Cuatro hoteles de paz y buen sabor en Europa que debe visitar

Paola Miglio
El hospedaje es parte esencial de un viaje, eso que lo distingue de un recorrido regular, que lo encaja en lo inolvidable. Incluso, a veces, el motivo. En esta oportunidad visité cuatro alojamientos en Europa que −muy distintos entre ellos− proponen desde el retiro y la paz de las montañas en los Abruzzo y Fürstenau, pasando por lo absoluto del Mediterráneo, hasta la capacidad de abstraerse en medio de una de las ciudades más arrolladoras del continente, Madrid. El extra: grandes chefs del mundo manejan sus cocinas o tienen sus principales restaurantes a unos pasos de las habitaciones.
(Le puede interesar: Trucos para encontrar vuelos y hoteles más económicos)
Desde las montañas de Suiza: Casa Caminada

Junto a un recuperado castillo donde se encuentra su restaurante Schloss Schauenstein (tres estrellas Michelin y 40 en la lista mundial de los 50 Best), el chef Andreas Caminada ha levantado una posada llamada Casa Caminada dentro de una suerte de cónclave de sutileza y estilo rodeado por las maravillosas montañas suizas, aquellas que guardan también el lugar donde se encuentra Fürstenau (en el cantón de los Grisones), “la ciudad más pequeña de mundo”, como le llaman.
Llegar toma aproximadamente hora y media desde Zurich en carro, por buenas autopistas que acompañan verdes intensos y floridos en verano. El gran pequeño enclave de Caminada no solo consta de restaurante estrellado y alojamiento, sino de un espacio más llamado Oz, dedicado a la gastronomía vegetariana y comandado por el chef Timo Fritsche; una escuela y hasta una despensa gourmet a puertas abiertas donde ofrece lo que preparan artesanalmente en sus cocinas y lo que traen los productores de pueblos aledaños. Este pequeño “pueblo” dentro del “pueblo más pequeño del mundo” induce a la reflexión, el gozo y el remoloneo.
Casa Caminada se entiende pequeña, confortable, casera, pero con limpieza de líneas y diseños, colores claros que contrastan con la brillantez de la naturaleza y habitaciones amplias e inmaculadas, con ventanales por donde la luz de verano entra impertinente y acogedora. Anuncia felicidad sin pedir permiso. Levantada sobre dos antiguas caballerizas por el arquitecto Gion A. Caminada, en cada rincón hay un detalle que proclama un lujo silencioso. Romance en puertas. Retiro voluntario. El sabor lo ponen los fogones que le hacen reverencia a la herencia del cantón (Grisones), y ya desde el desayuno los panes, las mantequillas, los quesos y las mermeladas hechas con esmero anuncian días de placidez. ¿Por qué vale la pena el viaje? Podrán probar el resto de experiencias organizadas por Caminada (como el menú degustación de sus restaurantes) y visitar el pequeño pueblo. O simplemente gozar de la piscina y recorrer sus huertos. Lo mejor es llegar en carro particular (rentado) o gestionar la movilidad con los del hotel.
Ver todo el Mediterráneo: The Maybourne Riviera

Desde el balcón de la habitación de The Maybourne Riviera (edificio de 1963, renovado y reinaugurado en 2021) se puede ver más allá del mar Mediterráneo: obviamente, un pedazo de la Riviera Francesa; si alargan bien la vista, algo de Italia y su Cerdeña; si giran al otro lado, Mónaco y su arrollador Montecarlo. Y es que la península Roquebrune-Cap-Martin, donde se ubica este remodelado hotel, pareciera estar en medio del todo. Llegué cuando aún no están abiertos. Los cambios han tomado tiempo, pero el placer de ser quizá algunos de los primeros en dormir ahí suma a la experiencia. No hay más habitaciones tomadas, es un hotel para uno. O dos. Todo el diseño evoca lo marino, los colores y las líneas que sostienen una imponente, pero aparentemente liviana edificación que fluye hasta fundirse con las quietas olas del mar. Luz infinita por todos los rincones en las horas doradas, habitaciones con balcones que empujan a la contemplación y diseño contemporáneo que se insinúa sin obviedad. El exterior estuvo a cargo del arquitecto francés Jean-Michel Wilmotte y hay solo 69 habitaciones y suites, todas con terraza propia.
Aquí se ha logrado equilibrar ese ir y venir de los viajeros con la tranquilidad (y hasta privacidad) que se anhela en estas vivencias. Obviamente, hay complementos, como área de bienestar, piscina y spa, pero extendiendo un poco más allá la visión, una galería de arte que forma parte del cotidiano y empieza en los techos para terminar en la mesa. Hay sillas Bibendum de Eileen Gray, piezas de Le Corbusier y el hotel es además casa de cuatro restaurantes: Ceto, dirigido por Mauro Colagreco (Mirazur, tres estrellas Michelin), ya con una Michelin solo con poco más de un año de vida.
(Le puede servir: Dos hoteles para vivir la naturaleza y el lujo cerca de Bogotá)
La sala de Ceto no solo se inspira en el mar que le sirve de encuadre, sino que obtiene casi todos sus productos de ahí, o los interviene con sus profundidades (como los vinos y espirituosos). Hay cámara de añejamiento de pesca local y un desarrollo del estudio de algas que se dibuja en cada uno de los platos que integran carta y menú degustación. A la cabeza de las cocinas, el joven chef ejecutivo Andrea Moscardino. ¿Por qué vale la pena el viaje? Son solo 30 minutos desde el aeropuerto de Niza en auto, y además de estar cerca del encantador pueblo de Roquebrune-Cap-Martin, puede acercarse también a Mónaco y Menton, un espacio de cultura, biodiversidad y “gourmetería” interminable, donde precisamente Colagreco tiene su Mirazur, además de otros emprendimientos.
A la gran ciudad: The Madrid Edition

¿Cómo lograr aislarse y disfrutar la calma en medio de una de las ciudades más vibrantes del mundo? ¿Cómo huir del centro madrileño estando en el mismo centro madrileño? Pues The Madrid Edition lo ha conseguido. Detrás del famoso Oso de Madrid, en una de las calles más tradicionales y cercanas a la Puerta del Sol se levanta un nuevo hotel en lo que era el antiguo edificio de la sede central de la Caja de Ahorros y Monte de Piedad. Una estructura con tres fachadas que hoy se ha convertido en un punto de luz y celebración, en un oasis cálido de habitaciones que promueven el descanso, que integran texturas como maderas y lino, y engríen al viajero desde la tienda Le Labo. Las 200 habitaciones y suites no se sienten. Sí, hay movimiento, pero los espacios tan bien estructurados permiten el desplazamiento sin tumulto y que la experiencia no baje en calidad ni esmero.
Desde el ingreso, la escalera de yeso relata la historia y, hecha de una sola pieza, devela la inclinación por el minimalismo y los tonos claros. Por las líneas fluidas y la iluminación para crear juegos de luces y sombras. En el interiorismo, el arquitecto John Pawson y el diseñador François Champsaur han logrado una propuesta contemporánea que hace guiños a Madrid, con detalles como los mantones de manila y el tapiz de la Real Fábrica de Tapices en el lobby, donde también hay una mesa de billar.
(Lujo en Cartagena: Casa San Agustín, Cartagena, incluida en prestigioso listado de hoteles de lujo)

Para completar, además de los servicios de un spa de lujo, los comedores a cargo de protagonistas de la cocina latinoamericana. Enrique Olvera, de Pujol y Cosme NYC, plantea el restaurante Jerónimo con cocina mexicana casual. Y Diego Muñoz, desde Perú, recrea la magia de la biodiversidad del recetario peruano en Oroya con Danitza Alpaca como jefa de cocina, que además toma una encantadora terraza para inolvidables compartires. Ojo al bar de pisco, uno de los más surtidos que he visitado. ¿Por qué vale la pena el viaje? Creo que esta vez sobran las explicaciones. La apuesta es reservar con tiempo, o por lo menos darse una vuelta por los restaurantes y admirar el diseño y la arquitectura bebiendo y comiendo sabroso.
El cierre en las montañas: Casadonna de los Abruzzo

Al árbol de castaño que domina el jardín interior de Casadonna le cayó un rayo y lo partió por la mitad. Como aún tenía las raíces sanas, lo recompusieron y se mantenía, reviviendo, cuando fuimos en otoño, en tonos cálidos. En medio de las montañas de Abruzzo, a dos horas y media de Roma, hay un mundo tan real como imaginario, donde no es difícil desconectar, creado por amantes del arte, del silencio y la conexión con la naturaleza. Con el absoluto. Cristiana Romito, directora de este hospedaje, hace el recorrido y cuenta la historia. La de un monasterio del siglo XVI ubicado en el Parque Nacional de Abruzzo, que ha sido recuperado con la intención de mantener su espíritu histórico y personalidad. ¿Cómo transitar hacia la modernidad con éxito? Pues recurriendo a materiales y colores tenues, piedras blancas, hormigón en bruto, materiales con texturas y apostando por arte, que muchas veces es de amigos cercanos que valoran tanto Cristiana como Niko, su hermano y chef del afamado Reale, que se encuentra en la misma posada.
(Para saber más: Tres de los mejores hoteles del mundo están en Sudamérica, según The Gold List 2023)
Hay una limpieza en el estilo que se percibe desde el inicio, con inclinación a la claridad en colores, pero también al contraste con algunas piezas de arte y antigüedades. Ahí van a ver los trabajos de Ettore Spalletti, Joseph Kosuth y las fotografías de Mario Giacomelli. Las habitaciones también transmiten pureza y transparencia, con pequeños hammans privados y ventanales que cuentan, mientras miran a través de ellos, la historia de un pueblo, de tradiciones, de un viñedo experimental a 860 msnm. De mieles (servidas en el desayuno que es un gozo) y de un territorio que provee una cocina memorable, la de Niko.
Reale, el tres estrellas Michelin y número 15 en la lista mundial de los 50 Best, ofrece a pocos pasos de las habitaciones un menú que encaja con la idea que proyecta cada rincón de Casadonna. Esa devoción por las posibilidades de lo primitivo, lo prístino, lo sincero y único. Además de lo delicioso. ¿Por qué vale la pena el viaje? No creo que vayan a encontrar una propuesta tan auténtica y honesta. Sobre todo si les gusta comer y son amantes de lo justo, de aquello que apunta a la perfección, pero sin extravagancias ni remilgos. El trabajo de los Romito es diario y constante, incansable; tienen, además, una escuela y producen insumos artesanales y panadería en su laboratorio. Para llegar pueden tomar un auto desde Roma o Nápoles, coordinarlo con el hotel y reservar con tiempo.
¿Conoce un hotel en Europa que no pueda olvidar? Cuéntenos en nuestras redes sociales.