Lo que los humanos podemos aprender de los osos

Nosotros, los seres humanos, podemos aprender interesantes fórmulas de supervivencia de la vida en la naturaleza.
 
Lo que los humanos podemos aprender de los osos
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Jorge Eliécer Castellanos Moreno

Revista Diners de agosto del 2000. Edición 365

Una de las mayores preocupaciones actuales de los empresarios modernos en esta vertiginosa época de globalización tiene que ver con el eficaz manejo de sus reservas energéticas, económicas y productivas y, de igual manera, con el fortalecimiento interior de su aparato institucional. Cada vez se hace más indispensable para empresas líderes contar con el funcionamiento óptimo de un esquema de gastos operacionales y de una acumulación progresiva de todo género de reservas productivas que les permitan enfrentarse a los desafíos que les impongan futuros días.

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Las compañías no siempre, por importantes que sean, podrán alcanzar los exigentes estándares que la evolución del mercado les demande para sobrevivir con éxito en la reñida competencia. Es decir, para que puedan también obtener victorias cuando sean sorprendidas por cambios bruscos y estacionales de incontenibles lluvias de crisis que, con seguridad, llegarán. Claro está, dentro de este intrépido y mutante escenario del comercio mundial, el temporal aparecerá en el momento menos pensado.

Maneras efectivas para acumular reservas y gastarlas en forma adecuada en épocas de recesión invernal, nos las ofrecen desde milenios atrás los animales que no se dejan arrastrar por las desenfrenadas reacciones que derivan los peligrosos procesos estacionales, en acertadamente, en algunos meses específicos del año logran consumir las justas reservas les permiten acumular lo necesario para sobrevivir a las terribles y asoladoras inclemencias del invierno.

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Los osos convierten sus organismos en una excelente despensa corporativa que los abastece eficazmente mientras hibernan o se pasan medio adormecidos durante la hostil temporada de las impetuosas precipitaciones. En forma previsiva y con rapidez se robustecen los meses del otoño. En los restantes mes en que permanecen despiertos exhiben una formidable imagen corporativa, porque lucen esbeltos y en molde tan perfecto que parece que hubieran adelantado un interesante curso de adelgazamiento.

Nosotros, los seres humanos, podemos aprender interesantes fórmulas de supervivencia de la vida en la naturaleza. Ciertamente, los osos polares nos dan un ejemplo del control real y potencial que ejercen con todas sus reservas, sin tener que acudir a la asesoría de costosos consultores de empresas multinacionales ni mucho menos a milagrosas dietas de adelgazamiento o de austeridad, ya que el proceso para ellos no consiste en pasar hambre por motivos de carácter estético, sino en recuperar y mantener el peso conveniente en el tiempo indicado.

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Todo ello mediante el uso racional de las reservas de grasas para meses futuros, por conducto de una alimentación determinada adecuadamente para los ciclos estacionales.

El proceso es aún más asombroso si entendemos que los osos no están en condiciones de establecer un cálculo teórico de las calorías necesarias para sobrevivir, ni disponen de razón para conocer a ciencia cierta si deben comer más o menos, ni en qué tiempos deben hacerlo. Increíblemente, con liderazgo incomparable y desde tiempos remotos, han llevado a cabo sus tareas en admirable armonía con las estaciones climatológicas.

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Una vez más reconocemos en esta ejemplificación lo impotente que resulta la pura razón en cotejo con el impulso de los instintos. Es indudable que un empresario olvida un buen número de propósitos cuando somete a una industria a un proceso de adelgazamiento institucional que procure al mismo tiempo, guardar reservas para tiempos de crisis futuras pero nuca será claramente despejada la incógnita entorno al motivo por el cual casi siempre triunfa el desespero ocasionado por las vicisitudes temporales contra la razón humana y los procesos de planificación.

Obesidad institucional y corporal

Valga anotar que por mucho tiempo los seres humanos obesos, entre ellos muchos industriales reconocidos, se atormentan prosiguiendo en sus empresas y de manera personal rigurosas dietas, ayunos y cursos intensivos de adelgazamiento institucional o corporal, sin obtener una respuesta concreta para superar en forma definitiva estos problemas. Es más, por lo general siguen al pie estos de la letra un régimen de austeridad y comprometen, por lo menos y sin necesidad, presupuestos de vigencias futuras en el primer caso.

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En la segunda situación, la de las comidas recetadas, no pueden privarse a tiempo y a destiempo de la tentación o ansiedad funesta de beber o comer de manera exagerada cosas que agradan a su paladar, aunque vayan en contra de su peso y en contra del régimen que se han impuesto llevar a feliz término.

Los osos, al contrario, aunque actúan fundamentalmente de manera instintiva, son líderes bastante inteligentes para hacerle el quite a la obesidad- problema que afecta a millones de personas en el planeta, en particular, a los norteamericanos- ya que siempre obtienen buenas respuestas de sus dietas de adelgaza miento. Están equipados de manera natural para que su organismo regule sus reservas energéticas y su apetito con las necesidades que tienen en cada una de las distintas estaciones del año.

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En la primavera y el verano bastan raciones exiguas de pescado, carne o frutas para saciarlos a plenitud. En el otoño demandan cantidades enormes de alimentos, tanto es así que parecen predadores que jamás satisfacen su acuciante hambruna. En noviembre, la necesidad de alimentarse se extingue en el término de pocas semanas, por último, los osos pierden poco a poco su apetito y terminan por dejarse caer sobre las cavernas para soñar plácidamente y así protegerse, sin inmutarse, del pavoroso paso del invierno que cubrirá el panorama circundante. De nuevo, en la primavera los osos volverán a encontrarse delgados, ágiles y devoradores.

Garantizan su supervivencia hasta en el invierno

Es interesante observar también como en la primavera en el verano estos su dos horas, entre las 12.30 y las 14.30 aproximadamente, y a más tardar a las ocho de la noche ya han pegado sus ojos. Jamás se despiertan antes de las seis de la mañana. Es evidente que se la pasan durmiendo la mitad de las veinticuatro horas del día. En septiembre tienen intensas de trabajo en procura de encontrar considerables volúmenes de alimentos que deben almacenar en sus cuerpos y transformarlos en grasas para afrontar con éxito el régimen invernal que se acerca. Esta urgencia los obliga a reducir tiempos de siesta y a recortar sus horas de sueño de doce a ocho horas. Si en la noche alumbra la luna, tienen que pasarla en vela buscando el escaso alimento. De nuevo en noviembre, cuando ya los osos disfrutan de un grosor descomunal y de abundante grasa que recubre sus pieles, el proceso cambia: los osos duermen sin interrupción alguna entre las siete de la noche las diez de la mañana siguiente como paso de preparación y entrenamiento eficiente para ir cayendo en la su envidiable estado de hibernación, época durante la cual sus reservas de grasa garantizarán la supervivencia, sin importar lo implacable de la de clima. Resulta desconcertante el manejo de cada una de las etapas de supervivencia que desarrollan estos poderosos atletas plantígrados. No tienen buena vista. Están provistos de oído y olfato muy desarrollados. Poseen una gruesa capa de grasa bajo la piel, que llega hasta 8 centímetros. Alcanzan un peso de 700 kilos y una estatura de tres metros. Como indiscutibles y aventajados líderes gozan del equipamiento fundamental para superar incluso la peor crueldad climatológica. Si no hubiese un verdadero control de las reservas grasa por parte de los osos, de los tiempos de al alto y sobrealimentación y de las jornadas de alto reducido trabajo para lograr, según la época del año, adecuado abastecimiento alimentario y la sobreacumulación de lípidos, como también para acertar totalmente en el manejo de los períodos de descanso progresivo hasta la completa hibernación, morirían de inanición al comienzo del invierno. Ante esta situación el sueño no sería un tributo a muerte sino su verdugo. Los empresarios de hoy tienen que desarrollar con gran liderazgo su sentido de previsión, para poner en armonía todo tipo de reservas productivas con los incontrovertibles cambios estacionales. Deben actuar siempre con sensatez, planificación y prevención, imitando a los osos, para hacer válido en su totalidad el conjunto acumulado de reservas, con fortaleza y contundencia propias de los líderes, cuando tengan que enfrentar los peligros de las intempestivas, prolongadas y violentas temporadas de crisis... invernales.

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septiembre
19 / 2017