar en el desarrollo personal”.
* Los nombres fueron cambiados por petición de la fuente.