“Colombia es una prueba de fuego”: dice Julián Vat, director del Quinteto Astor Piazzolla

Daniel Alejandro Páez
El tango ha abrazado a Colombia por años, gracias a una sensibilidad que reconoce tanto las dolencias como también la belleza de lo cotidiano. Especialmente en ciudades como Medellín, donde suena desde hace décadas el bandoneón, el cuál acompaña a una voz arrastrada de respiración áspera, mas un fraseo pausado que relata el baile lento que sucede en aquellas pistas de madera y tocadiscos de antaño.
Este entendimiento del género, ese amor por el canto colérico, ha convertido a Colombia en un país tanguero por tradición, y eso lo entiende bien el Quinteto Astor Piazzolla. Esta agrupación, que resguarda y proyecta el legado del maestro del nuevo tango, se presentará del 15 al 17 de mayo en el Teatro Colón, Bogotá, como parte de su gira internacional Oblivion Tour, en la cual tocarán clásicos atemporales como Adiós Nonino, Libertango, Escualo y más. La ciudad será testigo de una formación que conserva el formato original diseñado por el propio Piazzolla: bandoneón, piano, violín, guitarra y contrabajo.
Con más de veinticinco años de trayectoria, el Quinteto Astor Piazzolla ha recorrido escenarios de Europa, Asia, Estados Unidos y América Latina. Integrado por Pablo Mainetti, Matías Feigin, Serdar Geldymuradov, Armando de la Vega y Daniel Falasca, el grupo ha sido reconocido con dos Premios Latin Grammy y forma parte activa de la Fundación Astor Piazzolla. Su visita a Colombia abre una nueva etapa de su gira, que continuará por países como Francia, España, Alemania, Bélgica y Portugal.
El Quinteto Astor Piazzolla, un registro de maestría atemporal

Al frente del grupo está el maestro Julián Vat, quien desde 1999 ha asumido la dirección artística del conjunto. El director tiene claro que tocar a Piazzolla es una cuestión de pertenencia, y entiende que poder interpretar estas obras es una cuestión que va más allá del virtuosismo técnico.
“Yo, honestamente, empiezo mi pasión por el tango escuchando a Piazzolla”, afirma. “Mi camino fue inverso al de la mayoría: conocí a Piazzolla primero y después entendí la historia del tango. Fui descubriendo por qué Piazzolla era Piazzolla. Sin Gobbi, sin Horacio Salgán, sin Goyeneche, no hubiese existido. Él lo sabía, se nutrió de la historia del tango y le agregó la suya”, dice a Diners.
Esa historia incluye una formación académica rigurosa, vivencias en Nueva York en plena infancia, la cercanía con el jazz y una mirada única sobre la capital de su país. El maestro señala: “Creo que es el músico más emblemático de la música argentina porque logró, con su obra, pintar su aldea. Su música es de Buenos Aires, no es genéricamente argentina. Es la música ciudadana, como él la llamaba”.
Y es que una de las marcas distintivas de Piazzolla fue su capacidad para transgredir. “Trajo una guitarra eléctrica al tango, casi como una herejía. Pero la instaló. Después fue parte natural del género. También cambió la marcación rítmica tradicional, sumó la división 3-3-2 y eso generó conflicto con los bailarines. Por eso decían que lo de él no era tango”, recuerda Vat.
Precisamente de esa innovación en el género, nace una sensación de respeto que se traduce a la rigurosidad con la que el grupo estudia e interpreta las obras del compositor. Vat insiste en ese fundamento, debe existir una conexión emocional con la música: “Para integrar el quinteto, yo pedía algo que en el fútbol se entiende como camiseta. Si querés tocar a Piazzolla, te tiene que atravesar Piazzolla. Si no, es difícil que llegues al corazón del espectador”.
En ese sentido, además de interpretar sus piezas más conocidas, el quinteto trabaja activamente por visibilizar obras menos difundidas del compositor. Y es que Piazzolla escribió mucho más de lo que se toca. “Nosotros tratamos de que la gente conozca toda su obra, que es muy grande y muy bella”, dice.
Piazzolla en Bogotá: el público definitivo

Para Julián Vat presentarse en Bogotá tiene un peso particular: “Colombia es un pueblo tanguero, un pueblo que conoce el género como pocos. Tiene identidad tanguera. Hay ciudades como Medellín y Bogotá en donde el tango les es propio. Tienen un desarrollo y músicos históricos que nos imponen, también, un gran compromiso. Empezar la gira 2025 en Colombia es casi como una prueba de fuego”.
Esa exigencia, sin embargo, no es vista como un obstáculo, sino como un motor para superarse. “Valoramos mucho el conocimiento y el respeto que tiene el pueblo colombiano. Trabajamos duramente para un público que reconoce y entiende lo que se está tocando”, señala Vat.¿ y agrega, “a veces ponérselas difíciles a los músicos desde el principio es una buena decisión”. Conoce bien al público local y no duda en reconocer su nivel. “Se sabe muy bien de qué se está hablando. Conocen la historia del tango y colocan a Piazzolla dentro de una tradición que no les es ajena. Muchos lo sienten como propio”, explica.
La conexión entre Colombia y la música de Piazzolla también tiene una base urbana. “Cualquier ciudad con características de ciudad -con cemento, con hierro, con gris, con polución-, la música de Piazzolla la interpela”, menciona Vat: “Bogotá no es ajena a eso”. Esa dimensión de asfalto, atravesada por contrastes y tensiones, resuena en las composiciones de Piazzolla, que reflejan con fuerza el desarraigo y la melancolía que se suele sentir gracias a la individualidad de las grandes selvas de cemento.
Por otro lado, y fuera del repertorio clásico, el grupo busca mostrar la amplitud del universo piazzolliano. “Escucharán en este Oblivion Tour algo que siempre tratamos de hacer: mostrar los distintos Piazzollas posibles”, dice el director. “Una parte académica, una muy tanguera, otra más cercana al jazz. Tratamos de que todas esas aristas estén presentes”. También incluyen piezas poco tocadas y arreglos inéditos para el quinteto. “Obras que no han sido grabadas salvo por nosotros. Y claro, también están los clásicos que la gente espera escuchar. Somos muy respetuosos de eso”, señala.
Precisamente por eso, la interpretación de este tour pasa a ser también un compromiso personal para el quinteto. “Piazzolla escribía no solo para instrumentos, sino para músicos concretos”, explica. “Cada integrante del quinteto tiene que arriesgar y poner su propia historia en juego. Solo así la música cobra su verdadera dimensión”. Esa entrega, dice, es la que hace que el concierto tenga sentido: “El encuentro con el público solo funciona si lo que se toca es verdadero. Bogotá, por todo lo que representa, merece justamente eso”.