Entrevista a Jöel Dicker: la nueva cara de la literatura suiza
Jhonny R. Quintero
Lo primero que se nota al ver a Joel Dicker (Ginebra, 1985) es su juventud; apenas cumplirá 32 años en junio, pero si a eso le sumamos que durante su vida ha escrito siete novelas (tres publicadas) se acentúa aún más.
Pasó de ser un joven que escribía en soledad a ser un reconocido y premiado autor. En 2012 ganó el Gran Premio de novela de la Academia francesa (que también han ganado escritores como Antoine de Saint-Exupéry, Albert Cohen y Amélie Nothomb) por su segunda novela publicada, “La verdad sobre el caso Harry Quebert”.
¿A qué se debe su éxito? Algunos críticos apuntan a la profundidad que da a sus personajes, de lo inolvidable de sus tramas, o de lo atrapante de su estilo narrativo. Pero cuando uno le hace esta pregunta contesta con modestia que tan solo es un chico con suerte. Quizás esto tenga que ver con que su mamá es librera y su papá es profesor de francés, y que en su infancia, rodeada de libros, haya descubierto “The Last Wolf of Ireland”, de Elona Malterre.
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No es estático ni en la forma ni en el fondo de sus novelas, va desde lo bélico, lo policiaco, hasta dramas sobre la amistad, y siempre cae parado, como un gato. Y como si todos estos motivos no bastaran, es necesario confirmar lo obvio y preguntarle ¿le gusta escribir? A lo que responde con una sonrisa amplísima “amo escribir”.
Dicker, además de ser un escritor de tiempo completo, es la imagen publicitaria de varias marcas, (DS4 y Swiss Airlines), y lo hace sin reparos de ninguna clase.
Antes de cumplir 25 años ya había escrito cuatro novelas, pero solo fueron publicadas mucho tiempo después, ¿por qué?
Me tomó mucho tiempo conseguir una editorial que me publicara. Intenté conseguir una en Suiza y no conseguí, traté en Francia y no conseguí, luego me concentré en otras cosas y al final conseguí una editorial en París (Édition de Fallois) y cuando conocí a Bernard de Fallois el proceso de publicación fue muy rápido. Necesitas encontrar un compañero, un socio, como cuando te enamoras, debes encontrar al adecuado. Te topas con muchos en el camino hasta que encuentras al ideal.
Y durante todo ese tiempo, con las novelas ya escritas y sin publicar, ¿se sintió frustrado?
Honestamente no. Estuvo bien. Ahora, con el tiempo, creo que estuvo bien que sucediera así porque cuando veo hacia el pasado sé que si esos libros no hubiesen sido rechazados nunca habría escrito “La Verdad sobre el Caso Harry Quebert” (2012), ¿por qué? Porque el hecho de que esos libros hubiesen sido un “fracaso”, por decirlo de alguna manera, me dio la energía que necesitaba para pensar por qué no los aceptaban, qué podía hacer para escribir algo diferente. Quizás si esos cuatro libros hubiesen sido aceptados, las cosas habrían sido muy diferentes a como son ahora, porque no habría pensado diferente a como lo estaba haciendo.
¿Cree que el rechazo es bueno para que un escritor se esfuerce más en pulir su trabajo?
Sí, a veces el rechazo te fuerza a pensar mejor en tu proceso de escritura. Pero no solo funciona para los libros, sino para la vida en general. Tendemos a pensar que fracasar es algo malo, pero no lo es, porque hace que pienses por qué fracasaste, o si de verdad quieres ser escritor, y son preguntas que debemos hacernos. Que rechazaran mis primeros libros me hizo preguntarme ¿de verdad quieres ser escritor? Y la respuesta fue que sí.
“Los últimos días de nuestros padres” está ambientado en la Segunda Guerra Mundial, ¿cómo hacer de un tema, del que ya se ha dicho tanto, algo nuevo y sin caer en lugares comunes?
Fue muy sorpresivo para mí. Primero, creo que siempre hay cosas qué decir, y creo que nunca hablamos suficiente de la vida y especialmente de lo que pasó en Europa durante la Segunda Guerra Mundial. No deberíamos olvidar, deberíamos seguir hablando de este tema, escribiendo sobre este tema. Yo estaba haciendo una investigación para otro libro que nunca escribí, que era sobre el Servicio Secreto Británico en los años 60 y quería darle contexto a mi protagonista, e intentando pensar qué estaría haciendo durante la guerra, descubrí esta historia sobre la Special Operation Executive, y me di cuenta de que era muy desconocida y decidí escribir un libro sobre esto.
En “El libro de los Baltimore” parece enfocarse más en desarrollar los personajes que en la trama…
Porque de verdad quería detenerme en los personajes, escribir un libro solo sobre personajes. Harry Quebert fue más como un juego, hice más investigación, me enfoqué más en lo que iba a pasar. Con este libro quería tener más momentos de enfoque en los personajes, tratar de que la gente los conociera lo mejor que pudiera, y fue un reto para mí porque, por ejemplo, en Harry Quebert pasas 600 páginas con el personaje de Marcus Goldman, ves todo el proceso de investigación, pero al final sientes que no lo conoces, y quise hacer algo para enmendar esto, y escribir un libro sobre él, su familia, su contexto.
¿Cree que su juventud es una ventaja o una desventaja para su carrera como escritor?
Es una ventaja porque los lectores te perdonan más fácil. La gente se toma su tiempo para pensar qué quisiste decir. Quizás “perdonar” no es la palabra adecuada, pero el público tendrá la mente más abierta, serán más amables. El público joven te puede recodar más fácilmente porque también eres joven, y el público mayor te recuerda porque eres como su nieto. Cuando conozco a mis lectores me sorprendo porque es una mezcla de gente de todas las edades. La respuesta a por qué es tan diverso mi público es quizás porque estoy en la edad en la que la gente puede sentirse familiarizada conmigo.
¿Por qué cree que sus libros se convierten fácilmente en best-sellers?
Porque soy muy afortunado. Los libros exitosos no tienen una receta, es algo que creas. Hay muchos libros buenos, increíbles, que permanecen desconocidos, y no sé por qué pasa esto.
Pero además de suerte seguro hay trabajo y talento en ellos…
Hay trabajo, pero además me di cuenta de que hay suerte porque, como dije, hay muchos libros increíbles que no son conocidos.
Ser joven, premiado, conocido, ¿le pone más presión a su trabajo?
No. Cuando escribo sigo en el mismo estado mental. Lo que es más importante es disfrutar lo que escribo, disfrutar el momento, porque cuando escribo un libro son casi dos años de mi vida que paso solo, y necesito que esos dos años valgan la pena, y que sean un tiempo de verdadero placer.
Comenzó a escribir muy joven y han pasado ya varios años desde sus primeras novelas (no publicadas algunas). Cuando vuelve a ellas, ¿cómo se siente?
No leo lo que escribí porque está en el pasado, ya está hecho. No puedes avergonzarte de lo que hiciste. Los libros que escribes cuando eres muy joven son como una foto: a veces te vistes elegante porque vas a una fiesta y te toman una foto, te sientes la estrella de la noche, luego ves la foto veinte años después y dices “¡Por Dios, qué estaba usando ese día!”, pero no puedes poner eso en el contexto actual porque esa era la forma en la que eras hace veinte años y te sentías bien así, y eso es lo más importante. No puedes mirar al pasado y ver lo que escribiste antes con los ojos de ahora, debes verlo y ponerlo en el contexto de su momento.
En Suiza no hay una gran tradición literaria, no hay un gran legado de escritores ¿siente que eso es una ventaja o desventaja?
Quizás al principio eso crea más atracción, pero a la larga no hace mucha diferencia.
Por escribir en francés muchos lo consideran un escritor francés, y allí sí que tiene un legado gigante, ¿se siente más cercano a ellos?
No, para nada. Claro que la literatura francesa me ha influenciado mucho. Por ser suizo leo y escribo en francés, pero más allá de eso pertenezco a la cultura suiza. Cuando estoy en París, por trabajo, no me siento tan cercano a los parisinos como me siento con la gente en Ginebra, que son mi gente. Quizás ser de Ginebra y vivir allí me ha protegido de ser parte de la masa de escritores franceses.
Con el tiempo se ha convertido en la imagen publicitaria de varias marcas, ¿siente que eso va en contravía del trabajo de un escritor de literatura?
No creo, porque hoy en día una de las cosas más importantes que debemos hacer (y cuando digo nosotros me refiero a los escritores, periodistas, editoriales y librerías) es llevar al público donde están los libros y mostrarles lo importante que es la literatura, y cómo es algo vívido, increíble, que deberían estar leyendo libros. Creo que si seguimos pidiéndole a los futbolistas, bloggers, a las Kardashians que sigan haciendo comerciales o publicidad, les quitamos la oportunidad de reemplazarlos por escritores o artistas y de mostrarle a la gente que los artistas existen al igual que los demás, y si esos comerciales dan un poquito de interés en esa gente que los ve y que diga “quizás debería leer un libro”, o “quizás debería ir a la librería”, sería algo muy importante.