Las frases más potentes de Delirio, la serie que sacude a Colombia

Pablo Montero Cabrera
A casi dos semanas de su estreno, Delirio se mantiene en el top 10 de Netflix Colombia y ha alcanzado posiciones destacadas en otros países, como, Chile, Uruguay e incluso en territorios inesperados como Polonia. En una entrevista con The Comercial, Laura Restrepo, autora de la novela en la que se inspira la serie, atribuye su calidad a la habilidad de adaptar con éxito una historia de un medio a otro.
Destaca en concreto la adaptación de “la locura de Agustina, el amor desesperado de Aguilar, la sordidez del narcotráfico y la opresión silenciosa de las mujeres”. Una tarea que exige traducir las emociones y el peso de las palabras a la voz nacida de las bocas de los actores y las actrices.
En Diners, recopilamos las diez frases más icónicas de Delirio. Aquellas que hicieron pausar la pantalla, quedarse en silencio y que incluso provocaron un escalofrío y agitaron el corazón.
1. “La locura se mete por ahí”
Esta frase no sólo abre la lista, sino que también da inicio al primer episodio de la serie.
En un vistazo a la infancia de Agustina, la vemos tener su primera menstruación. Su madre, Eugenia, la aparta de sus hermanos, y uno esperaría que tratara el momento con ternura, pero en cambio lo aborda como si fuera una tragedia. Le advierte que, a partir de ese momento, deberá tener cuidado con los chicos y reprimir cualquier curiosidad sexual relacionada con “esa zona”, porque “la locura se mete por ahí”.
Esa frase marcará profundamente a Agustina en dos sentidos: primero, la idea de que la locura, en el contexto de la familia Londoño, es algo vergonzoso que debe ocultarse; y segundo, la noción de que su sexualidad es peligrosa. No es de extrañar que, entonces, cada vez que Agustina se enfrenta a una situación íntima, comience a ver cucarachas, como la manifestación simbólica de su frágil salud mental.
2. “Es como si un monstruo se apoderara de mí…”
Más adelante en el episodio, ya en el presente, Fernando visita la casa de Agustina para saber cómo está después de que ella lo dejara plantado con sus hijos. ¿El motivo? Fue al funeral de su padre.
Fernando la confronta, le pregunta por qué no fue, y Agustina, incapaz de decir la verdad, responde con una confesión inquietante. Aquí hay momentos en los que una versión oscura de sí misma toma el control, y “es como si un monstruo se apoderara de mí para dañar a gente buena como tú”. La frase cobra aún más fuerza cuando se descubre que, minutos antes, Agustina se había topado con su primer amante, Midas, a quien también había herido.
¿Cuántas personas no han sentido algo similar? Como si las emociones se transformaran en un lobo que se deja acariciar y al siguiente muerde sin provocación.
3. “Pero me debes tres favores…”

En el episodio dos, Fernando cuenta que está planeando un viaje de fin de semana con sus hijos, uno donde Agustina no es bienvenida. Aunque molesta al principio, ella al final lo deja ir (aparentemente) y solo le pide a Fernando tres favores:
“El primero, sexo como amantes. Como si mi esposo fuera a llegar en cualquier momento… El segundo, sexo como esposos que después de tres años todavía se desean… Y el tercero te lo digo cuando vuelvas”.
(Siga leyendo: “Agustina es imperfecta, errática y como un torbellino”, Estefanía Piñeres)
La serie nunca nos dice explícitamente cuál es el tercer favor, pero se puede deducir, por el mejor estado de Agustina en el último episodio, que podría ser intimidad como dos desconocidos que por fin se conocen.
4. El Carro
En la narrativa paralela del pasado, Midas llega a la casa de los Londoño con la intención de conquistar a Agustina. Ella rechaza su intento de beso y, en cambio, le lee las cartas.
“El Carro. Significa que lleva las riendas de su vida y tiene mucha determinación. Cuando está invertido, significa justo lo contrario, es decir, que está perdiendo el control y no sabe cómo recuperarlo”.
Una lectura certera. Para entonces, Midas apenas comenzaba a involucrarse en el narcotráfico. Aunque al principio aparenta tener el control, poco a poco se va hundiendo. Lo curioso y simbólico es que su última interacción con ese mundo termina con él huyendo en un carro.
5. “¡Me dijiste que le dijera a mi mamá y ella lo mató!”

En el cuarto capítulo, Fernando llega a casa y encuentra a una Agustina enérgica, lijando una puerta mientras anuncia que va a montar un taller de arte. Él se ríe, pensando que es una broma, pero pronto se da cuenta de que ella habla en serio. Entonces intenta conversar y, poco a poco, llegan al tema del bebé que acaban de perder.
Agustina intenta evadirlo, pero el diálogo alcanza un punto crítico cuando lo culpa directamente. “¡Me dijiste que le dijera a mi mamá y ella lo mató!”. La frase deja a Fernando desconcertado. Eso nunca sucedió, o no tal cual.
Su memoria, fragmentada por el dolor, mezcla tiempos y traumas. Confunde la pérdida reciente del bebé con Fernando con el aborto que su madre la obligó a tener años atrás, cuando estaba embarazada de Midas.
6. “Tú te pareces más a ellos que yo…”
En ese mismo episodio, aparece la escena de Midas confrontando a Agustina por haber abortado sin consultarle. Pero, una vez más, la conversación se transforma en un intercambio de culpas, donde Agustina le responde:
“Tú te pareces más a ellos (la familia Londoño) que a mí. Todos tienen ese instinto de supervivencia, sin importar a quién deban pasar por encima. En cambio, a mí me cuesta cada respiración”.
La frase condensa varios de los temas centrales de Delirio. Midas, aunque rechazado por la familia Londoño por su clase social, termina compartiendo su idiosincrasia. Agustina, por el contrario, arrastra un trauma generacional que ahoga y la hace sentirse como una carga para los demás.
7. “Trajiste el demonio a casa”

Esto se lo dice Agustina a su madre por última vez. La frase ocurre en el sexto episodio, cuando Agustina se encuentra atrapada en una de sus espirales emocionales. Su madre, Eugenia, la visita sin avisar y, al verla desconsolada y al borde del colapso, no ofrece ternura. En cambio, minimiza la situación y la tilda de dramática.
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Esta última interacción entre madre e hija refleja su primera conversación sobre la menstruación. Pero hay una diferencia crucial. Esta vez, Fernando está presente. Intercede por Agustina, frena a Eugenia y le ofrece comprensión en lugar de juicio.
8. “Desde ese día, Eugenia comenzó a mentir…”
Antes de dicha escena, la tía Sofi le revela a Fernando gran parte del historial traumático de la familia Londoño. Le habla del suicidio del abuelo, de la infidelidad del padre y de “Bichi”, el hermano gay de Agustina, yéndose de la casa.
Sofi recuerda que, el día en que su padre se suicidó, su madre les ordenó decirle al mundo que en realidad se había ido a Francia, para mantener la buena imagen de la familia. Desde entonces, dice, “Eugenia comenzó a mentir, hasta tal punto que nunca más supo qué era verdad y qué no”.
Así, Eugenia se convierte en una representación simbólica de la sociedad colombiana frente al trauma y los problemas de salud mental. Parece más fácil ignorarlos, cubrirlos con una mentira aceptable, que enfrentar sus complicaciones y asumir el largo camino hacia la sanación.
9. “A diferencia de ella, yo no soy una víctima…”

La idea continúa en la respuesta de Joaquín, el hermano de Agustina, después de que ella expone los secretos familiares frente a todos los invitados durante la fiesta de cumpleaños de su madre.
“A diferencia de ella, yo no soy una víctima que se queja todo el día. Yo asumí las cosas que me tocan con entereza, porque es lo que un buen hijo hace”.
Una mirada sesgada, nacida desde una posición de privilegio. Es fácil proclamarse el “buen hijo” cuando le tocaron los “buenos” padres. No la madre que le obligó a abortar o el padre que le golpeó por ser homosexual.
10. “¿Quiere ser parte del equipo de reconstrucción?”
A pesar del trauma y los desafíos, Agustina cierra la serie con una invitación a Fernando (y a la audiencia):
“¿Quiere ser parte del equipo de reconstrucción? ¿Está dispuesto a aceptar que las piezas se encuentran maltrechas? ¿Podrá conciliar el sueño si el armazón final se ve frágil?”
No es sólo una metáfora de la salud mental, también un mensaje de aspiración, casi dirigido al espectador. Una invitación a sanar, aunque no todas las piezas encajen a la perfección, aunque el resultado siga requiriendo trabajo. Porque lo importante es, al menos, intentar.