Así fue la vida salvaje de Ozzy Osbourne, el Príncipe de las Tinieblas

Tras 76 años de vida este 20 de julio falleció el cantante Ozzy Osbourne. En Diners recordamos su legado como pionero del heavy metal, figura irrepetible del rock y símbolo de una era que hoy llega a su fin.
 
Así fue la vida salvaje de Ozzy Osbourne, el Príncipe de las Tinieblas
Foto: L Paul Mann / Shutterstock.
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Revista Diners

Ozzy Osbourne murió a los 76 años. Fue en Birmingham, su ciudad natal, donde miles de personas lo despidieron como a una figura irrepetible. Con él no solo se va el vocalista de Black Sabbath, sino una de las últimas leyendas vivas del rock. Su salud llevaba años deteriorada por el Parkinson, las cirugías y una vida de excesos, pero su presencia seguía intacta. Definitivamente, se trataba de un símbolo de lo salvaje, de lo indomable, del heavy metal como acto de provocación permanente.

Ese legado es inmenso gracias a todo lo que representó tanto dentro como fuera del escenario, pues fue pionero de un sonido que cambió para siempre la historia del rock, y también protagonista de una vida que desafió cada límite que pudo. Desde los rituales oscuros de Sabbath hasta los absurdos de su propio reality show, construyó una imagen que sobrevivió a su propio mito. Hoy, en Diners le contamos quién fue Ozzy Osbourne, y por qué su muerte marca el final de una era.

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El nacimiento del heavy metal

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Foto Chris Homer / Shutterstock.

A finales de los años sesenta, cuatro jóvenes de Birmingham empezaron a tocar juntos en una banda llamada Earth. Tocaban blues con distorsión, pero su sonido terminó mutando. Las guitarras se hicieron más pesadas, las letras se volvieron oscuras, el ritmo se ralentizó como si arrastrara cadenas.

En 1970, ya bajo el nombre de Black Sabbath, publicaron su primer disco. La portada mostraba una figura espectral junto a un molino, y la música que contenía parecía salida de un lugar que no había sido explorado. Era otra cosa. Y la voz de Ozzy, nasal, aguda, casi espectral, se volvió inseparable de esa atmósfera.

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Realmente no fue el primero en gritarle al micrófono, ni el más técnico a la hora de cantar, pero encontró una forma de sonar como nadie en ese momento porque su voz no lideraba las canciones, era parte de. Quizás una presencia más que una melodía.

Junto a Tony Iommi, Geezer Butler y Bill Ward, inventó algo que aún no tenía nombre, y que finalmente se llamó heavy metal. Algo que se sostenía más por el imaginario de sus símbolos. Había cruces invertidas, referencias al diablo, y un miedo teatral que encantó a una generación harta de la paz y el amor groovy. La verdad es que Ozzy no componía las letras, pero se las creía. Y eso bastó para convertir el proyecto en un gran éxito.

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El Ozzy solista

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Foto Go My Media / Shutterstock.

Cuando lo expulsaron de Black Sabbath en 1979, muchos pensaron que sería el final de su carrera. Su adicción a las drogas, el alcohol y otros excesos lo había vuelto impredecible, y el desgaste con la banda era evidente. Durante días se encerró en un cuarto de hotel a beber sin descanso, convencido de que no tenía más futuro.

Pero fue precisamente entonces cuando Sharon Arden, hija del representante de Sabbath y futura esposa de Ozzy, decidió intervenir. Lo ayudó a organizar una nueva banda, le consiguió un contrato y lo animó a grabar. Así nació Blizzard of Ozz, un disco que probó que podía seguir sin su grupo original, a la vez que definía una nueva era musical para sus canciones.

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En adelante, su carrera como solista fue una mezcla de escándalo y reinvención constante. Uno diría que Ozzy no cambió, pero el mundo sí. Mordió la cabeza de un murciélago en un escenario, fue señalado por supuestas incitaciones al suicidio y convirtió su figura en un espectáculo que oscilaba entre lo grotesco y lo atractivo.

Sharon se convirtió en su mánager y en el centro de una estructura que mantuvo viva su carrera incluso cuando las giras se volvían más difíciles. La ventaja es que él no necesitó reinventarse para seguir vigente, porque su personaje ya era, desde el principio, una mezcla inagotable de caos, humor involuntario y energía primitiva que nunca se agotó del todo.

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El fin de una era

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Foto Hayk_Shalunts / Shutterstock.

A partir de los años 2000, Ozzy abrazó cada vez más su figura mediática en lugar de la musical. El estreno del reality The Osbournes lo mostró en su casa, confundido, en bata, hablando entre murmullos y rodeado de una familia que parecía funcionar a pesar del caos. El programa fue un éxito inmediato. Atrajo audiencias que nunca habían escuchado a Black Sabbath y convirtió a Ozzy en un personaje cotidiano, más cercano al absurdo que al misterio. Era una cuestión muy auténtica, bastaba con verlo en cámara y sentir que a lo mejor era una parodia del mundo del metal, a veces incluso de sí mismo.

Su último concierto fue en 2022, en el estadio del Aston Villa, durante los Juegos de la Commonwealth -donde además se reunió con sus antiguos compañeros como otras tantas veces-. Cantó un par de canciones, con ayuda para sostenerse en pie antes de regresar a su silla de ruedas, pero aún con la energía eufórica de siempre. Fue una despedida informal, sin anuncios ni homenajes porque aún había esperanza de verlo de nuevo.

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Después de eso, ya no volvió a presentarse en vivo. Murió en la misma ciudad donde nació, después de haber hecho todo lo que quiso, muchas veces sin entender cómo sobrevivió para contarlo.

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julio
22 / 2025