Jorge Lizarazo, el hombre de los hilos de metal

Textiles colombianos recubren hoy paredes y mobiliario en los almacenes de Chanel y Dior tanto en Londres como en Nueva York. Alfombran hoteles en Bogotá y Cartagena. Visten casas desde Lisboa hasta México.
 
POR: 
Rocío Arias Hofman

“¿Usted vive aquí o en Bogotá?”, la pregunta es frecuente y se la dirigen a Jorge Lizarazo quienes visitan el taller de Hechizoo. Sucede que este laboratorio textil encontró su sede en unos antiguos depósitos de alimentos ubicados en el barrio tradicional, humilde, rezandero y bulloso del 20 de Julio, al sur de la capital de Colombia. Una zona conocida por la basílica consagrada al Divino Niño de Praga donde llegan en romería colombianos y extranjeros, ricos y pobres. Un entorno tan colorido como duro; una porción de país. El hervidero variopinto donde Jorge Lizarazo decidió hace diez años que ese era el lugar donde quería trabajar. “Aquí encontré la paleta de colores que inspiraHechizoo: las casas de este barrio que mezclan el azul cobalto con el rosa pálido; el gris oscuro con un rojo colonial; terracota chillón con marrón, verde y amarillo, fucsia con naranja. Encuentro también los canastos y las gualdrapas, recuerdos de la infancia, algo tan nuestro, heredado. Eso me interesa, volver sobre las tradiciones en una ciudad de cielo muy azul y montañas muy verdes”.

Jorge no para de moverse. Hoy viaja más de 150 días al año, desde el río Atrato hasta la Rive Gauche. Inició su trasegar, de niño, por diversas zonas del país debido al trabajo de su padre como capitán del Ejército. Por eso, nació por casualidad en la ciudad cafetera de Armenia. Ocurrió en 1968, un niño de ojos enormes fascinado por una abuela que resolvía siempre cualquier situación. “No te dejes”, le decía y ¡cómo! Jorge no solamente hizo caso sino que convirtió la frase en un propósito vital. Con sus dedos largos –de un pianista que no es– toca los hilos que se van ensartando en las máquinas, ajusta la urdimbre, cruza un par de palabras con el tejedor artesanal, vuelve a tocar y alza entre el índice y el pulgar una solitaria hebra de plata. Comprueba la mezcla. Ensaya, anuda y pide teñir, inventa y se empeña. Quiere lograr un textil nuevo basado en un principio muy personal: trenzarfibras vegetales con metales. Y no parará hasta conseguirlo. Hoy cuenta ya con 60 personas que comparten y entienden su obsesión. “Así fue siempre, optimista y muy terco. Es un soñador”, comenta su hermana Luz Ángela, artista y comprometida con Jorge hasta los huesos porque hace las veces de él cuando viaja por el mundo a visitar sus clientes y también crea diseños para los textiles de Hechizoo.

Ambos hermanos compartieron vida en París, ciudad a la que llegó Jorge tras graduarse como arquitecto de la Universidad de los Andes en Bogotá.

Inició sus estudios de posgrado y, en su tiempo libre, comenzó a hacer sus primeros pinitos profesionales. Con una firma francesa encargada de diseñar colegios para la periferia de París, primero; luego, con una arquitecta polaca anclada en los diseños de los sesenta y setenta para recalar y, después de mucha insistencia, en el estudio del español Santiago Calatrava. Pero la recriminación que un día le hiciera él por el daño que aparentemente causaron las manos húmedas de Jorge sobre un plano provocó la salida de un arquitecto en plena formación. Aunque no pasó mucho tiempo para que llegara al estudio donde trabajó hasta 1998: el del italiano Massimiliano Fuksas.

Jorge comprueba el proceso de secado de un tapete inmenso que reposa en la parte baja del taller. Han sido más de tres meses de trabajo. El cobre que remata los bordes en ondas caprichosas opaca la mirada con su brillo. Y sigue: “Mi fascinación por el metal nació allí, porque me pidieron organizar los materiales y documentos de su estudio. Aprendí de logística y me quedé con dos cosas muy fuertes que me dijo: primero, que un latinoamericano como yo debía ser siempre atrevido y, segundo, que nunca se reinterpreta, sino que simplemente se copia o se inventa”. Y lo de la invención quedó incrustado en Jorge. Sabía de la herencia de la Escuela de Viena en relación con el trabajo de considerar los textiles acompañantes natos de la arquitectura y de su posterior abandono de esta disciplina. Comenzó su fascinación por la labor de Gunta Stölzl, la primera directora de textiles en la Escuela de la Bauhaus. “La sangre de Hechizoo está hecha de metales, del cobre, el acero, la plata y el bronce.

Fue complicado concebirlo, pero no puedo pelear con quien quiera hacerlo también. Prefiero seguir explorando todo el tiempo de la mano de la arquitectura. Así voy creando urdimbres (como columnas), las estructuras del tejido, y las tramas (como vigas) para unir el tejido. El metal transforma el textil profundamente. Cuando se va la luz del día y llega la noche, el metal se vuelve protagonista y consigue resolver los llamados ‘huecos negros’ que se producen en el tejido vegetal. El metal los llena de una luz chic, sofisticada, diferente”.

Fuksas me enseñó que tenía que ser siempre atrevido y que nunca se reinterpreta, sino que simplemente se copia o se inventa”.

         

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diciembre
13 / 2012