“Desconectado”: un viaje con Juan Pablo Raba

El actor Juan Pablo Raba no para de trabajar. Estuvo en Colombia terminando de grabar Distrito Salvaje, entre otras producciones. Diners compartió un día con él y su familia en Tobia, Cundinamarca.
 
“Desconectado”: un viaje con Juan Pablo Raba
Foto: Andrés Oyuela / Producción y styling: Lucy Moreno
POR: 
Alejandro Convers

Nuestra cita es en la Casa de la Estación, una construcción republicana de principios del siglo XX enclavada en las montañas del cañón del río Negro. Tras su restauración y remodelación, la casa se ha convertido en uno de los secretos mejor guardados de los alrededores de Bogotá: un hotel boutique de cuatro habitaciones, con espacios amplios, baños enormes de lujo, un spa con vista al río y la oportunidad de visitar paisajes extraordinarios.

Llegamos temprano y nos recibe su esposa, Mónica Fonseca, quien desayuna con Joaquín, su hijo. Juan Pablo ha salido al amanecer a montar bicicleta. Después me contará que la bicicleta, más que un deporte, es una de las grandes pasiones de su vida.

Por ahora, converso con su esposa quien luce radiante en su sexto mes de embarazo. Me cuenta que es el primer fin de semana de descanso en un par de meses de grabación intensa en Bogotá. Un fin de semana en el campo y en familia.

La familia es central en la vida de Juan Pablo, una de sus prioridades. Tras terminar de rodar la segunda temporada de Six en Vancouver, decidieron quedarse, por lo menos por un tiempo, en esta ciudad canadiense.

Una de las razones principales fue no interrumpir, sin necesidad, la rutina de su hijo de cinco años, su colegio, sus amigos. Saben que se trata de algo temporal y que tarde o temprano tendrán que moverse. Raba es un nómada, su vida nunca ha estado limitada a una sola ciudad.


Raba cuenta que desde su participación en la serie Narcos, su carrera pasó a otro nivel.


Desde muy joven, por su padre, estuvo en contacto con Argentina, luego se mudó con él a España y creció en Valencia. Regresó a Colombia con veintiún años recién cumplidos y se convirtió inesperadamente en actor.

En Colombia empezó su carrera, pero continuó en Venezuela en donde se consolidó como actor protagónico en series memorables como Mi gorda bella.

Al regresar a Colombia hizo parte de El cartel de los sapos y Los caballeros las prefieren brutas, entre otras. Pero tras quince años de carrera todavía faltaba lo mejor. Tras coquetear con Hollywood y participar en la película Los 33, una serie le dio la exposición que necesitaba para llevar su carrera a otro nivel.

Narcos, el éxito sorpresivo e inmenso de Netflix, lo presentó ante una industria que rápidamente encontró un lugar para él: “Narcos fue muy influyente, la vio todo el mundo, no solo el público, sino la industria, y me abrió ciertas puertas porque a los agentes de casting y a los productores en Estados Unidos les interesaba saber cómo era ese personaje, quién lo hacía y por qué hablaba inglés. Fue un paso más en la escalera”, dice Raba.

Tener exposición en el mercado angloamericano desencadenó sus papeles en inglés en series como Agents of Shield y películas como Imprisoned. Su carrera ha sido también la razón para que la familia Raba Fonseca se haya movido de Miami a Los Ángeles, y ahora, a Vancouver.


Montar bicicleta es una de sus mayores pasiones en la vida.


ZEN Y EL ARTE DE LA BICICLETA

Justo cuando terminamos de desayunar, Juan Pablo llega bañado en sudor. Empezó a montar bicicleta cuando vivía en Venezuela y allí conoció el enduro, una práctica en la que se atraviesan las montañas por lugares complicados y a gran velocidad.

Más allá de ser una práctica deportiva, para estar en forma, la bicicleta ocupa un lugar central en la vida de Juan Pablo y cuando habla de montar es como si revelara algo de su vida más íntima: “No tiene nada que ver con verme de una forma, sino con sentirme de una manera determinada. Es entender que puedo superar todos mis miedos. Para mí montar bicicleta constituye una meditación, por eso muchas veces lo hago solo, me despeja la mente, me tranquiliza, es como un recorrido espiritual y, además, cuando subes a una montaña, se trata de una experiencia que te vuelve humilde, te hace entender lo pequeños que somos”.

Es por ese amor a la naturaleza por lo que visitaremos un par de cascadas que prometen ser escenarios increíbles para las fotos de este artículo. Antes de partir le dicen que en la segunda puede bañarse y a Juan Pablo lo emociona la posibilidad de entrar al agua al lado de su hijo Joaquín.

Las cascadas quedan a más o menos una hora del alojamiento, por un camino destapado. Acompaño a la familia en el carro durante el recorrido y me sorprende su tranquilidad. Juan Pablo maneja, Mónica en el asiento del copiloto sostiene mi grabadora, atrás Joaquín va en la silla especial para su edad. Pienso que la calma se puede explicar en los dos adultos porque son figuras públicas y saben que los voy observando, pero el niño cuenta apenas cinco años y tiene la serenidad de un pequeño buda. Va mirando por la ventana, escuchando nuestra conversación. Nunca se oye una queja, solo espera atentamente la llegada a la cascada.

Para el actor, la bicicleta le ha desarrollado el corazón, tanto físico como emocional, pues lo entrena para superar los retos de la vida.


Por el camino, Raba me cuenta sobre los cambios en su carrera, sobre las diferencias entre grabar en Colombia y en Hollywood, las peculiaridades del proceso creativo de los americanos.

No puede olvidar la última prueba antes de empezar la serie Six en la que interpreta a un soldado de la marina: “Nos mandaron cuatro días a un campo de entrenamiento en San Diego, el último día nos tuvieron 36 horas seguidas haciendo ejercicio sin parar, nos hicieron escalar una montaña, todo con un morral de 35 kilos de peso, por nueve horas, hacer ejercicio allá, luego bajar al mar.

Al final nos enteramos de que si alguien se hubiera rendido, no lo habrían dejado seguir en la serie”. Le pregunto si la bicicleta le ayudó en esa situación y me dice que montando es como ha desarrollado el corazón tanto físico como emocional para superar los retos de su vida.

NATURALEZA Y FAMILIA

Llegamos a la primera cascada tras casi una hora y media. Me imagino que el largo recorrido destapado es pesado sobre todo para Mónica por su embarazo. Pero ella es la gracia absoluta. En la primera cascada nos quedamos lo justo para hacer las fotos.

Para llegar a la siguiente, que se encuentra en medio de la montaña, hay que caminar unos cuantos minutos por caminos enlodados y resbalosos. Mónica decide quedarse en el auto y descansar. Juan Pablo lleva a Joaquín, es la oportunidad de entrar juntos al agua.

La segunda cascada es una vista memorable. Cae desde una gran altura, difícil de calcular por lo empinado de las laderas que rodean un pequeño descanso que luego se convierte en un arroyuelo. Juan Pablo se para en el arroyuelo con la cascada de fondo para tomarse la foto y, súbitamente, como si todo estuviera planeado, la luz que hasta ahora era escasa se asoma por entre las montañas y empieza a iluminar directamente su rostro.


Aquí descansa en la habitación del hotel.


Se quita el sombrero, levanta la cabeza, hace como si lo hubiera estado esperando, parece ser una de esas personas que desde lo más profundo cree que todo va a salir siempre de la mejor manera posible.

Tras la foto se pone rápidamente su vestido de baño, carga a su hijo y empieza a caminar hacia la cascada. El agua es helada y cae con fuerza. Tal vez no sea muy amigable para un niño de cinco años y Joaquín no luce muy cómodo. Le pregunta si prefiere quedarse en el borde y él responde que sí. Recibimos al niño y Raba entra en la cascada que cae con violencia.

Por un breve momento se entrega por completo al agua y se ve como transportado a otra parte. Dura poco, porque él es, por encima de todo, un padre y está pendiente del niño. Regresa hacia él y se sientan juntos en unas piedras al lado del agua.

Cuando volvemos al auto, Mónica se acaba de despertar de una siesta. Ella maneja en el camino de regreso. Joaquín se duerme en su silla a mi lado. La pareja planea sus últimos días en Bogotá. Es interesante oír cómo este par de adultos jóvenes y exitosos se tratan con la dulzura de una familia clásica. Ella le dice papá; él, mamá. Se ven felices de haberse encontrado, de ser un equipo.

“Cuando subes a una montaña, se trata de una experiencia que te vuelve humilde, te hace entender lo pequeño que somos”.


Más temprano, mientras le tomaban una de las primeras fotos al actor en un cuarto del hotel, Mónica y Joaquín estaban tirados en un colchón en el otro extremo de la habitación. Entre toma y toma, Juan Pablo les hablaba, se reía con ellos, se salía del set y se acercaba a consentir a su hijo en la cabeza, a tocar gentilmente la barriga de su mujer.

Al final del shoot se recostó al lado de ellos. Mónica escribía en una hoja los posibles nombres para la nueva hija con símbolos de interrogación en frente, Juan Pablo jugaba con Joaquín.

Reconectarse con la naturaleza y recorrer paisajes con cascadas son uno de los planes preferidos de Raba.


La familia crece, la carrera no se detiene y las prioridades de Juan Pablo Raba están claras porque, como lo sabe desde que nació su hijo, ya no se trata solo de él: “Tal vez ahora, en el momento en el que más responsabilidades tengo en mi vida, es cuando más ligero me siento, porque es como si hicieras callar el ego, creo que eso es lo que uno hace con la familia cuando tiene el corazón abierto”.

         

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junio
21 / 2018