Dicen por ahí que las fiestas de diciembre comienzan desde antes de que este mes siquiera llegue, así que los hogares se van decorando con ese ambiente festivo que nos invita a celebrar y, por qué no, compartir unas cuantas copas con la familia en el año nuevo. En medio de esa secuencia anual, aparece una pregunta irresistible que atraviesa generaciones y estilos de vida: qué se puede hacer para evitar ese malestar tan particular que nos deja la resaca, o como la llamamos de este lado del charco, el guayabo. En un mercado saturado de productos, promesas y teorías que circulan en redes, va siendo hora de explicar realmente lo que ocurre dentro del organismo, así como los intentos científicos por descifrar lo que sucede después del brindis. Por eso, en Diners exploramos a profundidad este problema con el fin de contarle las verdades, los mitos, y lo que usted puede hacer para lidiar con el guayabo.

Pero ¿Qué origina el guayabo?
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Una noche de celebración con tragos genera una serie de procesos internos en los que el hígado trabaja con intensidad para transformar el etanol en acetaldehído, una sustancia que desencadena sensaciones fuertes en la cabeza, el estómago y la piel. Del mismo modo, la deshidratación avanza con rapidez debido a la acción de la vasopresina, hormona cuya actividad se altera con el alcohol y que impulsa al organismo a expulsar líquidos de manera acelerada.
A esta cadena se suman elementos presentes en licores oscuros llamados congéneres, compuestos que surgen durante la fermentación y que se concentran en destilados como whisky, brandy o ron añejo, por poner algunos ejemplos. El metanol amplifica este conjunto de sensaciones, ya que su metabolismo produce formaldehído y ácido fórmico, sustancias que generan un ambiente interno aún más agitado, un terreno ideal para despertar dolor en la cabeza y una mezcla incómoda de cansancio y sensibilidad que se extiende durante varias horas.
Al mismo tiempo, el resto del sistema reacciona a esa tormenta química con inflamación, alteraciones en neurotransmisores y señales intensas desde el sistema digestivo. ¿Le suena esta descripción? Posiblemente ya lo haya sentido antes, pero ahora la pregunta es: ¿se puede evitar?
Lo que ha encontrado la ciencia
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En los últimos años han surgido suplementos, nootrópicos y probióticos que prometen transformar la relación entre el cuerpo y el trago. Propuestas que incluyen extractos vegetales, bacterias modificadas para secretar enzimas y fórmulas con vitaminas dirigidas a metabolizar con mayor velocidad los subproductos del alcohol.

Sin embargo, un análisis extenso con veintiún estudios sobre remedios para el guayabo publicado por The Economist destaca que solo siete alternativas ofrecen indicios estadísticos favorables, con extracto de clavo, ácido tolfenámico y piridinol dentro de ese grupo que despierta interés para futuras evaluaciones, aunque el conjunto completo mantiene perfiles de tolerabilidad adecuados.
De hecho, el neuropsicofarmacólogo David Nutt, desde Imperial College London, expone en el mismo artículo que toda intervención dirigida a tratar este malestar requiere estándares clínicos rigurosos, un desafío gigantesco que implica inversiones cercanas a cientos de millones de dólares y un proceso que desemboca en productos distribuidos bajo prescripción médica, un formato que difícilmente podrá usar la mayoría de interesados.
Este panorama científico genera un terreno en el que la investigación avanza con paso lento, ya que las empresas interesadas buscan resultados rápidos para vender sus productos lo más rápido posible (imagínese un Bonfiest, pero con esteroides). Sin embargo, ningúna de las investigaciones hasta el momento ha dado resultados relevantes, y la seguridad de estos tratamientos sigue estando en entredicho.
¿Hay algo que podamos hacer por nuestra cuenta?
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El conocimiento acumulado por especialistas como David Nutt impulsa a elegir bebidas claras durante una celebración, ya que el vodka, la ginebra o el ron blanco contienen cantidades inferiores de congéneres respecto a los destilados oscuros, lo que favorece un amanecer más manejable gracias a una reducción en la carga química que el hígado debe procesar después del brindis.
Otro remedio que circula en conversaciones informales, el carbón activado, captura subproductos del metanol presentes en diversos licores, aunque genera interacciones con medicamentos y altera su eficacia, un detalle que requiere atención en contextos personales donde circulan tratamientos recetados.
Y es que cuando el guayabo ya se expresa con fuerza, el cuerpo responde con alivio mediante agua en abundancia, cafeína en dosis moderadas, alimentos que ofrezcan soporte energético y analgésicos utilizados con criterio (nada que hacer, nos quedamos con el Bonfiest de siempre), una combinación que suaviza la experiencia mientras el organismo avanza por su proceso natural de recuperación.

Los alimentos grasos consumidos al amanecer también carecen de efectos sobre el etanol, ya que este sigue un recorrido interno que supera cualquier intervención culinaria posterior, un dato que se repite en estudios médicos alrededor del mundo, por lo que puede que un caldo de costilla se vea delicioso, pero no necesariamente sea la cura.
En todo caso, lo importante es comprender que el guayabo tal como lo conocemos es un efecto natural del cuerpo recuperando sus ciclos químicos normativos, por lo que lo mejor es, y será por muy buen rato, dejarlo recuperarse de manera natural, con buena hidratación y sin alteraciones posteriores (el afterparty va bajo su propio riesgo).
Igual, lo importante es recordar que la clave está en celebrar con moderación, que la idea nunca es llegar hasta el punto de sobrepasarse de tragos y que al día siguiente esté pagando las consecuencias. Disfrutar con moderación y responsabilidad es la mejor receta para el guayabo.
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