Valor sentimental, la película que conquistó el Festival de Cine de Cannes

Valor sentimental es la película dirigida por Joachim Trier que emocionó al legendario festival de cine francés y confirmó al noruego como un autor esencial del cine europeo. Diners conversó con él y los actores del elenco principal.
 
Valor sentimental, la película que conquistó el Festival de Cine de Cannes
Foto: Laurent Hou | Hans Lucas | AFP / De izquierda a derecha: Elle Fanning, Inga Isdotter Lilleaas, Joachim Trier, Renate Reinsve y Stellan Skarsgård en el Festival de Cine de Cannes.
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Mario Amaya

En un festival donde lo espectacular suele competir con lo trascendental, Joachim Trier se llevó los aplausos más sinceros con una película que no busca deslumbrar, sino acariciar (y romper) el corazón. Valor sentimental —que se fue de Cannes con el Gran Premio del Jurado y una ovación de diecinueve minutos— es puro cine emocional, construido con silencios, miradas, heridas familiares y una sensibilidad que el director noruego ha convertido en su firma.

Es una historia de drama, cine y secretos. La premisa parece sencilla: Gustav Borg (Stellan Skarsgård), un director de cine legendario, reaparece en la vida de sus hijas Nora (Renate Reinsve) y Agnes (Inga Ibsdotter Lilleaas) después de la muerte de su esposa. El reencuentro se produce con una propuesta incómoda: Gustav quiere que Nora interprete a su madre en su próxima película, basada en la historia de su vida durante la Segunda Guerra Mundial.

Nora, actriz de teatro y un volcán emocional contenido, se niega. Entonces Gustav le ofrece el papel a una actriz de Hollywood, la joven y luminosa Rachel Kemp (Elle Fanning). Lo que sigue es una colisión emocional de proporciones íntimas: un padre que intenta redimirse por medio del arte, hijas que no saben cómo perdonar y una cámara que lo observa todo sin juicio, pero con mucha compasión.

El arte como espejo y bisturí

Valor Sentimental
Foto: Cortesía de Christian Belgaux / Joachim Trier.

Trier, un cronista del alma moderna en esta ocasión, hace de Valor sentimental una película extraordinaria, no tanto por su historia, sino por cómo la cuenta. En manos de otro, esto habría sido un drama convencional, pero el director noruego se mueve con la precisión de un poeta. Usa el cine como espejo, pero también como bisturí. Nos habla del ego creativo, de las cuentas pendientes entre padres e hijos, del peso de los recuerdos que no se dicen.

Así, Trier hace una exploración emocional sobre la paternidad, la representación, la distancia, y también sobre esa necesidad —casi biológica— que tiene el arte de llenar los vacíos que deja la vida. “Queríamos rodar una película sobre el cine, la familia y una casa. Pero todo partió de una idea muy sencilla: dos hermanas y un padre ausente. El resto creció a su alrededor”, explicó el cineasta en Cannes tras la exhibición de su obra al público.

Y sí, hay momentos visuales que parecen salidos de un sueño escandinavo, con planos helados de Oslo, interiores bañados en una luz tenue que parece pensada para el duelo emocional y una dirección de arte en la que se mezcla lo doméstico con lo eterno.

Renate Reinsve y decir todo sin decir nada

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Foto: Cortesía de MUBI | Mer Film y Eye Eye Picture / Renate Reinsve y Inga Ibsdotter Lilleaas.

En cuanto al elenco, cabe anotar que, desde su actuación en La peor persona del mundo, Renate Reinsve demostró ser una actriz capaz de decirlo todo sin decir nada. Aquí, como Nora, encarna a una mujer dividida entre el rencor y el amor, entre la lealtad a sus recuerdos y el deseo de mirar hacia adelante.

El vínculo entre Joachim Trier y Renate Reinsve ya es uno de los más fértiles del cine europeo actual. De hecho, es su tercera colaboración y, sin duda, es la más madura. Lo que comenzó con una línea en Oslo, 31 de agosto evolucionó hasta convertirla en la protagonista de La peor persona del mundo y ahora, en Nora, una mujer fracturada por la historia de su padre. Una Nora vulnerable, orgullosa, rota. Y cuando se quiebra, lo sentimos como un golpe seco en el pecho.

Reinsve habló de una evolución íntima como actriz dentro del universo del cineasta: “Trabajé con Joachim por primera vez en Oslo, 31 de agosto, en la que solo tenía una línea: ‘Vamos a la fiesta’. Pero ya en ese set sentí algo especial. Es un director que crea una atmósfera única, donde las cosas reales pueden surgir. Para que algo auténtico ocurra en pantalla, hace falta muchísimo trabajo invisible. Joachim lo consigue con una mezcla de humanidad y dirección impecable”.

Su admiración por el director de 51 años de edad, nacido en Dinamarca y con ciudadanía noruega, es evidente. “Lo que hace único a Joachim es la atmósfera que crea. Uno siente que todo es real, que los momentos aparecen solos, como si siempre hubieran estado ahí. Eso no sucede en todos los rodajes. Tiene una enorme comprensión de la psicología humana, y junto con Eskil, escriben con una compasión profunda por los personajes. Ese espacio de libertad emocional es rarísimo. No hay nadie como él”, dijo Reinsve, visiblemente emocionada por la excelente recepción del filme en Cannes.

Su interpretación es intensa, contenida, áspera en su ternura. Nora no busca perdonar, pero tampoco puede soltar. Reinsve logra ese milagro de los grandes actores: decir todo sin decir nada.

Elle Fanning y estar presente en la actuación

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Foto: Cortesía de MUBI | Mer Film y Eye Eye Picture / Stellan Skarsgård y Elle Fanning.

Elle Fanning, por su parte, se mostró emocionada desde que leyó el guion. “Fue uno de esos guiones que lees de un tirón. Rara vez, uno encuentra historias tan matizadas, tan humanas”, comentó a Diners. “Cuando conocí a Joachim en forma virtual, vía Zoom, estaba a punto de viajar a Nueva Zelanda para filmar una superproducción, pero me escapé antes a Oslo para ensayar con él. Fue increíble: ensayábamos escenas dentro de escenas, con libretos reales y ficticios en la mano. Trabajar así te obliga a estar presente, a descubrirte. Me sentí completamente viva”, cuenta.

Así pasó semanas en ensayos dentro de la casa donde transcurre la historia, explorando el personaje. “Era un universo dentro del universo. Tenía mi guion real y el de utilería en la misma mesa, marcados de manera distinta. Era como actuar desde dentro del acto mismo, algo fascinante”, agregó.

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De ese modo, Fanning aporta un aire de frescura y desconcierto al núcleo familiar. En un papel más secundario, pero esencial, le da el punto exacto de juventud, ambición e ingenuidad a esta historia sobre las herencias (no siempre gratas) del arte. Rachel es una actriz dentro de la ficción y una especie de catalizadora emocional, una testigo que se ve atrapada en el guion y en la vida real de su director.

“Había soñado con trabajar con Joachim desde que vi La peor persona del mundo. Cuando recibí el guion, lo leí de una sentada. Era tan conmovedor, tan distinto de todo lo que llega a Hollywood, que supe que tenía que ser parte de esto. Trabajar con él fue como descubrir cosas en mí que no sabía que estaban ahí. Me sorprendía cada día”, contó Fanning sobre el proceso creativo.

Stellan Skarsgård y actuar entre líneas

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Foto: Cortesía de MUBI | Mer Film y Eye Eye Picture / Stellan Skarsgård y Renate Reinsve.

Stellan Skarsgård, por su parte, interpreta al padre como si supiera que está en su última oportunidad de redención. Skarsgård, monumental en su papel, aporta una densidad emocional que se siente sin necesidad de pronunciarse. Su actuación es puro subtexto. “Si quieres ser realmente bueno, tienes que actuar entre líneas”, dijo el intérprete sueco. “No importa tanto qué líneas escriban, sino cómo te miran, cómo esperan que algo suceda dentro de ti. No soy un actor que se prepara demasiado. Creo en lo que sucede frente a la cámara. Lo irrepetible. Esa irracionalidad es la vida misma”.

Skarsgård encuentra en Trier un director que le permite hacer ese tipo de trabajo. “Con Joachim sucede todo el tiempo. Él te ve. Sientes que te ve de verdad. Y cuando eso pasa, te sientes seguro. No es un momento específico de revelación, sino un proceso constante, una maravilla continua. Convertir una imagen bidimensional en algo vivo requiere, paradójicamente, una entrega irracional”, aseguró.

El actor sueco de 73 años, que ha trabajado con directores de la talla de Lars von Trier, encontró en Joachim una sensibilidad particular. “Tiene la capacidad de escuchar desde la cámara, de dar espacio, de generar lo que llamo la alquimia invisible entre actor y lente”, explicó.

Cuando el cine reemplaza a las palabras

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Foto: Cortesía de MUBI | Mer Film y Eye Eye Picture / Renate Reinsve y Inga Ibsdotter Lilleaas.

Como en los mejores trabajos de Trier y Vogt, Valor sentimental se mueve en la frontera entre lo explícito y lo implícito. Nada es subrayado. Todo se insinúa con un dolor elegante, si se permite la analogía. La película no se construye en diálogos reveladores, sino en ausencias: lo que se quiso decir y lo que no se dijo a tiempo.

“Queríamos hablar sobre la dificultad de comunicarse en familia, sobre cómo muchas veces lo más importante no se expresa directamente. El arte se puede convertir en un lenguaje alternativo para decir lo que no podemos verbalizar”, manifestó Trier.

La casa, omnipresente, funciona como símbolo emocional, como herencia arquitectónica y sentimental. Trier confesó que se inspiró en la casa de su infancia, vendida durante el proceso de escritura.

“La casa nos dio la posibilidad de hablar del tiempo, de lo que dejamos atrás, de cómo ciertos lugares nos moldean sin que lo notemos. Es una forma de expresar esa conexión invisible con generaciones pasadas. No queríamos hacer un drama de salón; queríamos jugar con el cine y expandir el concepto de memoria visual”, concluyó el director.

El arte como reconciliación

Tal vez lo más poderoso de Valor sentimental es su honestidad. No busca aleccionar ni forzar el llanto: simplemente, observa. En su centro hay una pregunta que nos alcanza a todos: ¿cuánto de nuestra identidad está hecha de cosas que nunca se dijeron? El coguionista Eskil Vogt lo resumió con precisión: “Nos preguntamos quiénes éramos hoy. Queríamos hacer una película sobre el paso del tiempo, la reconciliación, la familia. Cuando surgió el personaje del padre, entendimos que era también sobre crecer, aceptar y mirar con otros ojos a quienes nos formaron, incluso si nos lastimaron”.

Ese gesto de reconciliación, tan íntimo como universal, es el verdadero motor de esta obra, maestra y discreta a la vez. Valor sentimental no grita. Susurra. Pero una vez que entra, no se va.

En esta película, también, Trier no solo retrata la historia de un director filmando una película sobre su pasado, sino que además nos enfrenta a la eterna pregunta de cuánto se puede —y se debe— usar el arte como catarsis personal. ¿Quién tiene derecho a contar una historia familiar? ¿Hasta dónde llega la autoría cuando lo que está en juego son emociones ajenas? El resultado es una película tan elegante como dolorosa, tan cerebral como visceral. Y lo mejor: no necesita gritar para dejar una fuerte impresión.

Rodada entre Noruega y Alemania, Valor sentimental llegará a salas de cine este segundo semestre, con los derechos de distribución para MUBI en América Latina. Y si bien no será una de esas superproducciones que Hollywood acostumbra hacer, será una de esas películas que no se olvidan. No porque sea perfecta, sino porque se siente honesta, como una carta no enviada que finalmente se leyó.

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julio
15 / 2025