“Agustina es imperfecta, errática y como un torbellino”: Estefanía Piñeres, protagonista de Delirio, la nueva serie de Netflix

Pablo Montero Cabrera
Agustina no tuvo una infancia fácil: una madre controladora, un padre distante, un hermano perdido. A esa familia rota se suma su antigua relación con Midas y su vínculo, aún más complejo, con Fernando, un profesor universitario. Con una vida así, no es de extrañar que cualquiera pierda la cabeza. Y Agustina la pierde.
Delirio llega este viernes 18 de julio a Netflix para mostrarnos una cara distinta de Bogotá: una ciudad atravesada por el auge del narcotráfico y una cultura que aún se resiste a hablar —y mucho menos a tratar— la salud mental. La vasija donde confluyen todos estos temas es Agustina, interpretada por la actriz colombiana Estefanía Piñeres. Hablamos con ella sobre la serie, su personaje y esto fue lo que nos contó.
¿Recuerda la primera vez que se encontró con la novela Delirio?

Me encontré con la novela por primera vez hace aproximadamente diez años. Era un libro del que siempre había oído hablar. Ya había leído otros libros de Laura antes, pero justo este no. Cuando un amigo que tiene una librería en Medellín se enteró de que aún no lo había leído, dijo: “No puedo creer que aún no te hayas leído Delirio, tienes que leerlo”, y me lo regaló.
Fue, y lo sigue siendo, una novela demandante, dado que hay múltiples voces, tiempos. Es un ir y venir sin parar. Entonces, realmente la empecé a leer varias veces. La tomaba, pero luego la soltaba, y cuando por fin volvía a retomarla, ya no sabía dónde estaba parada en la historia.
Pero una vez que finalmente entré en el río del pensamiento y la narración vertiginosa de Laura, me enganché un montón. Me parece una radiografía extremadamente profunda y sensible de nuestra sociedad. No solo en términos de una única violencia, sino de esas violencias más íntimas y cotidianas que cada uno de nosotros ha atravesado y atraviesa.
¿Qué fue lo que más le llamó la atención de la historia?
Me intrigó mucho la lectura que hace Laura sobre las clases. Ella pone una luz muy particular sobre la hipocresía de esas clases sociales que desean el dinero, y también sobre esa llamada “gente de bien” que, aunque supuestamente tiene ciertos valores que no transgrede, en realidad también los transgrede cuando se trata de poder y riqueza.
Está el personaje de Midas, ¿no?, que supuestamente representa lo opuesto a este tipo de personas, como los Londoño, pero que en el fondo es igual a ellos.
También está Agustina, que se convierte en un síntoma del mundo en el que vivimos. Por eso su dolor, sus heridas, incluso su delirio, son una consecuencia de las violencias familiares a las que ha estado expuesta desde niña. Es un personaje femenino complejo y contundente, imperfecto, errático, y creo que ese tipo de personajes son escasos en la actualidad. No hay demasiadas Agustinas en nuestra literatura ni en nuestra cinematografía.
Tan complejo como es el personaje de Agustina, ¿cómo la describiría en solo tres palabras?
Espontánea. Errática. Y como un torbellino.
¿Cómo fue el proceso de encarnar a Agustina? ¿Le sirvieron de guía los escritos de Laura Restrepo para darle vida al personaje?

Siento que los personajes están hechos de la palabra, y la palabra es tan pura que son casi como seres mitológicos, una especie de dioses. Y cuando vas a atraerlos al lenguaje audiovisual, tienen que pasar por un cuerpo, ¿no? En este caso, Agustina por mi cuerpo. Y eso es como si el dios se hiciera mortal y renunciara a su pureza.
Entonces, dejé ir la imagen pura de Agustina que tenía en mi mente y me dejé sorprender por lo que ocurría cuando ella transmutaban a través de mi cuerpo. Dejar ir esa imagen pura de Agustina fue una de las partes con las que más tuve que reconciliarme a la hora de interpretar al personaje.
Ahora, en términos de la escritura de Laura, hay muchas pistas hermosas en el libro sobre quién es Agustina. Hace poco reencontré una frase en el cuaderno que le había hecho al personaje, para entenderlo mejor, que decía: “Su adentro era mejor que su afuera”. Esa frase estaba anotada por todo el cuaderno, y creo que es una pista enorme sobre quién es Agustina, por qué está rota y por qué tiene un mundo interior tan potente que, al final, termina por tragársela.
Finalmente, ¿qué espera que el público se lleve de la serie y de Agustina?

Soy el tipo de persona que no tiene tan claras las conclusiones o los mensajes de las historias, porque los proyectos y personajes son tan complejos y pueden ser interpretados de tantas formas, que resulta un poco reduccionista y arbitrario decir “esto es lo que deberían sentir”.
Dicho esto, lo que más me llevé de la novela es la manera en que aborda las heridas de las que nadie quiere hablar, en parte por miedo a incomodar. Creo que somos una sociedad que teme mucho la incomodidad, y por eso evitamos tratar temas importantes. Cuando un tema no se aborda, es como una herida que no se atiende y termina por infectarse. En ese sentido, la familia Londoño se convierte en una representación de esas heridas desatendidas.
Hace poco escuché a Michelle Obama decir que cuando uno se fractura un brazo, va al hospital y nadie duda o pone peros sobre si hay que ir al hospital. La mente, cada vez lo estamos descubriendo más, también puede fracturarse, también puede lastimarse. Y siento que ahora empezamos a aceptar que, si la mente se fractura, también hay que ir al hospital, también hay que hablarlo y también hay que tratarlo.