Eduardo Arias y Karl Troller, la sociedad del humor

Eduardo Arias y Karl Troller hacen una pareja con un agudo humor político, en un país que les da material de sobra. Los dos aceptaron el experimento de la Revista Dines para autoentrevistarse.
 
Eduardo Arias y Karl Troller, la sociedad del humor
Foto: Archivo Diners
POR: 
Eduardo Arias/Karl Troller

Este artículo titulado Eduardo Arias y Karl Troller, la sociedad del humor, fue publicado originalmente en Revista Diners Ed. 506 de mayo 2012

Durante 36 años hemos trabajado juntos. Si el trabajo es esto, pues entonces nos hemos divertido trabajando. Nos unen el humor y la crítica, un país que nos da material de sobra para que no dejemos de hacer humor político, el gusto por la música y el periodismo, una profunda admiración por los titulares de El Espacio, un agradecimiento al legado de Clímaco Urrutia y Benny Hill, y la fe ciega por nuestro candidato a la Alcaldía, Nadie.

Eduardo: ¿Desde cuándo le dio por el humor? Antes de que comenzáramos a tocar en esa banda, Jekel Batts, usted ya era conocido en el colegio por sus ocurrencias

Karl: mi papá tenía buen humor negro. Un ejemplo: cuando un día denunciaron por televisión que los antiguos buses municipales tenían una nómina de siete conductores por bus, dijo: “Pero qué bueno, esa es la tripulación de un 747”. Y creo que las influencias de la época fueron definitivamente Benny Hill en la televisión colombiana, la revista francesa Hara Kiri que lográbamos conseguir en la librería Tiempos Futuros y algunas de National Lampoon, que circuló como revista antes de que se dedicaran al cine. También estaba la ironía en las canciones, pero sobre todo, las entrevistas de Lennon, las columnas de Daniel Samper Pizano y las caricaturas de Osuna, las primeras películas de Woody Allen en el teatro La Comedia de Chapinero. Y claro, más tarde Clímaco Urrutia y Frank Zappa, el maestro que llegó a plantear cosas como “Does Humor Belong To Music?”.(¿Pertenece el humor a la música?).

 

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No somos delincuentes, somos motociclistas (salvo contados casos como el que se llevó a Aída Merlano) #bogotá #publicidadpolitica

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E.: para mí fue como un arma secreta que tenía guardada y que comencé a sacar a flote cuando estaba como en cuarto de bachillerato. Yo era muy tímido y acomplejado, entonces cuando principiaron a darse cuenta mis compañeros de que yo tenía sentido del humor, como que empecé a ser alguien. Y en la universidad fue mi arma. Digamos, el humor fue mi “Venza su timidez”. Herencia de mi papá, también… Muy tímido pero con un sentido del humor muy agudo.

K.: los ensayos de Jekel Batts terminábamos saboteándolos cuando nos poníamos a parodiar jingles de la campaña de Turbay presidente con música del grupo Yes.

E.:
 yo no me acuerdo cuándo empezamos con el humor político. Los primeros Chapineros eran más de burla a la universidad y una exaltación del hippismo bogotano y los letreros de las calles.

K.: lo que después pasó a denominarse cultura popular, muy bien representada por Aterciopelados y Popular de Lujo. Hicimos las primeras burlas a letreros colombianos, de esos que ahora se llaman “colombianadas”. Solo que nosotros no nos quedábamos en mostrarlos, sino que a partir de ahí creamos una especie de mitología urbana. Inventamos a Cactus Gaitán, el hijo bastardo de Jorge Eliécer que había nacido el 9 de abril en un tranvía incendiado. Cactus fue el primer revendedor de boletas que tuvo El Campín y el primer gamín que se lanzó en carrito de balineras por los puentes de la 26. Y Édgar y Juan, dos extraterrestres inspirados en Édgar Restrepo y Juan Valencia, que tenían un programa de rock en la HJCK.

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E.:
 tal vez el primer Chapinero medianamente político fue Clientelista, que en realidad era una parodia del carnaval electoral, como pudo haberlo sido la campaña de Nadie.

K.: sí, me acuerdo… “Si Galán no gana nos tusamos”, era uno de los titulares. O avisos como el de Cigarrillos President con la imagen de Belisario que decía: “Aspirar es poder”.

E.: ese fue del Chapinero Diez, un año después…

K.: también en el Clientelista lanzamos a Cristo para presidente de Colombia, mucho antes de que existiera Juan Fernando Cristo. Es que Cristo era el candidato popular por excelencia.

E.: si no mire a Uribe, el Mesías, pescando votos y adeptos entre católicos, presbiterianos, episcopales, metodistas, bautistas…, todo le sirve.

K.: ¿A usted qué le aburre de hacer humor?

E.: a mí últimamente me choca lo políticamente correcto, tener que andar con pinzas con ciertos temas, lo mismo que herir susceptibilidades relacionadas con el regionalismo… Uno como bogotano está acostumbrado a que se burlen de Bogotá. En cambio en otras regiones se delican si uno los medio menciona…

K.: hemos tenido épocas difíciles con relación al humor. En los primeros años del gobierno de Álvaro Uribe era casi que un sacrilegio burlarse de él. Muchos anunciantes preferían no verse vinculados a publicaciones que criticaran al presidente y no pautaban. Por otro lado había un clima enrarecido en torno a la licitación del tercer canal. Con tantos intereses en juego, los medios se cuidaban de no dar papaya. Y el humor político fue el gran perdedor. Se ejerció una censura sin que nunca se hubiera hablado de censura.

E.: ¿Y lo de Nadie Alcalde de dónde lo sacó? Porque esa idea fue suya

K.: en Estados Unidos se lanzó de manera independiente la campaña “Nobody for President” por allá en 1974. Sin embargo, en esa época no existían las redes sociales y todo fue muy underground. Esa campaña se ha mantenido esporádicamente hasta nuestros días. Nosotros quisimos hacer lo mismo. A raíz del vacío de poder que existió en la pasada alcaldía, nos pareció que ese era el terreno propicio para lanzar a Nadie. ¿A usted qué le pareció lo mejor de esa campaña?

E.: lo mejor fue que si bien empezamos nosotros a crear sus eslóganes, el hecho de haberlo lanzado en redes sociales hizo que la gente fuera la que propusiera las frases de campaña.

K.: fue la primera campaña política en Colombia en la que la plataforma no la diseña el partido, ni los asesores, ni la agencia de publicidad sino los seguidores. Y eso es lo que está reflejado en El Libro de Nadie.

E.: a usted lo he visto comulgando últimamente… ¿Qué pasó con su ateísmo, su mamaderita de gallo a la Javeriana, a los curas, al papa?

K.: creo que me pasó lo mismo de Mockus. Que es como un ateo creyente. Pero si bien tengo mis dudas frente al infinito y más allá, como Buzz Lightyear, sigo implacable contra la institución de la Santa Madre Iglesia. Es decir, más que católico y apostólico, soy romano. Pero de la época del Imperio. Del teatro Imperio de Chapinero, se sobreentiende.

E.: a mí me salvó descubrir el término agnóstico. Existe una probabilidad de que Dios exista, otra de que Dios no exista. A partir de ahí todo es fe, especulación, o sea, incertidumbre. Solo espero que, si Dios existe, no sea ese ángel exterminador que promocionan tanto en la Biblia. Pero vaya uno a saber.

K.: ¿Y a usted sí le queda tiempo de leer la Biblia?

E.: a mí me da por leer como por temporadas. Aprovecho las vacaciones para leer bastante. Y de tarde en tarde me obsesiono con un escritor. Hace como dos años fue Coetzee… Usted en el colegio era muy lector, me acuerdo.

K.: yo ahora devoro páginas pero de Internet. Y como en los noticieros, lo mío son los titulares. De hecho nuestra luz en materia de titulación ha sido el periódico El Espacio. Creo que todos los estudiantes de periodismo deberían hacer unas prácticas obligatorias en prensa amarilla. Es mejor que ser copy de una agencia de publicidad. En El Espacio, de verdad, no hay límites.

E.: y el cliente nunca tiene la razón. Un tema muy suyo que ha retomado en estos últimos meses es la fotografía. De hecho recuerdo que hacia 1978 usted vendió una de sus colecciones de discos para comprar una ampliadora y un equipo de revelado… ¿Cómo es su relación con la fotografía?

K.: la cámara siempre ha sido una extensión de mis ojos. Sigo retratando las ciudades. Más por el lado de la comunicación, la señalización, el asfalto y la arquitectura que otra cosa. Es reportera gráfica pero sin gente. No tengo agallas para la de verdad. Me intimidan las personas frente a la cámara.

E.: De toda esa mano de discos que tiene, ¿qué oye ahora? 

K.: sigo comprando discos. Pero descubrí que solo quiero escuchar cosas que nunca había oído antes. Cuando oigo lo de siempre siento una nostalgia que me envejece. En cambio al escuchar cosas nunca antes oídas, no importa la época ni el género, rejuvenezco porque no relaciono mi vida pasada con una canción determinada.

E.: yo sigo muy aficionado a la música, pero esto del rebusque y tener que trabajar de día y de noche me ha quitado espacios para oír. Además, como hago música en el computador, es más lo que intento hacer que lo que oigo. A propósito, tenemos que retomar el Chapinero Pirata.

K.: sí, hay que darles trabajo a esos pobres de la Orquesta Sinfónica de Chapinero.

E.: ¿y usted sí es hincha de verdad de Millos, o es solo por chicanear, como Samuel Moreno?

K.: soy mal hincha, pero hincha desde el principio. No me pasé del Deportivo Cali y eso que soy caleño.

E.: Yo, desde niño, he sido hincha de radio, ahora de radio y TV. Y ahí sigo haciéndole fuerza y proselitismo a Santa Fe, sobre todo por Twitter. Pocón de ir al estadio pero muy pendiente de la tan postergada llegada de la Séptima Estrella.

K.: siga viviendo en el pasado. Mejor dedíquese a la nostalgia con su Santa Fe.

 

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E.: pues hablando de nostalgia ya son como 36 años trabajando con usted, con sus picos y sus valles. Pero mire, ahí seguimos haciendo proyectos, con esa actitud de los niños que dicen “cuando sea grande quiero ser ingeniero aeroespacial”. Yo creo que por eso hemos durado. Como que cada proyecto, o casi todos, han sido puntuales y de alguna manera, diferentes.

K.: y nuestra sociedad sigue intacta porque nunca hemos hecho un peso. Esa ha sido la clave para mantener nuestra amistad.

         

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diciembre
25 / 2020