Algunas reflexiones profundas sobre el Pato Donald
Daniel Samper Pizano
Publicado originalmente en Revista Diners de junio de 1984. Edición número 171
El del Pato Donald es un caso curioso de reivindicación popular. Mickey Mouse ha sido siempre “la niña bonita” de Walt Disney. Es él quien encabeza los desfiles en Disneyworld y Disneylandia; es él quien posa en las más famosas fotografías de su creador; es él, finalmente, quien aparece incorporado al logotipo del conglomerado. Los clubes de mini-admiradores del mundo de Disney llevan como distintivo las orejas de Mickey y los creadores del estudio se han encargado de presentar al ratón como un individuo casi perfecto: inteligente, afable, ponderado, simpático, con cualidades de líder y, para completar, soltero.
El caso de Donald es completamente distinto. Si Mickey estuvo siempre en el lugar donde se encuentran los reflectores, Donald en cambio proviene de lo más oscuro de las bambalinas. Pocos saben esto, pero la primera vez que apareció su nombre en este valle de lágrimas no salió su cara. En efecto, en un libro de cómics titulado -naturalmente- Aventuras del Ratón Mickey y se nombra de refilón al pato, en calidad de “amigo de Mickey”. Es todo. Ni pico, ni plumas, ni sombrerito marinero, ni nada. Un marginal absoluto.
Donald tiene que esperar tres años más antes que Disney le brinde una oportunidad mejor. En 1934 se lanza un libro llamado La gallina sabia y allí aparece, por primera vez, la imagen del pato. Una imagen algo diferente a la actual, de cuello estilizado y pico largo. Era un papel de reparto, pero al menos no figuraba, como en 1931, a mero título de referencia. En este mes de junio y este año de 1984 en todos los territorios geográficos y comerciales de Walt Disney se está celebrando el cincuentenario de Donald, en conmemoración a su debut en La gallinita sabia. Con un poco más de justicia, el pato ha debido asomar el pico cuando se habló de él en 1931 y entonces el medio siglo habría sido festejado hace tres años.
Pero no importa. Este acto de justicia, aunque demorado, es bienvenido. No solo porque reconoce la popularidad del ave palmípeda de Disney, sino porque entraña un reconocimiento a las masas que un el mundo entero alzaron en hombros a Donald y colocaron donde está.
No se trata, no, de una mera frase demagógica. Ya vimos cómo el pato surge, a diferencia del roedor consentido, del último rincón de la tramoya. Sin ayuda de nadie, gracias a sus propios esfuerzos, logra que se le otorgue un mínimo papel luego de tres años de espera, y ese papel le merece el fervor de la platea. Tanto es así, que en 1935 su popularidad le hace ganar un puesto en la serie de historietas titulada Sinfonías tontas, y en ese mismo año se le concede -¡por fin!- la posibilidad de ser protagonista de su primer cuaderno de cómics.
A pesar de las intrigas de Mickey, Donald se imponía. En 1937 se ha convertido en uno de los personajes principales de Disney, y empieza a aparecer en una historieta dominical. Pero la gente pide más. No le basta con ver a Donald los fines de semana, sino que quiere tenerlo a diario en el periódico. El 7 de febrero de 1938 consigue el papel estelar en su propia tira diaria.
De los libros Donald pasó muy pronto al celuloide. El 9 de junio, día que se celebra oficialmente su aniversario, se exhibe por primera vez un cortometraje suyo. Es la versión cinematográfica de La gallinita sabia. Resulta interesante observar que en esta obra no aparece Mickey, lo cual demuestra que Donald se vio obligado a golpear otras puertas pues las de su “amigo” no estaban abiertas para él. La primera vez que salen juntos en un corto de dibujos animados es en el segundo semestre de 1934. Donald ya llevaba el impulso de su propio electorado. Y ello le permitió, incluso, ayudar al debut de Tribilín. Mickey, Donald Y Tribilín aparecen en un corto que lleva el significativo título de A beneficio de los huérfanos.
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La verdad es que entonces la orfandad de Donald había terminado. Apoyado en la simpatía que despierta en las audiencias, protagoniza de allí en adelante 126 cortometrajes, participa en 42 películas más, debuta en televisión en 1954 y recibe un justo homenaje en 1960, cuando se transmite un show especial sobre la vida del pato. Lo corriente en el mundo de Disney es que estos programas especiales sean presentados por Mickey. Esta vez, sin embargo, Mickey se “enferma”. Y tiene que hacer las veces de maestro de ceremonias Pepe Grillo. ¿No es curioso?
La gloria de Donald se cristaliza en otros terrenos distintos al de la pantalla. Sus aventuras diarias aparecen en más de cien periódicos, sus comics circulan en 47 naciones y es personaje de frecuente aparición en el canal de TV que tiene Disney en varias ciudades.
El jubileo de Donald, que se cumplirá con diversos actos y programas a lo largo de 1984, es un elemental acto de reparación a este personaje y a quienes lo admiramos a él y a su nutrida. Y peculiar familia, donde se destacan el avaro McPato, el genial Ciro Peraloca, la paciente Daisy y los insoportables sobrinitos.
Profeta en otras tierras
Resulta elocuente que Donald sea más popular fuera de los Estados Unidos que en su propia tierra, como ocurre con muchos profetas, plumíferos y no plumíferos. En los países del Tercer Mundo y en algunas naciones nórdicas como Suecia y Noruega, el principal embajador del país de Disney es Donald. Son sus cómics los que más buscan los lectores, sus películas las de mayor sintonía y su comportamiento ideológico el que más interesa a sociólogos y politólogos. La obra maestra de Armand Matterald y Luis Ariel Dorfman sobre historietas y comunicación social no se refiere a Mickey, sino que se titula Para leer al Pato Donald. Esto lo dice todo.
¿Por qué Donald y no Mickey en países distintos a los Estados Unidos? Ha faltado el científico que se dedique a buscar una respuesta a esta pregunta. Pero a mí se me ocurre que el éxito de Donald fuera de su patria se debe a que el pato es un personaje mucho más humano e interesante que el cuasi-perfecto ratón- Donald, por ejemplo, es altamente irascible: cuando está irritado se arroja al suelo, patea (cosa usual en un pato), protesta en su divertida jeringoza y rompe lámparas. El pato acusa, además, una faceta “lagarta” y zalamera que se explica por su afán de heredar al Tío Rico McPato. Cuando está con el codicioso personaje de las patillas y el guardapolvo, Donald controla su irritabilidad y su egoísmo, se vuelve servicial (casi servil) y se coloca en función de los deseos del ricachón pariente, hasta el punto de que el pato le saca el ídem cuando el millonario lo requiere.
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Aunque su comportamiento nos moleste, todos sabemos en el fondo que, colocados en idénticas, circunstancias haríamos exactamente lo mismo. Se los digo yo.
Donald es uno de los pocos personajes de Disney que está untado de vida real, de tierra. Nadie le conoce a Mickey problemas económicos, ni fracasos. En cambio, son bien sabidas las aulagas que atraviesa el pobre pato, las veces que anda en busca de empleo y las veces que lo despiden del mismo. A Mickey nunca le ha preocupado el dinero, como si él fuera miembro de la comunidad franciscana y no de una multimillonaria empresa de entretenimiento. Donald, en cambio, siempre está viendo cómo levanta para el diario. Y no es por tacaño. Sino que le toca sostener a tres sobrinos, a una novia eterna, a una abuela muy simpática pero poco productiva y a un primo que se inventa toda clase de maravillas inaplicables.
A diferencia de Mickey, que no tiene malos ejemplos en la familia, Donald debe sufrir la avaricia del tío y la fatuidad de Pánfilo Ganso, el primo tumbalocas de cabello ondulado que no hace nada en la vida porque montó una sociedad con la suerte.
Donald, en cambio, tiene la suerte como adversaria. Lucha a brazo partido contra ella y pierde cuatro de cada cinco encuentros. Es lo que se llamaría en inglés self-made duck, es decir, alguien que se hizo por su propio empeño y venciendo barreras de toda índole.
En pocas palabras, es el personaje más humano en el zoológico antropomorfo de Disney. Porque se pone bravo, porque se vuelve “lagarto”, porque no quiere casarse, porque tiene que sostener a tres sobrinos traviesos, porque no le alcanza la plata y porque sobresale a pesar de la hipócrita animadversión de Mickey, es que lo queremos.
Su cumpleaños no es un festejo más para quien todo lo ha tenido en vida. Es la conmemoración de una carrera heroica.