Entrevista a Krzysztof Penderecki, director de orquesta invitado al festival de Música Sacra
Laura Galindo M.
-Wendy, querida. Sol de mi vida. No voy a lastimarte. No me dejaste terminar. Dije que no voy a lastimarte. ¡Solo voy a aplastarte lo sesos! –Le dice Jack Torrance a su esposa en la escalera del Hotel Overlook.
Las pupilas dilatadas y los ojos exorbitados. Los hombros hacia delante y las manos extendidas a la altura del pecho. Un par de escalones más arriba, Wendy, temblando, sostiene un bate con ambas manos.
-¡Solo voy a aplastarte los malditos sesos!
Wendy da dos pasos atrás. Se aleja. Tiembla otra vez. Se dobla en un movimiento instintivo. Se encoge. Su voz se vuelve súplica y su llanto un chillido.
– Quédate allá. ¡No me lastimes! -tartamudea.
La voz de Jack cambia. Ahora es profunda, oscura, seca. Esboza una sonrisa y la desencaja en una mueca macabra. Al fondo, un sonido de campanas y arcos golpeando la madera de sus respectivos instrumentos de cuerda se hace cada vez más claro.
-No voy a lastimarte.
-¡No te me acerques! ¡Detente!
-Deja quieto ese bate. Suéltalo. Wendy. ¿Wendy? ¡Entrégamelo!
Las manos de Wendy levantan el bate y la orquesta estalla en tres cortes caóticos. Uno por cada golpe en la cabeza de Jack.
Jack Torrance es Jack Nicholson, Wendy es Shelley Duvall y el Hotel Overlook es el Timberline Lodge en Oregon, Estados Unidos. El director es Stanley Kubrick y la película El Resplandor. Las cuerdas y metales que acompañan los golpes de Wendy son parte de Utrenja, una pieza compuesta por el polaco Krzysztof Penderecki a partir de los rezos de la iglesia ortodoxa. “Cristo ha resucitado”, repite un coro de voces estáticas y bizantinas al que la orquesta responde con estridencia.
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Penderecki tiene 83 años. De niño vivió la Segunda Guerra Mundial y de joven las prohibiciones del régimen estalinista. Se inventó instrumentos y compuso sinfonías, óperas y oratorios. Experimentó con los sonidos hasta hacerlos irreconocibles. Sembró árboles y escribió libros. Su música acompañó a Scorsese en película La isla siniestra, a Friedkin en El exorcista y a Kubrick en El Resplandor. Se adelantó a las épocas. Fue vanguardia. Fue transgresor, irreverente y experimental. Es uno de los compositores más reconocidos del mundo y el próximo jueves 8 de septiembre estará en Bogotá para dirigir la Orquesta Filarmónica en el V Festival de Música Sacra.
Compositor, director y pianista. ¿Cuál fue el primer instrumento que aprendió?
No tan pianista, se algo de piano, pero no creo ser pianista. Mi primer instrumento fue el violín. En mi casa siempre hubo uno porque mi papá lo tocaba, así que, por curiosidad, un buen día lo cogí. Al poco tiempo comencé a estudiar de verdad, con profesores y clases. Quise un solista reconocido. ¡El más virtuoso del siglo XIX!, pero una vez, mientras estudiaba una suite de Bach, se me ocurrió copiarla. Comencé inventarme cosas en un estilo parecido y me di cuenta que ya no quería tocar, quería componer.
¿Cuántos años tenía?
Era un niño. Debía tener, como mucho, siete. Comencé a escribir piezas para violín y duetos para tocar con mi papá. Sonatas y caprichos. Todos en el estilo de Bach y de Téleman. Al principio, no era mi música. No había nada original detrás ni ningún tipo de exploración. Solo copiaba. Comenzó a ser mía pasando la década de los 50s, cuando ya estaba estudiando composición formalmente y pude poner en el papel mis ideas.
¿Qué es un tubáfono?
Es un instrumento que me inventé mientras componía Las siete puertas de Jerusalén. Yo tenía un sonido en mi cabeza que no existía y que tampoco podían darme los instrumentos de la orquesta. Entonces, pensé: “¿y por qué no me lo invento?”. El tubáfono es de percusión, pero también tiene alturas, o sea notas. Es parecido al xilófono, sólo que en vez de placas de madera tiene tubos de plástico. Lo usé por primera vez para Las siete puertas de Jerusalén y desde ahí lo he venido incluyendo en varias obras.
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¿Fue un experimento?
¡Por supuesto! Estamos hablando de 1960, una época en que los compositores europeos experimentábamos con los sonidos electrónicos. Yo diría que ese fue mi momento de vanguardia. Si piensas en Trenodia por las víctimas de Hiroshima te vas a hacer una idea más clara. Son 52 instrumentos de cuerda que usan técnicas diferentes, no convencionales. Le pegan a la madera en diferentes lugares, frotan las cuerdas o las pican sin el arco. En esa pieza no vas a reconocer un violín o un chelo. Ningún instrumento suena como suena normalmente. No hay melodías que se puedan seguir y mucho menos tararear. Es una música más efectista. Mi idea era comunicarme por medio de sensaciones, no de emociones.
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Pero ya no compone así…
No, ya no. Uno no puede quedarse en la misma estética para siempre. Yo salí de ese estilo buscando sonar diferente. Es posible escuchar mi música y hacer un recorrido cronológico de formas e ideas para componer. Ahora he vuelto un poco a la melodía. No me interesa repetirme.
¿Le gustan las películas de terror?
No, no me gustan mucho. La verdad, no me interesan las películas. Aunque en los 60s mi música apareció en varias, no soy muy dado al cine. Pero bueno, si tuviera que escoger una favorita entre las que tienen composiciones mías, me quedaría con El resplandor, creo que Stanley Kubrick hizo un buen trabajo.
¿Y la música popular? ¿Escucha música popular?
Conozco a John Greenwood, el guitarrista de Radiohead. Él tiene un disco que se llama 48 Responses to Polymorphia, una obra que compuse en 1961. Es más, dimos un concierto juntos en el 2011. Nos vimos en mi casa cuando me enteré de su disco. Yo no sabía quién era él y, para ser franco, no esperaba que una estrella del pop que se portara como una persona común y corriente. Se viste normal y es muy amable. Mi nieta de 11 años sí lo conocía. Cuando le conté de las variaciones que había escrito sobre mi Polymorphia, sacó varios de sus discos y me lo dio. ¡Son buenos! Muy suaves y con mucha musicalidad. A veces los oigo.
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En una entrevista para El País de España</strong>, dijo que se sentía mucho más seguro como jardinero que como compositor. ¿Qué tan cierto es?
Jajajaja. Muy cierto. La jardinería es uno de mis hobbies más grandes. En Luslawice, en Polonia, tengo un arboreto que comencé a sembrar hace tiempo. Hay especies muy interesantes y algunas ya son muy grandes. Tengo más de 2700. Los árboles son como las obras de arte: necesitan siempre dos raíces, una al cielo y otra al suelo.
¿Cuál es el mejor momento del día para escribir?
La mañana, siempre. De hecho casi nunca escribo por la tarde, solo cuando tengo alguna entrega urgente y porque me toca. Cuando eso pasa, me levanto temprano y hago borradores y partes individuales. Luego, por la tarde organizo todo en el score de la orquesta. Hay dos sitios especiales en los que me gusta escribir: mi casa de Cracovia, que queda en las afueras de la ciudad, y mi arboreto. Mi colección de árboles es un lugar de mucha paz. ¡Además tengo allá tengo una casa hermosa del siglo XVIII!
¿Cuál es el repertorio que dirigirá en Bogotá?
Como es un festival de música sacra, voy a dirigir obras con alusiones religiosas. Mi segunda sinfonía, que se llama Sinfonía de Navidad porque en algún momento aparece la melodía de Noche de Paz, El despertar de Jacob y mi concierto para piano, que se llama Resurrección. Todas van conectadas y tienen algo en común. Yo también he escrito mucha música sacra, tengo a Bach y Palestrina entre mis mayores influencias, por eso elegí esas piezas. ¡Bueno! Y también porque yo voy a ser el director y me gusta dirigirlas.