Los dos finalistas colombianos del Panamericano de Parkour hablan sobre los retos de crecer como deportistas en en el país

Pablo Montero Cabrera
El pasado 5 de julio, la Ciudad de Panamá fue sede de la tercera edición del Campeonato Panamericano de Parkour 2025. Allí, los atletas colombianos Carlos Peña y Juan David Betancur se enfrentaron codo a codo por los primeros lugares en la modalidad de speedrun.
La carrera fue de infarto. Ambos atletas estuvieron a la par durante todo el recorrido, hasta que, en el regreso, Juan David tomó la delantera. Sin embargo, un resbalón en el último obstáculo le dio a Carlos la oportunidad de quedarse con el oro. Un primero y segundo lugar que se suman a las otras seis medallas que Colombia conquistó en esta competencia.
En Diners conversamos con los dos finalistas sobre los retos que han enfrentado al crecer como atletas de parkour en Colombia, su experiencia en el torneo intercontinental y sus metas a futuro.
Primer salto: cómo comenzó todo
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Tanto Carlos como Juan David crecieron —y hoy residen— en Medellín, y su incursión en el parkour fue, en gran medida, fruto del azar.
Para Carlos, todo comenzó después del colegio, en una de esas tardes sin tareas en las que los niños inquietos buscan cómo aprovechar el tiempo. Él y su grupo de amigos, inicialmente interesados en kung fu, navegaban por YouTube cuando, por casualidad, dieron con escenas de la película Distrito 13.
En los videos, el protagonista huía de los villanos saltando entre edificios, desplazándose por las estructuras “como si fuera agua”, recuerda Carlos. Las acrobacias del personaje los impresionaron de tal manera que esa misma tarde buscaron más videos y comenzaron a imitar los movimientos, sin saber que, en ese momento, estaban dando sus primeros pasos en el parkour.
Para Juan David, el encuentro ocurrió mientras caminaba por el parque de San Antonio de Prado. Allí vio a un grupo de personas saltando desde muros y se acercó, recordando lo mucho que le gustaba trepar árboles y hacer volteretas. Les preguntó qué era lo que hacían. “Parkour”, le respondieron. En ese momento, ni siquiera sabía qué significaba la palabra, pero sí tenía claro algo: quería intentarlo.
Una camino poco lineal

La trayectoria de Juan David en el parkour no ha sido tan directa como podría imaginarse. Aunque siempre fue un apasionado del deporte —practicó voleibol, fútbol y BMX—, se alejó del parkour durante casi siete años. No fue sino hasta su graduación que se vio obligado a definir un rumbo para su vida. Consideró estudiar música, pero había algo que no podía ignorar: su necesidad de estar en movimiento.
Fue alrededor de 2018 cuando decidió retomar el parkour. Poco después, se enteró de un evento en Medellín llamado Bye Bye. Al llegar, se encontró con más de 200 personas. En ese instante, Juan David lo supo: “este es el lugar en el que quiero estar y fue como la confirmación de que el parkour era el deporte con el que me quería quedar”.
Dos años más tarde, en plena pandemia, se enteró del campeonato nacional, que se realizaría de forma virtual. Aunque al principio dudaba del aspecto competitivo de la disciplina, le atrajo la posibilidad de viajar y conocer en persona a quienes llevaba años siguiendo por internet. Participó y quedó en tercer lugar, clasificando a la competencia internacional en Bulgaria: su primera competición oficial de parkour.
Más adelante en su carrera, conocería a Simón Pineda, un entrenador colombiano que le abrió las puertas para perfeccionar su técnica. Sin embargo, como suele suceder, no siempre hay tiempo ni recursos para entrenar.
No todos los caminos son iguales

El recorrido de Carlos fue distinto. Sin mentores ni espacios adecuados en Colombia, siguió aprendiendo de la comunidad internacional que había descubierto en tutoriales de internet. En esa búsqueda digital incluso se encontró con David Belle, pionero del parkour en Europa y creador de muchos de sus movimientos fundamentales.
Carlos observaba cómo, en otros países, la disciplina seguía creciendo: empresas como Red Bull organizaban pequeños eventos que impulsaban la creación de academias. Mientras tanto, en Colombia, el movimiento parecía estancado.
Pasaron diez años desde que Carlos comenzó a practicar parkour, hasta que la Federación Internacional de Gimnasia mostró interés en la disciplina y empezó a formalizarla. Con ello llegaron los reglamentos, los certificados, nuevas modalidades y una estructura que poco a poco comenzó a consolidarse también en Colombia. Gracias a esto, hasta la fecha se han celebrado cuatro campeonatos nacionales, de los cuales Carlos ha ganado tres.
Con el tiempo, asumió el rol de instructor en la academia Trazar y, más adelante, fundó su propio espacio: Eco Parkour.
Entrenar sin espacios, competir sin apoyo
La falta de academias profesionales de parkour no era el único obstáculo, menciona Carlos. Cuando intentaban entrenar en espacios públicos, la gente los criticaba. “No entendían que era un deporte, que no solo estábamos, entre comillas, arriesgando nuestra vida”.
Carlos y sus compañeros tuvieron que trabajar duro para convencer a entidades como la Liga de Gimnasia y la Federación de Deportes de que apostaran por la disciplina. Sin apoyo ni recursos, el talento nacional no tenía forma de probarse en escenarios internacionales.
Hoy, Carlos se enorgullece de ver que ese trabajo ha dado frutos. Gracias a su desempeño en el Campeonato Mundial de Portugal, donde obtuvo el cuarto puesto, la Federación Internacional lo invitó directamente al siguiente evento mundial. Y al quedar octavo en la competencia de este año en Ámsterdam, logró que el Comité Olímpico de Colombia lo apoyara en su viaje al Campeonato Panamericano.
Sin embargo, estas oportunidades siguen siendo escasas, incluso para atletas de alto nivel.
Trabajando duro dentro y fuera de la pista

Juan David explicó cómo el sistema de clasificación regional le había impedido avanzar a instancias superiores varias veces por los pocos cupos disponibles. Terminó tercero en Antioquia, apenas un segundo por debajo del siguiente lugar, y quedó fuera de la lista. A pesar de tener el cuarto mejor tiempo del país en la modalidad de speedrun, no pudo llegar a la final.
“Aquí en Colombia tenemos a los mejores deportistas de speedrun a nivel mundial, y aún así uno sigue matándose para conseguir recursos”, expresó con frustración.
Vea también: ¡Orgullo nacional! Colombia brilla en el Campeonato Panamericano de Parkour 2025
Contó, además, que para poder asistir al Campeonato Panamericano de este año, tuvo que interrumpir su entrenamiento y trabajar turnos extra. Intentó conseguir apoyo de marcas, organizó rifas y entregas de premios, pero incluso esas estrategias requieren recursos que no siempre están disponibles en el momento.
Compañerismo por encima de la competencia

A pesar de las adversidades, Carlos y Juan David lograron llegar al Campeonato Panamericano, donde comenzaron a avanzar ronda tras ronda, hombro a hombro.
En cualquier otra disciplina, esto podría significar un rival más en el camino. Pero no para ellos, no para la comunidad mundial de parkour. Si algo dejaron claro fue que la camaradería siempre estuvo —y está— por encima de la competencia.
Juan David recordaba cómo, la primera vez que Carlos llegó a la final en una competencia mundial, lloró como si la victoria fuera suya. No sintió envidia, ni pensó “ojalá hubiera sido yo”. Al contrario: verlo en esa instancia lo llenó de orgullo.
Y cuando le tocó estar a su lado en la final del Panamericano, la emoción fue aún mayor. Competir de igual a igual con alguien a quien considera uno de los mejores del mundo fue, para Juan David, un impulso más para seguir adelante.
Carlos también destacó lo que este fenómeno representa a nivel internacional. No se trata de un hecho aislado. Ver a colombianos enfrentarse entre sí en rondas finales se ha vuelto casi una tradición no escrita. El Campeonato Sudamericano a principios de este año, así como las ediciones anteriores del Panamericano, son prueba de ello.
Cuando se encuentran con un compatriota, “por un lado nos da risa, pero por el otro nos sentimos muy orgullosos. Se siente bien que el nombre de Colombia esté en boca de otros países”, afirmó Carlos.
Mucho más que un deporte

Para muchos, el parkour aún parece una locura: gente saltando de edificios, haciendo maniobras en el aire y llevando su cuerpo al límite. Pero para Carlos y Juan David, es mucho más que un deporte: es una filosofía de vida.
Para Carlos, el parkour le ha dado hermandad, seguridad y confianza. Le ha enseñado a abrir la mente y a adoptar una mentalidad resiliente: “No tengo obstáculos, yo puedo superarlos. No hay problemas, yo tengo las herramientas para enfrentar cada situación que la vida me lance.”
Juan David, por su parte, habla desde tres principios fundamentales: “ser y durar, ser fuerte para ser útil, y no hacer daño”. Para él, el parkour va más allá del desarrollo físico: es una forma de crecimiento humano. Ve en la disciplina una manera de activar su poder interior para construir algo positivo: en sí mismo, en su entorno, en las personas que lo rodean y en su comunidad.
Metas a futuro
Mientras Carlos se prepara para el evento más importante de su carrera —los Juegos Mundiales de China— y Juan David se alista para cualquier Copa Mundial que llegue el próximo año, ambos tienen metas que van más allá del reconocimiento individual.
“Primero que nada, quiero dejar en alto mi bandera a nivel internacional”, proclama Carlos, con la esperanza de dar mayor visibilidad al deporte, atraer más apoyos, sumar empresas aliadas y expandir sus proyectos más allá de sus participaciones en competencia.
Por su parte, Juan David sueña con que el parkour llegue algún día a los Juegos Olímpicos. “El proceso es complicado, pero tampoco es imposible”, dice, convencido de que el esfuerzo colectivo puede abrir ese camino.