“Vivir del arte es una utopía”: Simón Mesa, director de Un Poeta, el filme colombiana que ganó el Premio Especial del Jurado en Cannes

DANIEL ALEJANDRO PÁEZ
¿Qué fue de aquellos artistas que no vimos brillar? Esos que están cerca, pero que muchas veces no sabemos que entregan su vida al oficio del arte. Algunos aún persiguen ese sueño; mientras que otros cargan con la sensación de haberlo perdido. Con estas cuestiones se nos presenta Un poeta, la nueva película de Simón Mesa, que retrata la historia de un profesor de colegio que intenta abrirse camino en la poesía, solo para descubrir que vivir del arte es una ruta empinada.
Con una puesta en escena que se burla de la vida misma, esta tragicomedia habla de personajes que idealizan el mundo, pero también de temores y conflictos más íntimos, compartidos por quienes están detrás de la cámara. La cinta fue seleccionada en la sección Una cierta mirada del Festival de Cine de Cannes, donde acaba de ganar el Premio Especial del Jurado por la honestidad de sus escenas y la humanidad de sus protagonistas. En Diners conversamos con su director, Simón Mesa, para entender qué hay en el fondo de esta historia, y esto fue lo que nos dijo.
¿Qué relato nos cuenta Un Poeta?
Un Poeta es la historia de un ser curioso, un hombre en sus cincuentas que está desempleado, que vive con su mamá, que siente que no logró nada en la vida y que ha idealizado a la poesía. Entonces conoce a una chica que él cree tiene mucho talento y siente la necesidad de apoyarla, pero la forma en que la apoya es como su vida: enrevesada. Si uno lo piensa, es también una sátira de la poesía y del arte.
Y su protagonista se siente muy cercano, ¿nace de alguien o algún lugar real?

De hecho, sí. Mira que yo empecé pensando en mi persona, en mis dilemas, en mis frustraciones, en lo complejo que es hacer el arte, pero la comedia permite jugar con estas cosas. También pensaba mucho en profesores míos de la universidad, que no pudieron hacer cine y se dedicaron a la docencia. Ellos eran un poco bohemios, a veces llegaban incluso borrachitos a clase. Y como yo también soy profesor, en algún momento pensaba que ese muy seguramente iba a ser mi destino.
Pensando en esas situaciones me dije: “Voy a hacer una película que hable de este tema, para no convertirme en ello”.

En estos procesos de escritura, pensaba también en personas que eran muy cercanas, como la oveja negra de la familia: el tío artista, o más bien, el tío que se cree artista, pero se la pasa divagando, borracho, y que en Colombia creo que casi todas las familias tienen uno así.
Luego surgió el actor, que terminó de darle un matiz muy particular a la película por su forma de ser, su forma de expresarse, de hablar, que le generó más empatía al personaje. Él es la película.
¿Cómo lo encontró? ¿Cómo fue ese proceso de construir al poeta junto a él?
A Ubeimar Ríos lo conocí porque él es el tío de un amigo. Cuando estaba construyendo mi historia, ese amigo me dijo: “Mira, este hombre puede ser tu poeta”. Yo al principio no sabía si quería que fuera el poeta porque era un personaje muy particular. Entonces, seguí buscando, pero siempre estuvo presente, y en un punto, yo no dejaba de mirar las pruebas del casting. Fue como una revelación: entender que esta persona, con sus manierismo extraños y presencia curiosa, personificaba al poeta. Cambió mucho la percepción que yo tenía de la misma película, de alguna forma nos identificamos.
Hablando de ese componente personal, ¿usted se considera un poeta?

Nosotros, el fotógrafo, el productor y yo, somos unos soñadores. Todas las personas que hacemos cine en parte somos soñadores, y nos toca romper barreras para poder hacer las películas.
Lo que es más, la poesía como tal a mí me interesaba también porque es tal vez la más utópica de las artes, más incluso que el cine.
Y bueno, cualquier película que se ha hecho en Colombia es un acto de fe, de terquedad. Casi todos mis colegas también son profesores, o se dedican a otras cosas, porque el cine no necesariamente nos da una estabilidad económica.
Definitivamente hacer arte en Colombia no es fácil, ¿qué es lo más complejo con lo que se encontró usted?

Primero, es un oficio de personas privilegiadas. En el caso del cine, siempre se ha hecho cuando uno tiene la posibilidad económica de hacerlo. Últimamente, el cine ha crecido tanto en Colombia que se ha expandido en sus esferas, hay más gente de diferentes niveles sociales, pero también es un sacrificio muy grande. Vivir del arte es en últimas una utopía.
Por eso yo quería que fuera una película muy colombiana. Otro detalle que recuerdo eran esos poetas que conocí antes de empezar a escribir el guión, que hablan muy, muy alto de ellos mismos, como si fueran grandes artistas. Pero son personas en la calle, casi vagabundos, y que se imaginan como si fueran Rimbaund o uno de estos poetas en París.

Pero estamos en Medellín, en esta ciudad tan particular. Por eso quería que fuera una película muy colombiana, a pesar de que pensar en una película sobre un poeta, un escritor, pueda parecer un poco como hacer una película francesa o en Nueva York. Digamos que era el juego de agregarle la idiosincrasia paisa también.
Y como la película es una comedia, también me interesaba tener un diálogo. O sea, no solo hacer una obra que tuviera valores artísticos de un cine arte, sino también hacer una película que entretuviera, que no fuera esquiva, porque ese es un dilema que tenemos con el cine colombiano.
Al público colombiano le cuesta acercarse al cine nacional ¿por qué cree que suceda eso?
De acuerdo, nosotros como cineastas debemos hacer ese ejercicio de intentar que las películas le hablen a la audiencia, o por lo menos es lo que podemos intentar, lo que yo puedo intentar.
Porque a uno como cineasta le toca hacer un montón de cosas. No solo hacer la película, sino tratar de que la película se venda. Por ejemplo, en los mercados de Hollywood hay personas que se dedican a cada cosa al vender una película. Pero aquí a nosotros nos toca un poco hacerlo todo al mismo tiempo.
Es una industria aún muy frágil, si es que se puede llamar industria. Entonces, obviamente eso hace que necesitamos entender urgentemente el mecanismo que nos tocó.
¿Qué significa para usted poder llevar su cine a espacios internacionales como Cannes?

¿Sabes? He tenido varias películas aquí en Cannes, y cada vez me convenzo más de pensar que los festivales no son el fin de las películas, sino una plataforma más.
La ven, obviamente, permitiendo que la película trascienda para audiencias extranjeras. Genera un impacto en el exterior y esa es otra forma de hacer visible el filme. Pero es eso, solo un mercado.
Sin embargo, hemos tenido una recepción muy bonita por parte del público, parece que realmente ha gustado. Eso para nosotros es incluso más importante, porque es un aliento para seguir haciendo cine.