En Latinoamérica hay un territorio tan estrecho y a la vez tan decisivo que el amanecer pertenece a un océano y el atardecer al otro. Su nombre es Panamá. Este país, con una extensión cercana a los 75.500 kilómetros cuadrados y una población que supera los 4,3 millones de habitantes, ocupa un punto geográfico que ha determinado parte del comercio, la navegación y la cultura del continente. Su forma arqueada, parecida a una S alargada, le permite mirar de frente al océano Pacífico al amanecer y despedir el día sobre las aguas del Atlántico. Foto: Visit Panamá El Canal de Panamá atraviesa esa franja estrecha y cumple una función que el mundo reconoce como una de las mayores proezas de la ingeniería moderna. Las esclusas que conectan los dos mares miden 403 metros de largo y 55 de ancho, y cada barco que pasa por ellas asciende unos 26 metros hasta alcanzar el nivel del Lago Gatún antes de volver a descender hacia el otro océano. De momento han cruzado por allí 13.404 buques, generando ingresos superiores a 5.700 millones de dólares.
Es el tipo de infraestructura transforma la economía de un país y lo convierte en un punto de encuentro entre culturas y rutas globales. Del archipiélago y otros fenómenos naturales Cortesía: Visit Panamá Sin embargo, el interés por Panamá no termina en el canal. Al norte, en las aguas del mar Caribe, se extiende un archipiélago que ha cautivado a viajeros, ambientalistas y estudiosos de las culturas originarias. Se trata de Guna Yala, un territorio autónomo que abarca 2.307 kilómetros cuadrados de superficie terrestre y está habitado por cerca de 32.000 personas. El lugar se organiza en cuatro corregimientos: Narganá, Ailigandí, Tubualá y Puerto Obaldía. En Guna Yala, el número 365 se repite como promesa turística en la que un turista puede visitar cada una en el año. Sin embargo, la realidad es que son un poco menos de 350 islas, de las que solo 80 están habitadas.
Las demás permanecen cubiertas de cocoteros, arena blanca y arrecifes coralinos que forman un ecosistema casi intacto. Foto: Sergio Ochoa y Alfredo Maiquez, del libro Panamá The Country Vea también: Lujo, placer y aventura en Panamá, un destino para redescubrir Por otro lado, los Guna, habitantes ancestrales de esta región, han logrado mantener su idioma, sus leyes y su sistema de gobierno. Su economía se sostiene en la pesca, el comercio artesanal y un turismo que privilegia el contacto respetuoso con la naturaleza. La región combina cifras duras y una belleza que no se puede medir. En Guna Yala el promedio de esperanza de vida ha crecido en las últimas dos décadas, pasando de 68,6 años en 2000 a 73,9 años en 2023.
Las mujeres viven en promedio 77,2 años, mientras que los hombres alcanzan los 70,8. También se conoce que el 12 por ciento de la población tiene menos de cinco años y más de la mitad está entre los quince y los sesenta y cuatro. Prácticamente una comunidad rejuvenecida. Entre montañas y mares en Panamá Foto Miguel Bruna / Unsplash. Panamá se extiende entre montañas que rozan los 3.475 metros sobre el nivel del mar en el Volcán Barú y costas que apenas superan el nivel del mar en Bocas del Toro o en el Golfo de Panamá. Su clima tropical garantiza lluvias intensas en buena parte del año, mientras que los vientos suavizan las temperaturas en la zona caribeña. La selva del Darién, al oriente, funciona como frontera natural con Colombia y como uno de los corredores biológicos más importantes del continente. El conjunto ofrece un panorama de contrastes. En el sur, los puertos del Pacífico como Balboa y Taboga concentran la modernidad del comercio. En el norte, las islas de San Blas muestran la continuidad de una cultura que ha sobrevivido a la presión del turismo masivo. Entre ambas costas el canal articula el tránsito del mundo.



