Esta selección de recomendados por Isabel Calderón Reyes reúne tres libros distintos en forma y contexto, atravesados por una atención cuidadosa a la experiencia humana. Pájaros construye un relato visual y simbólico pensado para la primera lectura compartida; El cuarto de Giovanni sitúa el deseo y la culpa en el centro de una intimidad sostenida por la voz narrativa; y El loco de Dios en el fin del mundo avanza desde la observación, la conversación y la duda.
Pájaros
Triunfo Arciniegas y Ana Palmero Cáceres

Este no es un libro para bebés sobre pájaros, no así, en genérico. Ana Palmero cuenta que las ilustraciones partieron de la observación de tres especies: el cardenal coriano (Cardinalis phoeniceus), el azulillo común (Thraupis episcopus) y el canario de tejado (Sicalis flaveola). De ahí sale un diminuto atlas afectivo de Colombia y Venezuela, pero un atlas simbólico, armado en el espacio de un libro de cartoné para bebés, con pocas páginas y mucha intención. En este texto, Triunfo Arciniegas propone una fábula sencilla: cada ave quiere ser la más bonita, pero al caer la noche descubren que lo importante no es la belleza, sino la compañía. Las ilustraciones de Ana Palmero crean ambiente, ritmo y color —amarillo, azul, rojo— y sugieren trópico, terraza, techo y cielo compartido. El niño pequeño observa y el adulto le lee, le puede leer, pero no es necesario que lo traduzca todo. Pájaros propone mirar y volver a mirar.
El cuarto de Giovanni
James Baldwin

Esta novela, publicada por primera vez en 1956, es un clásico. James Baldwin, un joven autor afroamericano que sorprendía al apartarse de las expectativas de su época, la escribió durante su exilio en París. Sus personajes eran blancos, el escenario era europeo y el tema central era el deseo entre hombres. Lejos de lo que algunos esperaban de él, Baldwin eligió escribir sobre la vergüenza, la intimidad y la culpa. El protagonista es David, un estadounidense que flota sin rumbo en París mientras espera a su prometida, pero que termina enamorándose de Giovanni, un italiano que trabaja en un bar. La intensidad no depende de lo que ocurre, sino de la forma en la que el lector la experimenta, con la tristeza, la ternura y la represión en primer plano. El cuarto de Giovanni no solo es un lugar físico, sino también un espacio emocional que contiene la tensión entera de la novela. Allí se vuelve posible el amor, pero al mismo tiempo se revela su fragilidad.
El loco de Dios en el fin del mundo
Javier CercasRandom

Javier Cercas no es periodista ni experto en asuntos vaticanos, pero aceptó acompañar al papa Francisco en un viaje a Mongolia y dedicarle un libro a la experiencia. La invitación no era solo para registrar un evento eclesiástico, por lo que Cercas se mostró escéptico desde el comienzo. Dudaba si valía la pena ir, si tenía sentido escribir, y qué era lo que valdría la pena preguntar. O contar. Esa duda se convirtió en una forma de avanzar. El loco de Dios en el fin del mundo camina despacio: hay vacilaciones, preguntas, cambios de tema. A veces el fondo es el desconcierto; a veces, el humor. Y Cercas se mira a sí mismo en tránsito. Relata las conversaciones que sostuvo, pero también detalla los trámites que permitieron que ocurrieran. Escribe sobre los silencios, las restricciones, las condiciones impuestas y su obsesión por una sola pregunta, que es la misma que me hice todo el tiempo mientras leía, y que es la duda humana por excelencia: qué pasa después de la muerte.



