‘Ako y el mundo oscuro de Atar’, una película colombiana con sabiduría ancestral e imaginación infantil

Óscar Mena
En un mundo dominado por la inteligencia artificial, Iván Acosta y su equipo le apostaron a crear una película digital pero realizada completamente por manos colombianas. Fue así como le dio forma a Ako y el mundo oscuro de Atar, una historia en la que el mundo está sumido en la oscuridad bajo el yugo despiadado de un general.
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Allí resurge la mano de un dúo poco probable de ver en Hollywood: un guerrero indígena enviado por los dioses y Juanita, una niña que desafía los límites de la imaginación. Juntos emprenden una misión trascendental para librar a la humanidad.
Los espectadores podrán ver al dúo atravesando portales interdimensionales, enfrentando monstruos y recorriendo tierras desconocidas. Ako y el mundo oscuro de Atar es una nueva y cautivadora historia animada que combina la fantasía con la sabiduría ancestral y la imaginación infantil.
En Diners conversamos con su director Iván Acosta, sobre la creación de la historia y los desafíos que tiene apostarle a estos universos narrativos en Colombia:
Después de casi tres décadas entre el cine documental, la ficción, la curaduría, la fotografía, ¿qué tiene el mundo de la animación que lo llevó a realizar esta película?
La idea es probar con otros formatos, otras propuestas narrativas. Digamos que es la exploración de los diferentes formatos que nos ofrece este universo. Eso yo creo que se llama inquietud. O sea, estar inquieto. Qué chévere hacer esto.
De hecho, Ako y el oscuro mundo de Atar es un proyecto convergente, ¿no?
Sí, es un proyecto convergente que tiene cortometraje para festivales, cortometraje para salas, largometraje. Tiene serie, miniserie… Entonces, el sábado lo que vamos a presentar es como el proyecto completo, Ako y el oscuro mundo de Atar, que en realidad es un proyecto grande y convergente.
¿Y este proyecto venía gestándose desde hace años o surgió como respuesta a un momento específico de su vida?
Ya tenía medio construida la historia de Ako y el oscuro mundo de Atar, entonces hice el guion, construí la narrativa y nos lanzamos, a través de la Ley 814 también, a hacer el proyecto de Ako. No era un proyecto de esos que uno lleva diez años pensando, no. En realidad, nace de hacer otro proyecto y lo terminamos concretando en un tiempo récord.
¿Y cómo nació la idea de Ako?
Bueno, Ako tiene una particularidad, y es que eso sí es algo que estaba en mi cabeza hace mucho tiempo. Me gustan mucho los mitos, las leyendas indígenas, todo eso que encierra la ancestralidad indígena latinoamericana. Y siempre vemos películas que cuentan mitos de otros universos, otras cosmologías.
Entonces, ya mi cabeza venía rondando ese asunto del mito. Y Ako es precisamente la historia de un adolescente, un puberto, que es enviado por nuestros ancestros indígenas a librar al mundo del mal… particularmente a Colombia, pero también al mundo.
¿Y qué tan distinto fue pasar de ese proceso creativo con rodaje, cámaras y actores reales a trabajar con animadores y diseño digital?
Mira que ahí es lo importante: rodearse de un buen equipo, porque en realidad quedó muy bonito, creemos nosotros, pero quedó muy bien hecho. Este es un proyecto, entre otras cosas, muy orgánico, muy humano. No tiene ni una letra, ni una línea, ni un color, ni un trazo de inteligencia artificial.
Es 100 % creatividad humana. Y es eso, rodearse de un buen equipo: Edison y Diego Yaya, todo el equipo, los personajes de voz, los de doblaje… Si tú te rodeas de un buen equipo, sabes que, aunque hay riesgo, te vas a enfrentar de mejor manera a un reto de este nivel.
Entonces, sí, claro que hubo temor, porque uno hasta que no lo termina no sabe cómo va a quedar. Pero si estás bien rodeado, sabes que vas a lograr algo bueno. Y creemos que sí es una propuesta gráficamente y narrativamente sólida.
Justamente por ese proceso de animación, que es tan técnico y de tiempos tan largos, ¿qué fue lo más desafiante para usted personalmente?
Lo más desafiante es que yo soy impaciente. [Ríe.]
Y estos son procesos donde a veces un solo trazo, una voz, un color o un movimiento deben repetirse, ajustarse… Hay que buscar verosimilitud. Y eso se vuelve muy delicado. Los tiempos son más lentos.
Cuando vas a un rodaje, sabes que tienes tres semanas, y lo que se graba en esas tres semanas, va. Aquí no. Cualquier movimiento de fluido puede tardar horas.
Entonces, el mayor reto fue contra mi propia impaciencia. Pero, como te decía, tenía un equipo maravilloso detrás, apoyando todo el proceso. Así que, al final, la lucha fue interna.
¿Y qué tipo de público tiene en mente para Ako?
Este es un proyecto familiar. En general, todo el universo de Ako está pensado para que lo vea la familia.
Es un proyecto muy juvenil, que desde ahí puede derivar también hacia el público infantil, por la complejidad de la narrativa y los personajes. Pero sí, le apuntamos más a un público joven y familiar.
Y hablando de narrativas, ¿la animación le permitió contar cosas que en el cine convencional no se habrían podido representar?
¡Uy, total! Adoro la animación por eso. Te permite recrear mundos y universos que en una puesta en escena real serían muchísimo más complejos de producir.
Por ejemplo, Ako viaja a través del tiempo y el espacio de una manera que en live action sería más costosa o incluso inviable. La animación se demora, pone a prueba tu paciencia, pero te permite jugar narrativamente de una manera bellísima.
¿Y esa narrativa animada lo obligó a cambiar su forma de investigar o abordar el guion? Considerando su experiencia en documental…
Mira, ya venía con eso. He tenido cercanía con cosmologías indígenas y campesinas, así que tenía ya una base alimentada con ciertos elementos. Esas investigaciones fueron clave para construir estas primeras aventuras de Ako, especialmente en contextos donde he trabajado con comunidades vulnerables o vulneradas.
¿Qué le dejó esa experiencia de haber producido Ako y el mundo oscuro de Atar? ¿Le quedaron ganas de seguir trabajando en ese formato?
Eso me dejó muchas ganas de seguir trabajando. Es un formato maravilloso, costoso, muy meticuloso, pero si haces una buena pieza, vale la pena. Me dejó con ganas de seguir trabajando con eso, por eso quiero llevarlo a otros niveles, a nivel de serie.
Quiero que este proyecto no se limite a lo que podamos hacer nosotros como equipo inicial. No tengo ninguna intención ególatra de decir “este proyecto es mío”. Este proyecto es de todo un equipo que lo hizo posible.
Y también pensar en que pueden llegar otras personas… Tú, por ejemplo, si me dices “tengo una idea para un capítulo de la serie donde Ako haga esto”, pues construyámosla. Esa es la idea de un proyecto cross media, que es lo que vamos a lanzar más adelante.
Queremos involucrar a nuevos dibujantes, creativos, gente que diga: “¿y si lo hacemos con estos personajes?”, pues ven y lo trabajamos, no hay rollo. Eso me parece muy bonito.
Ya había trabajado en un proyecto crossmedia que se llama Los suicidios de Sara, con Bezeta Cine. Yo fui productor de ese proyecto, de la mano con Miguel Urrutia, con quien además estamos terminando un thriller psicológico en este momento. Así que esta idea de construcción colectiva y expansión cross media ya la tengo un poco masticada, y espero que ahora con Ako logremos consolidarla.
¿Qué esperas que el público se lleve de Ako y el mundo oscuro de Atar? ¿Qué te gustaría que sintieran o pensaran después de ver la película?
Yo lo resumo, de manera quizás un poco pretenciosa, en una sola palabra: esperanza.
Mira, las historias que se cuentan… Hace unos años estábamos en el Festival de Cine de Jardín con varios amigos, entre ellos Víctor Gaviria y Everardo González, el documentalista mexicano. Everardo acababa de vivir una historia muy dolorosa. Y en esa charla hablábamos del dolor de la guerra. La guerra duele en cualquier parte del mundo.
Se contaban historias de Colombia y de México, y uno decía: “¿cómo es posible que estas cosas pasen? ¿Cómo es posible que el ser humano sea tan indolente?”. No quiero decir “malo”, pero sí… indolente. ¿En qué momento perdimos esa empatía?
Entonces, lo que me gustaría transmitir es eso: esperanza. Tal vez estas historias no van a salvar el mundo, pero pueden llegarle a muchos jóvenes, a muchas familias.
La historia es la de un niño, Ako, algo escueto, delgado, y una niña, Juanita, con una discapacidad. Pero ambos son valientes y quieren formar un ejército de niños y jóvenes. Porque en ellos, sin sonar pretencioso, está el mañana.
Así que sí, me gustaría que el público saliera con esperanza. Ahora, si lo logro o no, eso solo lo dirá el público. Porque como dijo Borges: “sin lector, el libro no tiene sentido”. Y para nosotros, sin público, el cine no tiene sentido. El público es el que da el veredicto final.