Exodus: Gods and Kings, el desatino bíblico de Ridley Scott

Jaime Pérez-Seoane
Ha llovido demasiado desde Alien (1979) y Blade Runner (1982), óperas primas de Sir Ridley Scott. Quedan también atrás las últimas obras maestras del cineasta nacido en Inglaterra en 1937, concretamente quince y siete años desde Gladiator y American Gangster, respectivamente. Estos cuatro títulos, junto a una dilatada lista de películas notables, otorgan a Scott una trascendencia reservada a pocos en el séptimo arte, y el derecho a provocarnos una indigestión de vez en cuando.
Este es el caso de Exodus: Gods and Kings, lo último del director inglés, que comenzó su escalonado estreno mundial el pasado 4 de diciembre. Exodus narra, de forma tediosamente exhaustiva, los pasajes bíblicos del Libro del Éxodo, donde se cuenta la vida de Moisés y su papel en la liberación del pueblo judío de la opresión egipcia. Scott, quien de cine sabe un rato, redunda en su nueva superproducción algunos esquemas que le funcionaron de maravilla en Gladiator – Los celos que profesa Ramsés II a Moisés por el amor de su padre recuerdan a la envidia que Cómodo sufre hacia Máximo por el afecto del emperador Marco Aurelio – e incurre en viejos errores, como los que hicieron de Russel Crowe el Robin Hood más soporífero de la historia del cine: La narrativa, hasta cierto punto fiel a la leyenda, hace de Exodus: Gods and Kings una película terriblemente lenta.
Lo mejor de la adaptación más ambiciosa jamás filmada sobre la vida y obra de Moisés es el tinte de oscuridad que Christian Bale otorga al protagonista. Moisés se presenta en el film como un libertador imperfecto e imperturbable, y es capaz de chispear en algunos momentos de la película aunque en otros aparenta creer que aún habita la piel de Batman. Exodus presenta, junto a Bale, a un ambicioso elenco de eternos secundarios, incluyendo a Joel Edgerton (con su interpretación burlesca de Ramses II), Ben Kinglsey y John Turturro, a los que acompañan con discretas participaciones el recientemente encumbrado Aaron Paul (Breaking Bad) y una de las actrices fetiches de Sir Ridley, la fantástica Sigourney Weaver. A ellos se suma María Valverde, joven y exótica actriz española, cuya discreta – pero más que digna – intervención como esposa de Moisés puede servirle como pasaporte para probar suerte en las Américas.
¿Cuanta fantasía imprime Scott a la historia del antiguo testamento?, es la gran pregunta en torno a esta ambiciosa adaptación del éxodo judío. Excusando la total americanización del asunto, la (alta) fidelidad de la película es reconfortante. El director, que dedica la cinta a su fallecido hermano Tony, no termina por revelar qué lo condujo a llevar la liberación judía a la palestra. En el único momento que contiene una retraída implicación religioso-política, Moisés (Bale) reflexiona con ligereza sobre el derecho de los judíos a regresar a su tierra prometida, ocupada por otros pueblos desde hace siglos.
Lo mejor, además del citado Bale, son algunos planos fotográficos del supuesto desierto Egipcio (filmado entre Almería y Lanzarote, en España) y el alto detalle y calidad de algunas secuencias. Scott deja destellos de su habilidad como artesano de la panorámica en escenas grandilocuentes, incluyendo las de las plagas y la del famoso paso por el mar rojo.
Entre lo peor de Exodus: Gods and Kings figuran Ramsés II, el faraón convertido en bufón, y los encuentros de Moisés con un Dios desabrido.