Croacia y Bélgica: las revelaciones de Europa

Enrique Patiño
No es más que descender en la impresionante estación belga de Antwerpen –más parecida a una catedral que a un lugar de abordaje de trenes–, para de inmediato escuchar que los británicos la llaman Antwerp, los franceses Anvers y los hispanos Amberes.
En ese momento uno recuerda el fútbol y entiende por qué en el equipo belga había un Thibaut Cortouis que sonaba más francés que la totalidad del equipo de Francia, y al mismo tiempo un Dries Mertens o un Jan Vertonghen que no podían disimular su origen neerlandés flamenco.
El Mundial de Fútbol 2018 fue, de hecho, un viaje más allá del fútbol: nos regaló una nueva sonoridad y a dos países, Bélgica y Croacia, que nos obligaron a preguntarnos qué más hay en ellos, además de sus futbolistas.
Quince millones de turistas visitan cada año Dubronik, en Croacia, declarada patrimonio de la humanidad. Foto: S-F/ Shutterstock.
Mientras los apellidos de la selección de Francia daban cuenta de la migración de las colonias africanas, sus rivales, los croatas, obligaban a los hinchas a pronunciar sus apellidos con una dicción terminada en “ic”. Subasic, Modric, Rakitic, Mandzukic o Perisic, sufijo, que por cierto, significa ser “hijos de”.
Para rendirles un justo homenaje a las dos naciones, nada mejor que recorrerlos para entender por qué, más allá del fútbol, vale la pena detenerse en ellas. Hay que dejarlo en claro: como destinos turísticos son tan sorprendentes como su participación en la Copa Mundo.
CROACIA
1. LA REALEZA DEL ADRIÁTICO
Croacia tiene alma de reino: los colores de su bandera reúnen tres monarquías (los reinos de Dalmacia, Eslavonia y Croacia) que datan de hace quince siglos y han vivido tantas guerras como independencias. La última fue en 1991, y obligó a varios de los jugadores croatas a emigrar ante la fuerte ola de violencia. Las camisetas de la selección, a cuadros blanco y rojo, representan el escudo de armas.
La iglesia de San Marcos, en Zagreb, se construyó en el siglo XIII. Foto: Jorge Franganillo (CC BY-NC 2.0)/ Flickr
Este país balcánico forma parte de la Unión Europea desde 2013 y llegar allí es más fácil que ir a las islas griegas, por ejemplo. Su alma de reino se ve a las claras en su territorio, que une cincuenta islas habitadas con pueblos enclavados en las montañas, lagos con niebla, bosques, ruinas y pueblos pesqueros: era claro que cualquiera quería regir sobre tanta belleza estratégicamente bien ubicada.
2. DUBROVNIK: LA JOYA DE JOYAS
Quizás ningún lugar sea más representativo de la historia de esta nación como Dubrovnik, primero por belleza y segundo por historia (vendida al Imperio otomano, fue nación independiente y estuvo bajo régimen veneciano, húngaro y yugoslavo). Su caso es curioso: la región más sureña del país está separada físicamente del resto de Croacia por un trecho que le pertenece a Bosnia. Pero eso también forma parte del paseo.
Su centro histórico es considerado patrimonio de la humanidad y es uno de los más impactantes de Europa. Los que lo saben, abarrotan sus calles protegidas por altas murallas que ven al mar y disfrutan del doble regalo de observar una ciudad de calles que roban el aliento y, al mismo tiempo, detallar el paisaje marino y sus islas cercanas. Es tan bella Dubrovnik que por sí sola atrae casi 15 millones de visitantes al año.
3. ISTRIA
La región más sorprendente del país es la península de Istria, al noroeste, y en ella, la ciudad más bella se llama Rovinj. Chiquitita y al mismo tiempo majestuosa, tiene ese aroma salobre de los pueblos pesqueros y una ciudad empotrada en una loma amable que permite caminar mientras se contempla el mar. Allí vale la pena tomar un bote para verla de lejos y apreciar sus colores vivos y sus calles medievales.
En Porec, Istria, se encuentran los lagos de Plitvice, un parque donde las cascadas y las cuevas son protagonistas. Foto: Iakov Kalinin/ Shutterstock.
También en Istria está otra joya: Porec, tan coqueta casi como Rovinj, y con esa mezcla de la multiculturalidad de lucir una catedral bizantina y la elegancia de los tejados rojos. Y el remate: los lagos de Plitvice, un parque nacional de cascadas, cuevas, pasarelas de madera y gran belleza natural.
Split fue una de las locaciones donde se rodó la serie Juego de Tronos. Foto: xbrchx/ Shutterstock.
4. EL JUEGO DE TRONOS DE SPLIT
Si usted sigue la serie Juego de tronos, reconocerá a Dubrovnik como la capital del rey Landing. En Split, al sur del país, también suceden escenas de la serie, en especial en el palacio de Diocleciano, un legado romano considerado monumento protegido de la Unesco.
¿Qué hacían allí los romanos? Dominaban con su imperio y Dalmacia (de donde vienen los dálmatas, por cierto) era la provincia en la cual nació el emperador Diocleciano. Cuando este abdicó, tuvo la gran idea de disfrutar de sus últimos años en su lugar de origen y de construir un palacio enorme que dio pie a que se fundara esta ciudad. Se pueden visitar incluso las mazmorras de su palacio y recordar algunas escenas del lugar donde guardan los dragones en Juego de tronos.
El emperador romano Diocleciano nació en Split, en donde pasó sus últimos años construyendo los cimientos de la ciudad. Foto: Andrew McDonoungh/ Shutterstock.
5. COMER Y BEBER EN LOS BALCANES
Sarma. Con esa palabra cualquiera puede sobrevivir en Croacia y comer delicioso. Acá los llamamos rollitos de repollo y hojitas de parra. Hay que recordar que Croacia es un punto medio en los Balcanes, en el que se han unido la Europa del sur, Oriente Medio y el norte de África.
Un plato típico es el sarma, rollitos de repollo envueltos en hojas de parra. Foto: Lesya Dolyuk/ Shutterstock.
Así que su comida es tan mediterránea como árabe, tan turca como europea central, con mucho pescado, aceite de oliva, pero también papas y potajes pesados, menestras, cerdo, risotto negro y, sobre todo, mucha páprika, el ingrediente principal de buena parte de los platos. Variada, intensa, alegre y al mismo tiempo ruda y con un aire marinero. Así es Croacia, tal como su comida.
6. A NADO POR EL ADRIÁTICO
Todos hablan de las islas griegas. Pero pocos saben que Croacia cuenta con más de mil fragmentos de tierra en medio del mar, buena parte intercomunicados por barco o a máximo tres kilómetros de distancia en kayak de los puertos cruciales. Tres planes son ideales: salir de Hvar –de por sí una isla paradisiaca y codiciada por los turistas– y emprender viaje a las islas Paklinski o a la isla Šcedro.
Dalmacia se ubica al sur de Croacia, a orillas del Adriático. Foto: xbrchx/ Shutterstock.
La segunda, ir a la isla de Brac, que es considerada una de las más bellas de Europa por su forma; y la tercera, salir en kayak desde Dubrovnik y llegar a la isla de Jabuka, donde los únicos habitantes son los pavos reales y es posible nadar en un cráter volcánico.
COMER Y DORMIR EN CROACIA
AMFORA: comida mediterránea con un toque intercultural entre asiático y norafricano.
KONOBA DALMATINO: comida tradicional dálmata con especialidad en postres.
360: vistas impresionantes de la ciudad. Ubicado en la muralla, ofrece comida mediterránea moderna.
DUBROVNIK PALACE: hotel de lujo con vista a las islas en medio de senderos naturales.
VALAMAR LACROMA: ganador del premio World Travel a hotel líder en Croacia en tres ocasiones.
GRAN VILLA ARGENTINA: lujo, playas privadas, una villa antigua frente al mar y spa.
BÉLGICA
7. EL REINO DONDE TODO SE UNE
De Croacia a Bélgica hay un trayecto en avión de apenas dos horas. La llegada al aeropuerto de Bruselas es aparatosa, pero al salir a sus calles se comprende el cambio del mundo actual: hay tres idiomas en un mismo reino de once millones de habitantes (neerlandés, francés y una mínima parte de alemán); es la capital de la Unión Europea, lo que hace que en sus calles se hablen tantos idiomas como en cualquier metrópoli mayúscula; es un punto de comercio que aprendió a sobrevivir a punta de su habilidad para los negocios, sus puertos emblemáticos, sus universidades y su cultura.
Bélgica cuenta con tradición democrática pero también tiene rey: Felipe, quien asumió en 2013. Acá el Palacio Real, en Bruselas. Foto: skyfish/ Shutterstock.
Ha sido el campo de batallas amargas de la historia y aunque en sus calles no prime el calor, sino largos y duros inviernos, el corazón multicultural de sus habitantes lo convierte en un país acogedor. Su tradición democrática no riñe con el hecho de contar con un rey: Felipe, quien asumió en 2013 y está casado con Matilde de Bélgica, la única reina proveniente de la nobleza que queda hoy en día. Bélgica tiene un poco de todo. Ahí radica su encanto.
8. PAPAS FRITAS, MEJILLONES Y CROQUETAS
La comida no es su fuerte. De hecho, lo que más resalta de este país son sus papas fritas con mayonesa (no son papas a la francesa, por si las dudas: los que las bautizaron así oyeron a belgas hablando francés y sacaron la conclusión errada). Están en cada pueblo y se pueden acompañar con distintos tipos de salsa, de las cuales la otra recomendada es la de maní (pindakaas, se llama).
Los mejillones y las papas son los platos típicos. Foto: Bastiaanimage stock/ Shutterstock.
Tienen una diferencia con el resto del mundo: se fríen dos veces, son más crocantes y saben mejor. En Bélgica se comen con mejillones, uno de los platos nacionales, y cuentan con un museo de tres pisos en Brujas en el que el itinerario comienza 8.000 años antes de Cristo, en Perú, pero remata con un video sobre cómo los belgas consiguieron la perfección de las papas fritas. Las croquetas, orgullosamente, son su otro plato nacional.
9. CERVEZA Y SALUD
Si en el sur de Europa se toma vino, en la Europa central manda la cerveza. De todos los países cerveceros, el rey es Bélgica. Los belgas toman más de 85 litros de cerveza al año, pero solo de alta calidad: en este país tan pequeño hay cerca de 1.100 marcas de cerveza, con más de 200 cervecerías y hasta existen aplicaciones virtuales en las que la gente cataloga sus favoritas.
En Bélgica hay más de 1.100 marcas de cerveza, y cada belga toma, en promedio, 85 litros al año. Foto:Roberto Cacho Toca (CC BY-NC 2.0)/ Flickr.
Las cervecerías son un plan en sí mismo, porque se trata de espacios verdes de ambiente familiar donde los niños pueden jugar y hay campos abiertos mientras sus padres eligen entre las decenas de variedades. Flandes, región al norte de Bélgica, es la cuna de las cervezas. Visitar monasterios donde los monjes procesan la cebada y fabrican la bebida de forma artesanal es un paseo de una tarde de sol.
10. AMBERES, BRUJAS Y GANTE
Brujas es el lugar más romántico del mundo: pequeña, llena de canales, y a diferencia de lugares similares, con una atmósfera que parece encantada a pesar de la revolución de los turistas. Acá todos permanecen en silencio ante la belleza de su arquitectura tranquila sobre el agua, apenas interrumpida a lo lejos por la alegría de la plaza central del Burg. Un sitio diminuto, el Lago del amor, obliga a buscar abrazo o cámara para compartirlo luego con los que se aman.
La belleza de Gante resulta imponente, es la ciudad universitaria de Bélgica. Foto: leoks/ Shutterstock.
Amberes, el puerto con la estación de trenes más hermosa de Europa y un zoológico adyacente, su plaza central triangular, la catedral gótica de 123 metros que tardó 170 años en ser construida, es otra joya del norte belga. Gante, finalmente, le compite en belleza a Brujas. Su campanario data de 1313 y su casco antiguo es imponente.
En Gante confluyen los ríos Lys y Escalda, dos de los afluentes más importantes del país. Foto: Mapics/ Shutterstock.
11. BRUSELAS ES CÓMICA
Otra forma de conocer Bruselas es a través de la Ruta del Cómic. Foto: matteo_it/ Shutterstock.
El atractivo más interesante de la capital belga tiene dos formas de disfrutarse: la Ruta del Cómic, que cuenta con personajes locales como Tintín, Lucky Luke, Los Pitufos, Ásterix y Óbelix y cerca de cincuenta más que adornan las calles en murales dispersos que se recorren y se leen como una historieta a muchas manos. Y el Museo de los Figurines Originales (MOOF), con todas esas tiras cómicas icónicas, pero en figuras 3D.
COMER Y DORMIR EN BRUSELAS
Restaurantes y hoteles:
VISMET. Sus croquetas de camarón y sus sopas de pescado y platos con salsas bechamel son clásicos belgas imperdibles.
NOORDZEE. La Mer du Nord. Así, en dos idiomas, va este lugar de mejillones, sopa de mar, calamares fritos, papas y mucha cerveza.
FRITURE RENÉ. Papas fritas, croquetas, cerveza y salsas: todo, según la tradición belga.
LA MAISON HAUTE. Estilo tradicional en madera, con su propia línea cosmética en el baño, muy cerca del centro.
THON HOTEL BRISTOL STEPHANIE. Tan lujoso como joven, tiene todo y está cerca de todo.
MAISON FLAGEY. En el barrio artístico Ixelles, este edificio art nouveau protegido es parte de la ruta turística oficial.