Instagram redefinió el mundo de las redes sociales con una propuesta simple, pero muy eficaz: compartir fotos con pequeñas frases para que la gente comente y den like. Esto fue lo que pensaron Kevin Systrom y Mike Krieger cuando lanzaron este aplicativo el 6 de octubre de 2010, que 15 años después se convirtió en todo un laboratorio digital donde el mundo expone su vida, narra sus penas y alegrías y hasta crean empresas que facturan miles de millones de dólares. Vea también: ¿Qué dice su Instagram de su salud mental? Analizamos 7 perfiles con un psicólogo Y hay que entender que Instagram apareció en una era que ya estaba dominada por Facebook, Twitter y Flickr, sin embargo, lo que logró fue hacer de las “instantáneas” un momento digno de compartir. Esto representó el primer clavo en el ataúd de Facebook que hoy es una red considerada de “personas muy adultas” (por no decir otra cosa) o más bien como dijo el crítico cultural Evgeny Morozov cuando señaló que la red de Mark Zuckerberg era el nuevo depósito de información personal. Ver esta publicación en Instagram Una publicación compartida de Instagram (@instagram) Por otro lado, la inmediatez visual de Instagram cambió la manera en que se consumía la realidad.
La gente ya no escribía lo que hacía, simplemente lo mostraba. De ahí que, cuando Facebook compró la aplicación en 2012 por mil millones de dólares, lo hizo para asegurarse la permanencia en un ecosistema que empezaba a mutar hacia la estética y la emoción. Los primeros filtros y la conquista del ojo En los primeros años, los filtros Sierra, Valencia o Lo-Fi eran parte del ritual cotidiano. Las fotos de mascotas, cafés y atardeceres inauguraron una forma de mirar que el filósofo Byung-Chul Han definiría más tarde como “una estetización total de la vida”. Ver esta publicación en Instagram Una publicación compartida de Paris Hilton (@parishilton) Entre tanto, hashtags como #ThrowbackThursday y #OutfitoftheDay se convirtieron en archivos universales de nostalgia y moda. Paris Hilton acuñó su ya célebre But first coffee , los memes de gatitos dominaron el feed y una generación entera aprendió que, más allá del gusto, existía algo llamado “presencia digital”. Ver esta publicación en Instagram Una publicación compartida por Justin Bieber (@lilbieber) Así como cuando Justin Bieber publicó en 2011 una foto navideña junto a su familia, los críticos entendieron que el nuevo poder de la red no estaba en la foto en sí, sino en la cercanía que proyectaba.
Un año después, la fiebre de Halloween con One Direction mostró que los artistas ya no dependían de los medios tradicionales para comunicarse. En 2013, Justin y Will Smith sellaron con una foto su amistad global y la plataforma se consolidó como el espejo emocional de la cultura pop. El reinado del ego Ver esta publicación en Instagram Una publicación compartida de Kendall (@kendalljenner) A partir de 2014, el matrimonio de Kim Kardashian y Kanye West convirtió el selfie nupcial en una declaración de poder. Según la analista estadounidense Shira Ovide, aquella imagen marcó el comienzo del “reinado del yo”, una era donde la autoexposición se convirtió en narrativa. Además, en 2015 Kendall Jenner coronó esa lógica con una fotografía que redefinió la relación entre moda y red social, mientras que Selena Gomez y su botella de Coca-Cola en 2016 demostraron que la publicidad había encontrado su templo. Ahora, si algo enseñó Beyoncé con el anuncio de su embarazo en 2017 fue que la espectacularidad podía convivir con el misterio. Su foto con velo verde y flores rompió todos los registros de “me gusta” y generó una oleada de imitaciones que convirtieron el acto de esperar un hijo en una performance digital. En 2018, Kylie Jenner continuó esa narrativa al mostrar por primera vez a su hija Stormi, tras meses de silencio absoluto. El gesto fue interpretado por la crítica de The Guardian Laura Snapes como un “ritual de renacimiento público”, donde la intimidad se transformaba en espectáculo controlado. La revolución del huevo y la política del algoritmo</str



