Arturo Pérez-Reverte reeditó el Quijote para conmemorar la muerte de Cervantes
Juan Gustavo Cobo Borda
Don Quijote de la Mancha
Miguel de Cervantes Saavedra
(Edición de la Real Academia de la Lengua, adaptada por Arturo Pérez-Reverte).
Editorial Santillana
Madrid, 2014. 592 páginas
“Ese Cervantes, que es más versado en desdichas que en versos” murió hace cuatrocientos años, un lapso suficiente para comprobar cuánto subsiste de sus papeles e infolios. No llega a hacerse poeta, “que según dicen es enfermedad incurable y pegadiza” sino que “se le pasaban las noches leyendo de claro en claro, y los días de turbio en turbio; y así, del poco dormir y del mucho leer, se le secó el cerebro de manera que vino a perder el juicio”. Todo esto por culpa de los libros de caballería que lo llevarían a crear a Don Quijote de la Mancha, el Caballero de la Triste Figura, que sueña con desfacer entuertos, defender doncellas y correr aventuras de amor y coraje, en compañía de su fiel escudero Sancho Panza, montado sobre su caballo Rocinante, ya un poco viejos ambos. Pero cuando se encuentra a los enemigos que su imaginación produce (gigantes que son molinos de viento, carneros que son ejércitos) su energía es la de un batallador incansable a lo cual lo anima la razón de su vida, Dulcinea del Toboso, la dueña de su corazón.
[diners1]
[/diners1]
Ello por los campos de Castilla, con ventas y mesones que cree castillos y mozas de partido que para el asombro de las mismas llama doncellas de gran fermosura. Así siempre lo sublime del ideal y la aspereza de una realidad en la cual cae golpeado por mozos que son solo gentes de campo, muy poco leídos y ajenos a esas jerarquías de títulos e invenciones fantásticas. Pero ni las pedradas ni las palizas lo harán renegar de sus quimeras.
Pero la novela avanza porque Sancho Panza siente con las manos la ínsula que Don Quijote le ha prometido como pago de sus servicios y Don Quijote, ante cualquier circunstancia se ve exigido por su decálogo de caballero y el alto ejemplo de quienes lo precedieron en tantos libros delirantes del Tirant Lo Blanc al Amadís de Gaula.
Porque esta novela de desmitificación y burla de un género está cruzada de escribidores que transcriben e intervienen en el Quijote como el árabe Cide Hamete Benengeli o el condenado a galeras Ginés de Pasamonte quien ha escrito la historia de su vida, la cual no ha acabado pues su vida no ha terminado.
Ritos, antifaces y disfraces. Esta pareja única, Don Quijote y Sancho, nos deleita con sus coloquios, plagados de sabiduría y refranes pero también de locuras y delirios, cada uno a su medida. Lo preserva vivo esta edición adaptada por Arturo Pérez-Reverte que seducirá tanto a jóvenes como a viejos.