5 pueblos mágicos de México por descubrir en estas vacaciones
Enrique Patiño
Porque es lindo es querido. Y porque es querido, México es aún más lindo. Y más si sabemos adónde ir. El país azteca hizo el ejercicio de contar oficialmente los lugares de mayor encanto de su territorio y la cuenta alcanzó 132 pueblos (cerca del 5 % del total de sus municipios).
El resultado de este desglose nacional de lo más mágico de sus pueblos fueron estas joyas enclavadas casi todas por fuera de las autopistas y de las grandes ciudades, que representan mejor que ningún otro la profunda herencia cultural de este enorme país en el que caben 24 naciones europeas.
Estos pueblos, de una compleja y variada gastronomía, son fotogénicos por naturaleza, con casas coloridas y paisajes que van desde el desierto hasta lo arqueológico, y gente dispuesta a hacer más autóctona la experiencia. Además, todos ofrecen ese algo incierto –más cercano a lo fantástico que a la comprensión mental– de ser inolvidables.
Siempre, sin embargo, hay un “pero”. Como en todo listado, Diners decidió encumbrar algunos pueblos y sacar de quicio a los puristas y a los más recurrentes viajeros al elegir cinco destinos favoritos. Se quedan por fuera maravillas arquitectónicas y paisajísticas, nada que hacer.
Igual, todos los elegidos son un festín para los ojos y los sentidos: Tepoztlán, en Morelos; Jalpa de Cánovas, en Guanajuato; Palenque, en Chiapas; San Juan Teotihuacán y San Martín de las Pirámides, en México, y Bernal, en Querétaro.
Tepoztlán, Morelos
Quienes viven en Cuernavaca, en el estado de Morelos, suelen visitarlo como destino fijo por su encanto y porque está apenas a 17 kilómetros de la ciudad. Tampoco queda lejos de Ciudad de México: tráfico mediante, son a 85 kilómetros de distancia. Pero más allá de su ubicación geográfica, ¿por qué merecería la pena ir hasta allá?
Por ese algo tan indescifrable como místico de su entorno, por ese yonosequé y megustatanto que hace que los jóvenes digan que es un lugar tan bohemio como activo, tan intenso en su ambiente cotidiano como ideal para divertirse con los amigos.
Kathya Gutiérrez Sevilla lo considera su lugar favorito en todo México. “Es un pueblito ideal para perderte un rato del mapa, comer rico en el mercado, tomar una cerveza con los amigos, subir el cerro y demostrarte de qué estás hecho”, dice. Ver el cerro, también, es otro plan. O ver más allá del cerro.
Al menos eso dicen quienes lo visitan. Tepoztlán está ubicado en el parque nacional El Tepozteco y parte de su misticismo invisible está en que es considerado un espacio visitado por los extraterrestres, donde los avistamientos son cotidianos. Camine mirando las calles y de tanto en tanto mire al cielo. Si no los ve al menos disfrutará un paisaje precioso.
En su misticismo más visible está el sitio arqueológico El Tepozteco; una de las joyas de la cultura mexica, un altar dedicado a los dioses guerreros que vigilaban el valle, así como el impactante exconvento de Nuestra Señora de la Natividad, un templo que construyeron los dominicos y que es hoy Patrimonio de la Humanidad. Desde allí se ve un paisaje de enorme belleza entre árboles de naranjo, pinturas murales y pasillos cubiertos con bóvedas de cañón.
Varios recorridos a pie en este pueblo permiten admirar pinturas rupestres antiquísimas de las tribus originarias, visitar sus mercados de artesanías –entre las que se destacan las casitas de pochote, talladas sobre las espinas y cortezas del árbol del mismo nombre–, o comer tlaltequeadas, un plato de la región que se podría traducir como gorditas veganas, hechas con pinole, alpiste y chía, o tlepostizo, el plato típico.
Un pueblo como ‘Tepoz’ tiene de todo para el turismo: desde spas de alto nivel hasta turismo mochilero, calles románticas, paz y energía en su naturaleza. Pero sobre todo, tiene encanto.
Un hotel
Amomoxtili
Calle Netzahualcóyotl 115, Valle de Atongo
Este es un hotel-boutique que cuenta con una piscina donde tendrá una de las mejores panorámicas de El Tepozteco; un spa que ofrece terapias tradicionales como el temazcal y un restaurante que ofrece platos con ingredientes locales. Ideal para relajarse.
Un restaurante
Posada del Tepozteco
Paraíso #3, San Miguel
Dentro de la posada del Tepozteco, en el barrio de San Miguel, hay un restaurante del mismo nombre, donde podrá degustar platos tradicionales y tener un buen servicio. Un punto adicional es que el paisaje que lo circunda está lleno de árboles; y la posada con más de setenta años de tradición está muy bien conservada.
Jalpa de Cánovas, Guanajuato
Hay un tipo de riqueza en este pueblo encantador que fue valioso en la época de consolidación del estado de Guanajuato y está siendo valioso de nuevo en el mundo contemporáneo: la fertilidad de sus suelos y la variedad de sus frutos. Quien entiende que volver al origen es volver a la riqueza sabe que Jalpa es un tesoro.
En medio de huertas de membrillo, nogales, moras, manzanas y campos de trigo, Jalpa de Cánovas se levantó casi en el límite con Jalisco, pero cuenta hoy con acceso fácil en transporte público desde León. Su historia comenzó a partir de una hacienda que le perteneció al terrateniente Manuel Cánovas, quien originó el nombre del pueblo. Hoy, la riqueza de sus productos se evidencia en mermeladas, licores, conservas y platillos típicos cocinados por las mujeres de la región. Sus nombres parecen jugar con la imaginación: caldo de zorra, enchiladas de cecina o mole de nuez con arroz.
Con áreas naturales protegidas como el bosque de Las Musas, santuarios históricos y haciendas por doquier, es fácil volver de Jalpa con “el olor de los nogales y luciérnagas de las antiguas presas hidráulicas envolviendo como estrellas a sus visitantes”. Así lo recuerda Georgina Aguilera, arteterapeuta, cuando hace memoria de sus caminos empedrados, de sus aguas donde es posible practicar kayak, y de sus viñedos de largas hileras bajo el sol amable de su clima medio.
Suena apacible porque lo es. Suena a plan fuera de lo tradicional porque es naturaleza, legado colonial y fertilidad de la madre tierra en un mismo territorio.
Un hotel
La Galera Hotel-Boutique
Purísima del Rincón, Guanajuato
En un granero del siglo XVIII, que fue restaurado y acondicionado, se encuentra este hotel-boutique. Allí podrá disfrutar de la naturaleza, cabalgar por la hacienda y terminar el día viendo el reflejo del atardecer en la vieja represa del pueblo.
Un restaurante
Pérgola Restaurante
Calle Luis Long #7, Jalpa de Cánovas
Chile hojaldrado en nogada, molletes, quesadillas y enchiladas forman parte del menú de Pérgola, un restaurante que se inspira en productos locales para deleitar a sus comensales y que ofrece espacios al aire libre y música en vivo.
Bernal, Querétaro
Es bello y punto. Guapo. Coqueto. Encantador. Precioso. Tiene una peña (el tercer monolito más grande del mundo, formado hace casi 9 millones de años) que sale en todas las postales; casas de colores terracota y cobrizos, la certeza de que hay allí un portal dimensional que recibe a los ovnis y es resguardado por indios guerreros; una reserva natural protegida, un lugar que es patrimonio cultural intangible y cuna de la cultura otomí-chichimeca; además de una locación que forma parte del Triángulo Sagrado indígena que planteó esta cultura.
Por si faltara algo, este pueblo, a una hora de Querétaro, tiene maravillosas artesanías y comida local con nombres felices de pronunciar, como las gorditas martajadas, las gorditas de maíz quebrado, los chiclosos o la nieve de guamichi.
Más no se podría pedir. Pero sí, tiene más.
Por su altura, de más de dos mil metros y clima semiseco, hay desde vinos y quesos hasta caminatas y safaris para ver arte rupestre; hay artículos de lana elaborados en telares de más de un siglo, y construcciones coloniales que perduran en el tiempo y parecen hoy destinadas a ser telón de fondo de las fotografías. Hay risa, calma, paz y diversidad.
Como pueblo es pequeño. Pero ¿a quién le importa el tamaño hoy si lo que cuenta es la experiencia? En ese sentido, Bernal se queda en el corazón. Ese es, precisamente, su tremendo logro.
Un hotel
Casa Mateo
Calle 5 de Mayo #21, Bernal
Este hermoso hotel-boutique está ubicado en el centro de Bernal y a tan solo diez minutos de los viñedos más reconocidos de la región. La edificación es del siglo XVIII y fue restaurada recientemente. El restaurante queda en la terraza, desde donde se tiene una vista privilegiada del pueblo.
Palenque, Chiapas
En el sur de México el paisaje cambia. La selva se hace espesa, el clima rescata la humedad perdida de sus desiertos del norte y una antigüedad aún por descifrar emerge entre las ruinas de la civilización maya. Allí, en ese espacio de naturaleza viva, hay una invitación pendiente para los que aman lo inesperado y la arqueología: el impresionante sitio arqueológico de Palenque, Patrimonio de la Humanidad.
En este lugar se erigió una civilización poderosa y compleja, una de las más grandes del mundo antiguo, conectada con otras ciudades igual de poderosas como Tikal o Calakmul. Hoy, sus habitantes, mayoritariamente indígenas, guían al turista por una zona de cascadas, ríos, selva y lluvias, donde es frecuente ver aves exóticas y encontrar prendas de colores bellísimos y bordados intrincados. La joyería en ámbar, los dulces de miel, los tamales y la tranquilidad de estar desconectado del mundo contemporáneo son otros de sus atractivos.
Aunque menos espectacular como pueblo que los anteriores, su real encanto radica en esa aura mística que le da haber albergado una cosmogonía y una sabiduría que todavía hoy se está revelando al mundo. No es poca cosa: en una superficie aproximada de 16 kilómetros hay más de 200 estructuras arquitectónicas en piedra. Y un saber profundo: allí, siglos atrás, bulló la vida, se miró a las estrellas y se previó lo que sucedería en estos tiempos. Sus muros silenciosos se conectan aún con el ahora.
Un hotel
Quinta Cha Nab Nal
Carrera a las Ruinas, kilómetro 2, Palenque
A tan solo tres kilómetros del complejo arqueológico de Palenque se encuentra este hotel, que recrea un conjunto palaciego maya con todo el confort del mundo moderno. Ojo a la piscina que está inspirada en las cascadas de la selva palencana.
Un restaurante
Don Manuel
Carretera Palenque – Ocosingo, kilómetro 3.5, Palenque
Fundado en 1970, el restaurante Don Manuel tiene un lugar privilegiado frente a la reserva natural creada por el río Chacamax. Por ello que en su carta enaltece los frutos del río, como la mojarra. El restaurante se encuentra dentro de las instalaciones del Hotel Nututun Palenque.
San Juan Teotihuacán y San Martín de las Pirámides, México
En el estado de México, este destino es, en realidad, un dos por uno. Dos pueblos y dos experiencias en una misma: la zona arqueológica de Teotihuacán, Patrimonio de la Humanidad, a la que miles asisten para conectarse con la mitología náhuatl (se cree que acá se crearon el Sol y la Luna), los códices encontrados en la zona, la época prehispánica, las piezas usadas por los teotihuacanos y sus maravillosas pirámides. Y los pueblos llenos de vida, de turistas y oferta gastronómica variada, artesanías y planes posibles.
Hay mucho por hacer. Todos los guías hablarán de ir al Zócalo, de recorrer sus portales o de visitar la catedral del Divino Redentor y el exconvento de San Juan Bautista dentro del legado hispánico en San Juan. Mientras que en San Martín le dirán que vaya a la parroquia de San Martín Obispo de Tours y a la iglesia Ecce Homo.
No importa. Haga lo que haga o deje de hacer, está bien. No siga los guías. Siga su instinto. Súbase a un globo, si puede, y camine por ahí, entre portales. Cómase un dulce de tamarindo, siéntese en sus arcos ornamentados de cantera, bajo la sombra de las torres decoradas con triglifos, róbese una flor, tómeles fotos a las esculturas y, por favor, vaya a las pirámides.
Se sabe que los teotihuacanos desarrollaron una poderosa e impresionante cultura al menos cinco siglos antes de Cristo, previa a los aztecas, y que la ciudad alcanzó los 25 kilómetros cuadrados de extensión y gloria. En sus muros hay una magia inconcebible: la de saber que los que nos precedieron alcanzaron la gloria y vivieron su total desaparición, y que, sin embargo, los ecos de su grandeza nos alcanzan aún hoy.
Este sitio nos devuelve la humildad y nos recuerda que toda civilización que quiere dejar un legado debe aspirar a la grandeza antes que a la productividad o lo meramente sistémico.
Un hotel
Posada Colibrí
Prol, Av. Miguel Hidalgo 37, San Juan Teotihuacán de Arista
La fachada restaurada de esta hacienda del siglo XVIII contrasta con sus espacios contemporáneos que ofrecen una experiencia única que combina hotel, spa y temazcal, la mística prehispánica que purifica el cuerpo a través de rituales ancestrales y masajes corporales.
Un restaurante
Las Grutas
200 metros de la Puerta 5 de la Zona Arqueológica de Teotihuacán, San Juan Teotihuacán.
En medio de una gruta, una amplia cavidad de origen volcánico, está escondido este restaurante que ha recibido célebres comensales como Frida Kahlo y Diego Rivera. Su menú mezcla los ingredientes de la gastronomía local con la herencia culinaria de épocas prehispánicas.
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