Montes de María: el arte, la tradición y la esperanza de un territorio que resurge

Recorrimos los Montes de María por el lado de Sucre, nos encontramos con la historia de un tejedor de hamacas, del pito atravesa y de un ecohotel espectacular.
 
Montes de María: el arte, la tradición y la esperanza de un territorio que resurge
Foto: Camilo Medina Noy
POR: 
Simón Granja Matias

Tierra de poetas, músicos y artesanos. Son personas resilientes que no olvidan la historia de conflicto del territorio, pero que apuestan por su cultura y su riqueza natural para tener un mejor futuro.

Atravesando los Montes de María

En una esquina de Morroa hay una casa colorida. Es la casa de un artista. Tiene figuras geométricas pintadas de muchos colores, y abajo una mujer y un hombre bailan la cumbia; al lado hay unas tamboras, y subido en una colina está un maestro pitero.

PUBLICIDAD

Aquí vive don Julio Enrique Sampayo Salcedo. “Prácticamente, he dedicado toda mi vida al arte. Yo diría que desde la panza de mi madre, porque ella, mientras me tenía allá, tejía”, dice.

No ha sido fácil dedicar su vida al arte. “Si yo pudiera, no haría más que pintar, pintar y pintar”, confiesa el maestro Sampayo. Y como testimonio de esa pasión están todos los cuadros que lo rodean. Su estilo preferido es el arte abstracto, inspirado en la naturaleza y en materiales como la caña fleha, el mismo que se utiliza para elaborar el sombrero vueltiao.

PUBLICIDAD

Sin embargo, pintar no siempre alcanza para vivir, así que también se dedica a hacer hamacas con técnicas que pocos conservan, utilizando tintes naturales extraídos de elementos como la corteza del árbol mora o la planta medicinal singamochila, capaz de generar hasta ocho colores.

Foto Camilo Medina Noy

En tiempos de guerra, cuando los Montes de María vivieron el desplazamiento masivo de campesinos en los años noventa y principios de la década de los dos mil, el pueblo experimentó un auge de las artesanías. Muchos de los recién llegados traían consigo ese conocimiento, y la necesidad de sobrevivir lo convirtió en un medio de vida. “Esa idea de que tejer es cosa de mujeres se olvidó, y uno veía tejer a todo el mundo”, recuerda Sampayo, quien comenzó a Hacer hamacas junto con un grupo de personas. El tejido que utiliza el maestro Sampayo —y en general Morroa entera— es la historia de todo un pueblo; esta técnica, específicamente, la heredaron de los pueblos originarios zenú que habitaron en este territorio. Si se les pregunta a las personas del lugar, la memoria no llega más allá de decir que su abuela le enseñó a su mamá el arte de la tejeduría en telar de Morroa. “Desde siempre se han hecho hamacas acá”, afirman.

PUBLICIDAD

La hamaca macorina y la hamaca de lampazos están en peligro de extinción por todo el trabajo que implica tejerlas. Sin embargo, el maestro persiste, dice que se agacha y se levanta más de mil veces para lograr el tejido perfecto, y eso es solo una parte, el ejercicio físico, que no es mayor que el mental, pues como él mismo asegura, tejer una hamaca es un ejercicio matemático.

Mientras Sampayo da vida a los colores con las manos, otro maestro, Rober José López, de 53 años, está sentado en una mecedora cercana; de repente, saca de su mochila una pequeña flauta, conocida como pito atravesao, y comienza a entonar con destreza unas notas agudas que, casi de inmediato, se transforman en los compases de un himno nacional: La pollera colorá.

PUBLICIDAD

“Mire, es tocayo mío”, dice Rober Sarmiento, guía en este recorrido por Montes de María y gerente de Sunset Travel, la agencia de viajes que él mismo fundó y con la que se dedica a promover el turismo responsable y comunitario, especialmente en el departamento de Sucre. “Cuando estoy estresado, toco este instrumento y me relajo”, señala el maestro y empieza a tocar. López no es de muchas palabras, es más bien de sonidos, pues cada vez que se le pregunta sobre algo responde entonando una canción.

Este instrumento singular tiene sus raíces en los indígenas zenú que habitaban en estas tierras. Fue aquí, además, donde llegaron los esclavos africanos para trabajar en minas, acompañados de sus tambores. Con el tiempo, esos tambores se encontraron con los instrumentos de viento indígenas y dieron origen a gran parte de las músicas que hoy resuenan en el Caribe colombiano.

PUBLICIDAD
Foto Camilo Medina Noy

En medio de la carretera, Sarmiento da un giro y dice: “Vamos a almorzar. Se van a sorprender”. Y se detiene en el restaurante Sancocho Bacano. “Cuando se llega a Sucre, se tiene que comer mote de queso”, sostiene. Pronto nos sirven esta sopa, acompañada de un seco de arroz con coco, patacón y chicharrón, y para el calor, jugo de corozo. Una bienvenida perfecta.

(Le puede interesar: Quibdó: la ruta gastronómica y cultural en el corazón del Chocó)

La señora de las piedras y la del ecohotel

Montes de María es una subregión que abarca parte de los departamentos de Córdoba y Sucre, reconocida por su larga tradición agrícola y ganadera. Este territorio, que conecta buena parte del país con la costa caribe, fue durante décadas escenario de disputa entre varios grupos armados, los cuales convirtieron su cadena montañosa de baja altitud en un lugar marcado por la violencia. Sin embargo, hoy se respira un aire distinto, y la esperanza ha comenzado a florecer.

PUBLICIDAD

Uno de los tantos pueblos que sufrieron la violencia es Tolú Viejo. Allí, junto a la plaza central, se encuentra la Casa Museo Tolúa, un espacio histórico y cultural liderado por Mayerly Colón. Este museo alberga una colección diversa de objetos que relatan la historia del territorio, incluyendo piedras, fósiles y artesanías de los pueblos originarios. Cada pieza ha sido donada por visitantes, lo que convierte al museo en un reflejo de la memoria colectiva.

“Este es un espacio para todos, para la comunidad. Aquí vienen estudiantes, turistas y habitantes locales a aprender sobre la historia de esta tierra”, dice Colón con orgullo.

PUBLICIDAD

A pocos kilómetros de allí, se encuentra el Ecohotel El Limonar. Un sueño hecho realidad de forma póstuma, pues el padre de Claudia Juliana Restrepo Hernández siempre soñó con crear un espacio respetuoso con la naturaleza en esta finca ganadera. Lamentablemente, él no pudo verlo cumplido, ya que fue una víctima más de la guerra en este territorio.

“Él debe estar muy orgulloso. Mi papito amaba este lugar. Siempre que veníamos al río nos decía que nunca debíamos tumbar estos árboles. Nos enseñó a cuidar la naturaleza”, cuenta Restrepo, abrazada por un majestuoso árbol ancestral. “El resurgir de los Montes de María ha sido espectacular. Estamos apostando por el turismo regenerativo, no queremos más guerra”, dice Restrepo. Luego se detiene y comienza a cantar:

Se oye un eco en la montaña, la brisa en el balcón.
Cantando hoy esta canción, canta la paz del corazón.

(…)
Ya no conspiran con terror contra la fuerza del amor.
Ese es el secreto que canto yo, corre vida por la tierra,
corren los ríos del amor, en las montañas enteras
fluyen la vida y el amor.

“Esas palabras nacieron de un proceso de resiliencia para reencontrarme con este territorio”, explica esta mujer mientras el árbol la rodea con su abrazo protector, como lo hacía su padre. Allí, bajo su sombra, sonríe a esta tierra que fue testigo de su dolor, pero que ahora acoge su esperanza.

         

INSCRÍBASE AL NEWSLETTER

TODA LA EXPERIENCIA DINERS EN SU EMAIL
enero
2 / 2025