Disney lo intenta de nuevo con Lilo y Stitch, la más reciente adaptación Live Action del estudio

DANIEL ALEJANDRO PÁEZ
Lilo y Stitch llegó a los cines colombianos como la más reciente apuesta de Disney por revitalizar sus clásicos animados a través del formato live action. En esta ocasión, reimaginando uno de los títulos más entrañables de su catálogo moderno.
La dirección está a cargo de Dean Fleischer Camp, conocido por su trabajo en Marcel the Shell with Shoes On, una cinta de estilo independiente que fue nominada al Óscar a Mejor Película Animada en 2023. Aclamada tanto por la crítica como por el público, esta película le valió reconocimiento por su sensibilidad narrativa y estilo visual únicos, lo que elevó las expectativas frente a su incursión en el universo de Lilo y Stitch.
Además, el personaje de Stitch no es cualquier caricatura de Disney: su película original, estrenada en 2002, marcó el inicio de una nueva etapa creativa para el estudio en la era post renacimiento, consolidando una estética más contemporánea y multicultural que resonó con las audiencias por mucho tiempo. Esa combinación de nostalgia y frescura es lo que precisamente ha generado gran expectativa en torno a su adaptación.
Diners estuvo en su premiere, y hoy le traemos una reseña sin spoilers para que usted conozca más sobre esta cinta, lo que hay detrás de ella, y por supuesto, que decida si desea verla en la gran pantalla.
¡Un live action de Disney!… Otra vez.

Este tipo de películas tiene dos caras que se deben comprender: la primera, como un producto dirigido a toda la familia, lo que en realidad significa que está enfocado en los niños; la segunda, como un llamado a la nostalgia de aquellos pequeños del 2000 o antes, que hoy ya son adultos jóvenes. En ese orden de ideas, puede resultar complicado tratar de satisfacer a ambos públicos, porque, si bien deben adaptarse a las dinámicas sociales actuales, al final son los padres quienes pagan el boleto del cine, y por tanto, deben tolerar el producto.
Pareciera que esa es la lección que aprendió Disney tras el fracaso financiero y de crítica que significó Blanca Nieves (2025), un filme que no solo reinterpretó la película original del estudio, sino que también se vio envuelto en numerosas polémicas que dejaron a pocos indiferentes. Esta vez, el estudio apostó por algo más sencillo: que la película se vea bien.

Porque sí, fuera de unos cuantos detalles alterados —de los cuales hablaremos más adelante—, la historia sigue siendo la misma. Lilo es una niña de preescolar rechazada por otras niñas de su edad, ya que parece no encajar. Su actitud es, por momentos, problemática y conflictiva. Pero esto tiene que ver con el hecho de que ha perdido a su familia, y su hermana, Nani, hace lo posible por sostener su hogar. En ese contexto, Lilo conoce al experimento fallido del espacio 626, al que llama Stitch pensando que se trata de un perrito. Ambos forman una bonita amistad que rápidamente se convierte en hermandad. En última instancia, aprende el verdadero significado de ohana.
Sería falso decir que esta adaptación no tiene corazón. En ocasiones se vuelve tan conmovedora que los más sensibles derramarán una lágrima, no porque recuerden la cinta original, sino porque realmente hay una presencia en pantalla que nos hace sentir identificados, afligidos, aliviados o, de nuevo, conmovidos. Parece que los guionistas entendieron que el guion original ya era bastante bueno, por lo que, a diferencia de otras adaptaciones recientes del estudio, esta película no llega como una corrección o redención. Simplemente es una modernización.
Ohana significa familia, y así es esta familia

Un elemento icónico de la cinta animada es la propia Lilo, quien, al ser animada, podía expresar una gran gama de emociones en diversas situaciones y hacerlo bien. Afortunadamente, la pequeña Maia Kealoha fue la actriz perfecta para darle vida a este personaje, pues su desempeño en pantalla es impecable. La joven actriz transita con naturalidad de la furia a la ternura, de la melancolía a la alegría, y en todo momento se siente que estamos viendo realmente a Lilo. Esa versatilidad es difícil de encontrar en un niño actor, por lo que posiblemente estemos presenciando el nacimiento de una nueva estrella.
Algo similar ocurre con Nani, interpretada por Sydney Agudong. La actriz logra transmitir con acierto el agobio que implica lidiar con responsabilidades mientras los sueños comienzan a desvanecerse. Pero también proyecta ese amor incondicional que se puede sentir por la familia, por los hijos o por un hermano menor.

Esta dupla es la magia de la película, el verdadero significado de que la familia nunca te abandona. Pero, claro, para completar esa frase falta un último componente: Stitch. El travieso alienígena da el salto del 2D a un CGI como pocos hemos visto en años recientes. Más allá de lucir realista, esta versión es encantadora, tierna, y peluda al punto de provocar abrazos. Es un personaje que genera un “aww” con solo verlo, incluso cuando está destrozando la casa o incendiando las mesas de un restaurante.
Disney acertó con el diseño de sus personajes, y eso se puede decir incluso de los más secundarios, como David, Cobra Bubbles, Jumba o Pleakley. Este último es el personaje más gracioso de la película, tanto que por momentos parece desaprovechado, y uno queda con ganas de ver más de la interpretación de Billy Magnussen.
Original vs live action: ¿cuál es mejor?

Hay una escena, hacia el final de la película, donde Nani se enfrenta al oficial Cobra Bubbles, quien prioriza la captura de Stitch por encima de todo. Entonces él le dice: “Mi deber es proteger este país”, a lo que Nani responde: “¿Y quién nos protege a nosotros?”. Esta línea, aunque simple, ofrece un pequeño vistazo a la identidad hawaiana que sustenta la película, una crítica sutil a la idea de que la isla no puede ser solo un destino turístico para luego ser olvidado.
Existen otros detalles similares a lo largo del filme, que le dan a esta adaptación una narrativa oculta y un motivo distinto para ser vista. Es una capa de sentido lo suficientemente sutil para no incomodar a la audiencia, pero con mensajes que no están de más.
Además, se incorporan personajes nuevos como Tutu, una vecina que actúa como voz de la razón para los demás, y que termina cobrando una importancia sin la cual el filme perdería coherencia. También hay ausencias notables, como la de Bantu, el antagonista de la historia original, reemplazado para agilizar la trama y centrarse en un conflicto más claro. Para un espectador nuevo, Bantu no es necesario; para un fanático de la original, su ausencia resulta una decisión extraña que le resta algo de identidad.
Por eso, esta película puede entenderse como un balance. Algunas escenas están calcadas de la animación, idénticas incluso en el manejo de cámara. Pero hay otras que suponen que el espectador ya conoce el contexto, como si dieran por hecho que todos han visto la cinta animada. Por ejemplo, las menciones a Elvis Presley brillan por su ausencia, aunque su música aparece esporádicamente; el álbum familiar y los recuerdos se limitan a una sola escena; y la relación entre Lilo y Stitch elimina por completo los conflictos, quedándose solo en las buenas intenciones.
Por eso, es justo decir que la original es, y seguirá siendo, la mejor de ambas: la que más profundiza en sus personajes, la que los enfrenta con mayor fuerza a las adversidades y la que mejor muestra cómo superarlas con amor y respeto familiar.
No obstante, eso no significa que esta nueva versión no sea valiosa. De nuevo, se nota el corazón, el detalle, el cariño. Es una película altamente recomendable para pasar un buen rato, disfrutar en familia y, por supuesto, tomarse muchas fotos con los nuevos peluches del alien azul. Es, además, y por mucho, la mejor adaptación de las películas clásicas de Disney. Esperamos que esta calidad se mantenga en sus próximas entregas.