¿Por qué visitar Sutatenza, el municipio nominado a los Best Tourism Village de la ONU de Turismo?

El municipio boyacense cuenta con una historia de ondas radiales, educación y paisajes de contemplación. Descubra el misterio de este municipio de 5.000 habitantes.
 
¿Por qué visitar Sutatenza, el municipio nominado a los Best Tourism Village de la ONU de Turismo?
Foto: Víctor J. Peralta C./ Google Fotos
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Revista Diners

Lo que hoy llamamos Sutatenza, antes de que las huellas españolas arrasaran el silencio de los dioses muiscas, se conocía como “la bajada a la casa del cacique” o “detrás del boquerón”, por su cercanía a la mítica laguna de Guatavita. A 125 kilómetros de Bogotá, atravesando peajes y valles que se abren como libros viejos, Sutatenza espera quieto y paciente, en el corazón del Valle de Tenza.

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No sorprende que este pueblo esté nominado a los Best Tourism Village de la ONU Turismo. Aquí se gestó el primer gran experimento de educación masiva en Colombia: Radio Sutatenza, una epopeya educativa que enseñó a leer, escribir y soñar a miles de campesinos en los rincones más recónditos del país. Fue el corazón sonoro de una revolución silenciosa, donde la palabra era más fuerte que cualquier bala.

A pesar de su relevancia histórica, pocos turistas se aventuran a internarse en sus entrañas. Y sin embargo, Sutatenza ofrece joyas ocultas: historias que se cuentan al calor del fogón, ritmos que se filtran en guitarras campesinas y un orgullo que crece con la fuerza de las matas de yuca en las laderas.

El corazón del pueblo de Sutatenza

Al llegar, el visitante se encuentra con una plaza que parece recitar poemas al amanecer. Un monumento rinde homenaje al agricultor, ese personaje anónimo que cultiva los sueños en la tierra. A un lado se yergue la iglesia de San Bartolomé, construida en ladrillo y abrazada por montañas que se pierden en un horizonte que, en días claros, se extiende hasta los llanos orientales.

Aunque no hay placa que precise su origen, el primer libro de bautismos data de 1619, un susurro antiguo que sigue latiendo en los rezos de las abuelas.

Museo Radio Sutatenza: la voz que educó a un país

Después de saborear el silencio de la plaza, el Museo Radio Sutatenza se convierte en una parada obligada. Este museo rinde homenaje al monseñor José Joaquín Salcedo Guarín, el sacerdote que soñó con alfabetizar al campo usando ondas hertzianas. Dentro, se respira un ambiente de otra época: viejas consolas, fotografías amarillentas, documentos manuscritos y grabaciones que aún hoy parecen murmurar consejos sobre salud, agricultura y ciudadanía.

Radio Sutatenza comenzó en 1947 y se expandió a través de la Acción Cultural Popular (ACPO), llegando a casi un millón de oyentes campesinos. Fue un milagro radial que convirtió a los arrieros en lectores, a las amas de casa en matemáticas espontáneas, a los niños en ciudadanos críticos. Esa semilla sigue viva en el alma de sus 5.000 habitantes, orgullosos guardianes de una herencia que trascendió las montañas.

Dormir con el alma tranquila

Para quien desea quedarse y sentir el pulso nocturno de Sutatenza, **La Puerta del Sol** ofrece un refugio donde la noche parece cantar. Ubicado cerca del páramo, este hospedaje propone una experiencia íntima con la naturaleza: amaneceres de luz líquida y atardeceres donde el cielo se disuelve en tonos malva y fuego.

La arquitectura, discreta y armónica, se mimetiza con el paisaje: habitaciones sencillas pero cálidas, con olor a madera fresca y vistas que invitan a la contemplación. Allí, el viajero encuentra el silencio profundo que la ciudad olvida: un silencio que cura, que limpia la mirada y el corazón.

Sabores que cuentan historias

Sutatenza no presume de una gran oferta gastronómica, pero en sus fogones se cuecen tesoros. Asadero Casetabla y Komer Look son templos culinarios donde el pollo criollo asado al carbón y la carne seca artesanal cuentan historias en cada bocado. El sabor ahumado recuerda la infancia, la leña crepitando y los almuerzos que se prolongan en el tiempo.

Ambos lugares ofrecen un ambiente campestre, con mesas de madera, ollas que rezuman guisos y una atención donde el comensal es tratado como un viejo amigo que regresa. Aquí, más que comer, se celebra la vida.

         

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julio
8 / 2025