Endless River de Pink Floyd: un diamante para la eternidad

El 10 de noviembre se lanzó a nivel mundial Endless River, el tan esperado nuevo y póstumo álbum de Pink Floyd. 53 minutos de felicidad absoluta que resumen el legado del grupo.
 
Endless River de Pink Floyd: un diamante para la eternidad
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Jacobo Celnik

En tiempos donde el ruido nos abruma y nos sobrepasa, un álbum que invita ser apreciado bajo un ejercicio riguroso de atención, silencio y reflexión, es más que bienvenido. Endless River, de Pink Floyd, el tributo a Richard Wright, la segunda parte de Division Bell, el final del enigma Publius o el motivo para mantener viva la llama eterna de una de las bandas más grandes de todos los tiempos. Sin duda, uno de los acontecimientos musicales más importantes de los últimos años en el mundo del rock, uno de los mejores álbumes editados este año, junto con Lullaby and…The Ceaseless Roar, de Robert Plant y Popular Problems, de Leonard Cohen.

Un poco de historia

En 2005, cuando lo imposible se hizo realidad con la reunión de Pink Floyd en el marco de la cumbre del G-8 en Londres, nadie se atrevía a pronosticar que el evento, además de saldar cuentas pendientes entre David Gilmour y Roger Waters, era el digno cierre para una banda que nunca lo tuvo. Recordemos que los problemas en Pink Floyd empezaron a finales del año 82 durante las grabaciones de The Final Cut. Waters había sacado del grupo al teclista Richard Wright y sostenía tremendas disputas profesionales con Gilmour por el concepto del álbum, originalmente concebido como la banda sonora para la película The Wall. A finales de 1983 la codicia de Roger Waters no se detuvo y quiso tener el control absoluto de la banda. Un mediático pleito judicial rompió por completo la relación del bajista con el resto del grupo.

Con el fallo a su favor, Gilmour en 1987 plantó su bandera y tomó el control financiero y creativo del grupo junto con Nick Mason y Richard Wright. A Momentary Lapse Of Reason y Division Bell, dos álbumes maravillosos, publicados en 1987 y 1994 respectivamente, demostraron que la grandeza del grupo radicaba en el trabajo en equipo, a pesar de que la estrella solitaria de Waters brilló en determinados momentos. En 2008 la inesperada muerte de Rick Wright sepultó toda esperanza de tener nuevo material en estudio o, tal vez, una gira, aunque las buenas noticias llegaron pronto. A finales de 2011 y bajo el liderazgo de Nick Mason, Pink Floyd revivió en la agenda de medios y en los bolsillos de sus seguidores gracias a las ediciones conmemorativas de lujo (Discovery e Immersion Box Set), así como reediciones remasterizadas de todo su catálogo, varios de estos álbumes con material inédito nunca antes presentando como en el caso de The Wall y Dark Side Of The Moon.

La inesperada sorpresa

En septiembre de este año la marca Pink Floyd dejó de ser abrumada mediáticamente por Roger Waters (tras su exitosa gira The Wall Live), cuando en el portal oficial de la banda se anunció un nuevo álbum. Tras un par de semanas de especulaciones, Gilmour reveló que el disco es un tributo a su amigo Richard Wright y que la mayoría de temas que lo componen vienen de las sesiones del álbum Division Bell. ¿El resultado? Más y mejor de lo esperado. The sum is greater than the parts se oye susurrar antes de que el boom del bajo del órgano de Richard Wright le de la entrada a “Things Left Unsaid”, tema que abre la primera de cuatro caras del nuevo álbum (se editó en vinilo doble). Un corte instrumental con connotaciones melódicas a “Keep Talking”. Tras los 4 minutos 27 segundos más esperados por un fanático de Pink Floyd en las últimas dos décadas, el segundo corte del álbum nos sacude la cabeza y juega con nuestra memoria para llevarnos en un viaje de casi 40 años en el tiempo con el tema “It´s What We Do”, una especie de matrimonio entre “Shine On You Crazy Diamond” y “Welcome to The Machine” (1975).

Los temas, cortos y en su mayoría de menos de tres minutos, transcurren entre efectos atmosféricos producidos por el órgano de Wright y algunas distorsiones provenientes de la guitarra de Gilmour, excepcionalmente producida por Youth (Fireman). Y acá sucede algo que es constante en el disco: un paseo por la historia de Pink Floyd. En “Skins”, Nick Mason nos recuerda el buen uso de los tom-tom como lo hizo en Live At Pompeii, además de contar con referentes a ciertos momentos de Momentary Lapse of Reason. “Anisina” es la evolución del nuevo milenio de la sublime “Us and Them” de 1973. “The Lost Art of Conversation” perfectamente encajaría en una de las cuatro partes de “Sysyphus” de Ummagumma. “Allons-Y (1) parece tomada del último tramo del primer disco de The Wall, con claras referencias a “Young Lust” y “Another Brick in The Wall Pt. 3”. Y si esto no es suficiente para llorar de emoción, antes de terminar la parte tres del álbum, Gilmour y Mason rescataron una joya maravillosa titulada “Autumn ‘68”, improvisación de Wright grabada en el Royal Albert Hall y donde hay un claro guiño al “Summer ’68” de Atom Heart Mother.

“Louder Than Words”, compuesta conjuntamente por Gilmour y su esposa Polly Samson (el único tema cantando de todo el álbum), cierra de forma sublime Endless River, un paseo de 18 canciones y 53 minutos por la historia de Pink Floyd, cuyo capítulo final ha llegado, según lo manifestó hace un par de semanas el guitarrista David Gilmour. El álbum ha sido uno de los más pre-pedidos en Amazon desde las reediciones de The Beatles. Se editó en vinilo doble, disco compacto sencillo y edición de lujo, con 36 minutos de música adicional, un extenso libro con fotos de las sesiones de 1994, un Blu-Ray con material inédito en vídeo. Endless River, un disco clave en la historia del rock, no solo por la relevancia de su música, revive la mística por el arte, nos sacude un poco del mal momento actual de la música y nos deja sonidos para el silencio y la eternidad. 5/5

         

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noviembre
11 / 2014